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El Satélite de la Luna | 25/07/2020

No murió por COVID-19, murió porque cedió su corazón

Francesco Zaratti
Francesco Zaratti

Esta semana comparto mi espacio de opinión con el Padre Max Schiller, un misionero alemán que vive desde hace 46 años en el Norte de La Paz (Titicachi, municipio de Chuma).

El padre Max, miembro de la congregación de los Hermanitos de Jesús, pertenece a la Diócesis de El Alto, cuyo obispo, monseñor Eugenio Scarpellini, falleció recientemente.

Ambos, Max y Eugenio, son mis hermanos mayores en este caminar detrás de Jesús, el buen pastor; con ellos he vivido momentos de angustia al pasar por cañadas oscuras y pausas de descanso junto al agua de los oasis de la vida; vida que, para Eugenio, se ha transfigurado en eterna.

Antes de Navidad tuve la suerte de compartir una “última cena” con él y un puñado de amigos, durante la cual relató algunos pormenores de la compleja y milagrosa negociación que, gracias también a su entrega, logró la pacificación de Bolivia y la transición democrática. Porque eso fue Eugenio: un pastor servicial, un amigo leal y un corazón incansable para construir la paz. De hecho, acierta el padre Max en decir que la muerte de Mons. Eugenio no fue por Covid19, sino por la entrega generosa hasta el extremo de su corazón.

 El texto siguiente del padre Max me representa totalmente en este momento de profundo dolor, pero siempre apoyado en la roca firme del Señor.

El monseñor Eugenio murió el 15 de julio de dos infartos. Murió en El Alto, en el Hospital “Sagrado Corazón” donde ingresó, contagiado por COVID-19, para descansar y curarse en aislamiento. Cuando personas muy activas entran en reposo, salen a la superficie problemas acumulados. No creo que los problemas de monseñor Eugenio tenían mucho que ver con su trabajo de obispo y la diócesis de El Alto. Los problemas eran más bien de índole política y social. Desde que fue nombrado obispo de El Alto el año 2013 le tocó ser portavoz de la Iglesia Católica. Al frente tenía un gobierno triunfador y socialista. Nunca tuvo la vida fácil en ese cargo.

A nivel local, El Alto es una ciudad conflictiva y pasó por momentos muy penosos como la quema de la Alcaldía con varios muertos, estando la Policía a unas cuadras retenida por órdenes superiores. Luego hubo el Referéndum del 21 febrero de 2017 en el cual el monseñor Eugenio llevó la voz de la iglesia en favor de la democracia. Asimismo, participó en la redacción de cartas pastorales de la Conferencia Episcopal que reflexionan sobre el cuidado del medio ambiente y la compleja problemática de la producción de las drogas y de su consumo interno.

Y, por último, su actuación en los acontecimientos de octubre y noviembre de 2019, el fraude, el abandono de funciones del presidente, luego las tragedias de Sacaba y Senkata; todo eso pasó por el corazón del pastor.

Cuando dos poderes se enfrentan, en los medios y en las calles, sin aparente solución, el monseñor Eugenio, junto con otros actores, logra instalar con éxito una mesa nacional de diálogo. En consecuencia, la Asamblea Legislativa Plurinacional y la Presidenta elaboran y aprueban una nueva ley electoral.

El corazón del pastor sigue latiendo, pero viene la pandemia, con enormes consecuencias. Hay interferencias desde Argentina, hay desunión entre las fuerzas democráticas, las elecciones se acercan y se avizoran nuevos problemas políticos y sociales. Monseñor Eugenio visita sus parroquias, escribe sus homilías, celebra eucaristías por televisión y Facebook y, finalmente, da positivo y entra en cuarentena.

En el reposo el corazón recuerda. El monseñor Eugenio no murió de COVID-19, porque éste afecta al pulmón. Murió de infarto al corazón por tantos problemas acumulados. El corazón del buen pastor no dio más; por todo lo del pasado y por lo que iba a venir en adelante.

Él está en mis oraciones. Que descanse en paz.

Padre Max Schiller



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