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Oveja Negra | 09/04/2025

Oposición: batalla cultural fracasada, guerra electoral derrotada

Eduardo Leaño
Eduardo Leaño

La batalla cultural es un concepto fundamental formulado por el destacado marxista italiano Antonio Gramsci. Se refiere a la lucha por el control y la influencia sobre las ideas, los valores, las creencias y las normas que predominan en una sociedad. La batalla cultural es, esencialmente, una lucha ideológica de largo plazo y una evolución progresiva, que se desarrolla principalmente en el ámbito de la sociedad civil. Se lleva a cabo a través de narrativas y lenguajes diseñados para construir un discurso contrahegemónico, se trata de una “visión del mundo” que cuestione las ideas predominantes y que tenga el poder de transformar la manera en que las personas perciben su realidad, sus condiciones de vida y las relaciones sociales, con el objetivo de cambiar el orden establecido.

Lastimosamente, la oposición boliviana fue incapaz de librar una batalla cultural exitosa contra la hegemonía del MAS, que impuso su proyecto de sociedad (Estado plurinacional, democracia intercultural, modelo económico, social, comunitario y productivo). En casi veinte años de gobierno de este partido, desorganizada y carente de iniciativa, la oposición “competía” en los procesos electorales solo para ser derrotada, una y otra vez. Hoy, más fragmentada que nunca y sin desbaratar el predominio cultural del masismo, la oposición participa en la presente contienda electoral con la ingenua esperanza de obtener una victoria. En esta ocasión, recurrimos a las ideas de Gramsci, para destacar los rasgos principales que la oposición aún no ha cuestionado de la vigente hegemonía cultural.

Revalorización de las identidades indígenas y campesinas. Uno de los rasgos más importantes de la hegemonía cultural del MAS fue el reconocimiento y la revalorización de las identidades indígenas, que históricamente habían sido marginadas en Bolivia. Frente a esta interpretación parcializada de la historia, la oposición fue incapaz de cuestionar esta “certeza” y brindar una nueva interpretación histórica que no solo reconozca las luchas de los pueblos indígenas, sino también resalte la importancia de otros sectores sociales como las clases medias, los trabajadores urbanos y las regiones que fueron excluidas del proceso de cambio. La oposición no fue competente para redefinir el concepto de unidad nacional, capaz de brindar una visión más inclusiva que respete la pluralidad cultural sin fomentar la fragmentación identitaria. Ninguno de los opositores ha trabajado en la construcción de un discurso contrahegemónico que logre balancear la diversidad étnica, social y geográfica del país sin caer en el sectarismo, proponiendo una Bolivia unida, que no se divida entre “nosotros” y “ellos”.

Reivindicación de valores democráticos y pluralistas. A lo largo del gobierno del MAS, se ha instaurado una hegemonía cultural que se asocia con un modelo de poder centralizado que, aunque ha impulsado avances en áreas como la inclusión de los pueblos indígenas, se ha destacado por su tendencia autoritaria y el debilitamiento de las instituciones democráticas. La oposición no ha sido capaz de encarar una batalla cultural que reivindique los valores democráticos, el respeto a las libertades individuales, la pluricentralidad del poder y el fortalecimiento de las instituciones independientes. La oposición no ha impulsado un discurso contrahegemónico que revalorice a la sociedad civil y las organizaciones sociales que no forman parte del aparato estatal, y, que promueva una democracia participativa y genuina que no dependa exclusivamente del control gubernamental.

Rescate de la diversidad económica. La hegemonía cultural del MAS se ha construido, en parte, sobre una visión economicista que ha priorizado la nacionalización de recursos naturales, el extractivismo y el modelo estatal centralizado. Sin embargo, estas políticas económicas escasamente fueron criticadas por la oposición; en pocas ocasiones se denunciaron que tales políticas generaron dependencia de los recursos naturales, desigualdad regional y la falta de diversificación en la economía. La oposición fue ineficaz para presentar una alternativa económica culturalmente diversa, que valore tanto el desarrollo sostenible como la inclusión de sectores productivos excluidos, como el pequeño y mediano empresario, las cooperativas y las regiones más marginalizadas. El discurso contrahegemónico, una tarea pendiente, debe centrarse en soluciones concretas que apunten a una economía dinámica, inclusiva y pluralista.

Revaloración de la libertad de expresión y el pluralismo mediático. Durante el gobierno del MAS, uno de los puntos de fricción más importantes ha sido el control del espacio mediático. El gobierno ha impulsado un modelo de medios de comunicación públicos, que se ha distinguido por acallar a los medios privados y utilizar el aparato estatal para promover su discurso hegemónico. El discurso contrahegemónico de la oposición debe sugerir (no lo ha hecho aún) una visión pluralista de los medios y de la libertad de expresión, orientado a defender un entorno democrático donde las diversas voces de la sociedad puedan expresarse sin miedo a las represalias. La independencia de los medios de comunicación es un punto clave de la batalla cultural de la oposición, que debe promover políticas que fomenten la diversidad informativa y la libertad de prensa como garantías fundamentales de una democracia sana y participativa.

Así, la oposición boliviana ha fracasado en librar una batalla cultural eficaz frente a la hegemonía del MAS. La incapacidad de cuestionar y redefinir conceptos fundamentales, como la unidad nacional, la democracia pluralista, la diversidad económica y la libertad de expresión, ha dejado a la oposición fragmentada, sin un discurso claro y alternativo. La oposición necesita construir un discurso contrahegemónico que no solo reconozca la diversidad cultural del país, sino que también promueva valores democráticos, una economía inclusiva y una verdadera libertad de prensa.

La batalla cultural es como una partida de ajedrez de largo plazo, donde cada movimiento debe desafiar y socavar la hegemonía oficial en diversos tableros sociales y geográficos. Lamentablemente, la oposición ha fracasado en esta batalla; por tanto, es probable que termine derrotada en la próxima guerra electoral.

Eduardo Leaño es sociólogo.



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