En circunstancias como las que estamos
atravesando, me llama la atención la atracción que provoca, sobre todo en
jóvenes de clases medias e intelectuales (muchos serios, otros no tanto), el
actual mandatario argentino Javier Milei, así como su creciente aceptación de
propuestas autoritarias en el ejercicio del poder como las que él sustenta.
Más aún, que las propongan como ejemplos de lo que deberíamos apoyar en el próximo futuro, como una alternativa al evismo y su proceso de cambio instaurado desde 2006, es sorprendente; estos jóvenes se parecen a aquellos, también de clases medias e intelectuales (muchos serios, otros no tanto), que en 2005 optaron por apoyar mayoritariamente a Evo Morales y su proyecto del socialismo del Siglo XXI.
Es que, cada vez con más certeza, creo que Morales y Milei son la cara y contracara de una similar propuesta autoritaria que, una vez en movimiento, conduce a sus naciones a un mismo destino de fracaso, pese a los iniciales entusiasmos.
Veamos algunas de sus características comunes que me llevan a esa conclusión:
Morales y Milei surgen de un proceso de crisis profunda de los sistemas democráticos instaurados en la década de 1980.
Ambos se creen mesiánicos, autopercepción que se refuerza con sus abrumadoras victorias electorales (con la diferencia de que Morales consiguió el 54% de los votos en la primera vuelta, mientras que Milei 56%, pero en la segunda, diferencia muy importante en la conformación de sus parlamentos).
Sobre ese éxito y su autopercepción, dividen a sus poblaciones entre quienes creen en ellos y los que no. Los que no los apoyan son objeto de desprecio y descarte, y quienes lo hacen, lo deben hacer a rajatabla sin mostrar ni un mínimo de disidencia.
Ambos desprecian la institucionalidad democrática. Recuerden el discurso de Morales en 2006 y el de Milei en diciembre de 2023 y encontrarán una serie de coincidencias en deslegitimar, denigrar e insultar a sus predecesores y a sus adversarios ideológicos (además, se darán una sorpresa: Morales es más suave en el uso de los insultos que Milei).
Pobres quienes luego de apoyarlos optan por un camino diferente. No hay piedad para ellos, como se puede observar en las últimas acusaciones de Morales a Álvaro García Linera, su vicepresidente entre 2006 y 2019, y las de Milei contra su mentor Ricardo López Murphy. Los tratan como viles traidores.
La búsqueda de acuerdo con el adversario, básico en un sistema democrático, les es inaceptable porque ellos tienen la razón y lo que corresponde es que todos se cuadren ante lo que dispongan, autorreferencia que se refuerza sistemáticamente con los adulones que, para mantenerse a su alrededor, aplauden cualquier sandez que digan o medida que adopten.
Pero, también hay otros elementos, más personales, que los muestran parecidos:
El afecto por su hermana, probablemente por la falta de relaciones filiales sea por muerte de los progenitores, en el caso de Morales, o por violencia en el caso de Milei. La hermana de Morales, con un perfil bajo, asumió el papel de primera dama durante parte de su gestión, mientras que la hermana de Milei es la jefa de Gabinete y probablemente la autoridad más poderosa del régimen.
Amos son solteros y pareciera que no es de su interés tener vida conyugal.
Morales y Milei, son, obviamente, portadores de corrientes ideológicas contrarias, pero que caminan sobre rieles similares que se encuentran sólidamente clavadas sobre las mismas durmientes. Como sus vidas, no podrán acercarse nunca, pese a ser tan parecidas.
Termino insistiendo en que viendo estas vidas paralelas la disyuntiva principal del país y de la región no es tanto entre proyectos populistas autodefinidos libertarios o socialistas, sino entre autoritarismo y democracia.
Juan Cristóbal Soruco es periodista.