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Filia Dei | 02/09/2023

No son tan buenas las bombillas de papel

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Las bombillas de papel contienen sustancias químicas potencialmente tóxicas que podrían representar un riesgo para las personas, la vida silvestre y el medio ambiente, según un estudio.

Entre el 2019 y 2020 se realizó una campaña insistente y efectiva en cuanto a cambiar el uso de bombillas de plástico por las de papel y, mejor aún las reusables, de metal. Fue interesante ver cómo muchos negocios dejaron de dar este instrumento, que seamos honestos, no es necesario. Para mí, salvo casos muy puntuales y específicos, no se me ocurre que las pajitas deban ser usadas por una persona común.

Los resultados de un estudio europeo que analizó las bombillas fabricadas con una variedad de materiales encontró que 18 de 20 marcas de pajitas de papel contenían poli y perfluoroalquilo PFAS (sustancias químicas artificiales que no se encuentran en forma natural en el medioambiente). Estos PFAS se hallan en menos cantidades en las pajitas de plástico y vidrio.

Pero en la mayoría de las pajitas de papel y bambú analizadas se descubrieron sustancias PFAS, que son duraderas y potencialmente dañinas para la salud humana. La investigación no analizó si las PFAS se filtraban de las pajitas a los líquidos.

En las bombillas de acero analizadas no se detectaron rastros de PFAS. El PFAS que se encuentra con mayor frecuencia es el ácido perfluorooctanoico (PFOA), que está prohibido en todo el mundo desde el año 2020.

Las concentraciones de PFAS eran bajas y dado que el uso de pajitas es poco común, los investigadores belgas dijeron que representaban un riesgo limitado para la salud humana. Pero advirtieron que las sustancias químicas podrían acumularse en el cuerpo durante muchos años.

Los PFAS se han asociado con una serie de problemas de salud, incluida una menor respuesta a las vacunas, menor peso al nacer, enfermedades de la tiroides, aumento de los niveles de colesterol, daño hepático, cáncer de riñón y cáncer testicular.

Esta no sería la primera vez que una aparente alternativa amigable con el ambiente termina siendo contraproducente. Ya sucede con las torres de energía eólica, también conocidas como aerogeneradores. A medida que las turbinas eólicas llegan al final de su vida útil, se generan residuos que son un desafío para su disposición final.

Los componentes de las turbinas, como las palas de rotor, las nacelles (cajas de engranajes y generadores) y las torres, son difíciles de reciclar debido a la combinación de materiales y tamaños. La disposición final adecuada de las turbinas eólicas es costosa. Esto incluye los gastos asociados con el desmantelamiento, transporte, reciclaje de algunas partes y eliminación de componentes.

Esta “solución verde” se empezó a usar desde fines de la década de los 80 y, como se ve, se sigue considerando la mejor manera de disponer de estas torres una vez que cumplen su tiempo de vida.

A estas alturas de la historia, toca ser prudente como humanidad en cuanto a generar este tipo de aparentes soluciones. No todo lo que brilla como “eco” o “amigable con el ambiente” es adecuado. 



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