La unidad de las fuerzas democráticas opositoras debe pasar por el debate en torno al modelo económico, sus componentes, las relaciones entre sus partes, la administración del mismo, la inclusión de dispositivos nuevos, la eliminación de otros y los ajustes necesarios para el logro del bien común. Es una construcción que debe responder a la realidad, demandar el concurso de toda la población e implementarse como un procedimiento médico de emergencia destinado a salvar al paciente.
Estoy plenamente de acuerdo con las resoluciones del “Primer Encuentro Nacional del Bloque de Unidad” realizado en la ciudad de Santa Cruz el 9 de agosto de 2023 a convocatoria del Conade, donde se acordó que el gobierno que sea alternativo al MAS debe contar con una “Visión de país y un programa de Estado”, más que un programa de gobierno estrictamente coyuntural. Por eso me parece importante la definición del Modelo Económico del Bicentenario para ser más certero.
El Modelo Económico del Bicentenario es muy importante porque debe cambiar nuestras condiciones de vida, darle viabilidad a los ingresos y beneficios económicos de la ciudadanía y del Estado, por ello, debe ser el acuerdo de todos y no de un grupo político o un sector económico en particular.
Hasta ahora, ninguno de los potenciales candidatos ni sus organizaciones políticas han presentado a la ciudadanía un diagnóstico serio de la realidad, base sobre la cual perfilar políticas económicas, financieras, tributarias a implementar.
Coincidió con los debates internos que hemos tenido que convergen en torno a que el Modelo Económico del Bicentenario debe ser sinérgico, es decir la concurrencia de factores como el privado (cuentapropistas, emprendedores, empresarios) y el estatal, donde el efecto requerido es mayor a las derivaciones de uno subsumiendo al otro, generándose una concausalidad que es el resultado de las políticas de Estado que requerimos con urgencia histórica.
Si esta es la vía –el camino común– propongo abrir un espacio de articulación del Modelo Económico del Bicentenario donde epistemologías y saberes confluyamos en poner los cimientos de este programa de Estado, que sea incluyente, abierto al diálogo horizontal, con alta capacidad de sistematización de propuestas que correspondan a los problemas de la realidad y no a las angustias ideologizadas de algunos actores.
Durante estos meses propusimos que la construcción de una alternativa al MAS estaba más allá del debate entre los paradigmas que acuñaron a la izquierda y la derecha, que la necesidad de la plena vigencia de los derechos humanos, la defensa de la democracia y la institucionalización del Estado eran las prioridades, que, en la medida en que se creen las condiciones de estabilidad y progreso, deberían fortalecerse las organizaciones políticas (partidos, agrupaciones ciudadanas, pueblos indígenas) con sus programas para disputar los siguientes gobiernos con ofertas programáticas trabajadas desde la mirada de sujetos históricos.
Por ello, insistimos que la unidad pasa necesariamente por la imbricación de las organizaciones políticas con las organizaciones sociales, que todos estos actores tienen necesidades económicas diferenciadas que deben ser escuchadas y consideradas al momento de construirse el Modelo Económico del Bicentenario.
También lo dije varias veces, que el error del MAS fue construir un pacto corporativo, con los cocaleros, los cooperativistas, el agronegocio, los campesinos e interculturales, como si sus intereses fueran los de la patria en su conjunto. No se gobernó para todos, sino para las corporaciones beneficiadas con excepciones tributarias, con perdonazos, subvenciones de mayor privilegio, fideicomisos, concesiones de cuadriculas mineras, saneamientos de tierras colocados en la congeladora, cargos de funcionarios públicos para sus miembros, todo ello a cambio de votos, de apoyos incondicionales.
La querella por el excedente generado por la economía estatal se ha convertido en la mayor cantera de corrupción e enriquecimiento ilícito, de la cual se ha beneficiado una nueve élite azul, una nueva casta dominante coludida con el narcotráfico.
En contra partida, se escuchan, de forma dispersa, críticas –muchas de ellas valederas a algunos de los componentes del actual modelo del MAS y sus resultados–, pero no se conoce un conglomerado sistematizado de partes expuestas de forma gráfica, estadística y teórica, es decir, no se ha parido un verdadero diagnóstico de lo que hay que cambiar, solo se enuncian algunos argumentos puntuales, algunos nichos problemáticos. Muchos opositores han emitido una alegoría de fuentes ideológicas para referirse a la economía del país, pesando que la posición ideológica ya resuelve los problemas por sí mismo, situación que no es cierta. El giro económico que demanda Bolivia no es la narrativa ideológica, sino el pragmatismo productivo.
Es necesario remarcar que en Bolivia está vigente una economía que emerge de los cambios producidos por la revolución de 1952, a la cual se han operado cambios de tipo neoliberal y -recientemente- extractivistas y populistas.
El Modelo Económico del Bicentenario debe tener una proyección de por lo menos 20 años con la capacidad de resolver las grandes dificultades de la economía boliviana, ningún partido político por sí solo tiene las herramientas metodológicas para la construcción de soluciones integrales, en consecuencia es necesario un trabajo colaborativo entre todos los actores democráticos.
El Modelo Económico del Bicentenario es el quantum de la viabilidad del nuevo ciclo político que debemos construir.