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Sin letra chica | 20/08/2023

¿Milei puede pasar acá?

Carlos federico Valverde Bravo
Carlos federico Valverde Bravo

¿Ganó? ¿O puede ganar Javier Milei?  Técnicamente fue el precandidato que más votación recibió para ser reconocido oficialmente como candidato para las elecciones de octubre venidero. Pero, dadas como se dieron las cosas, las PASO (Elecciones “Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias), en este caso, ¿marcan la tendencia definitiva de octubre?

Contexto de las PASO: en el caso de Milei, compitió sin oposición “libertaria”; Bullrich y Rodríguez Larreta (Juntos por el Cambio), de opción centro derecha tradicional, compitieron entre ellos y Massa y Grabois, (Unión por la Patria) lo hicieron por la candidatura oficialista. Hubo otros candidatos menores que prácticamente no cuentan.

Reitero, por la sorpresa se lo ve como candidato ganador de diciembre, cuando la realidad nos muestra que los porcentajes de los tres frentes citados son, como bien se dice, tres tercios, que no se diferencian con más de 3 a 3,5 puntos, lo que significa que todo puede cambiar en octubre, aunque la apreciación que se cae de madura es que Milei puede ampliar su ventaja

Javier Milei es lo que se llama en política un “outsider”, alguien que actúa “por o desde fuera” de la política formal de un país; es el candidato disruptivo, el que llega, aparentemente, con todo nuevo; no vamos a hacer juicio de valor sobre si “lo nuevo de Milei” es aplicable o no, si “una cosa es discurso y otra la realidad”, etc. Simplemente reconoceremos que sus planteamientos rompieron el modelo y tradición de hacer política en un país.

Milei tuvo la habilidad de hacer que la gente se fijara en él porque se posicionó como el “único opositor” con posibilidades de cambiar el estado de cosas; supo diferenciar “su derecha” de la derecha tradicional, como marcamos arriba, representada por el macrismo (Bullrich-Larreta) que sigue siendo nomás parte del sistema político argentino; eso lo mostró la presidencia de Mauricio Macri, quien teniendo las posibilidades de salir de los esquemas trató más bien ir “de a poco”, tratando de no romper con el populismo peronista y, de ser posible, generar su propio populismo de derecha.

El populismo tiene la virtud de posicionarse a los dos lados de la política sin ningún problema, porque no presenta una ideología sino una manera de ser y hacer cosas en política; “es un comportamiento” que deriva (les agrade o no) del fascismo… esto lo aprovecharon muy bien allá por la segunda mitad de los años 40 del siglo pasado Juan Domingo Perón y Getúlio Vargas; en Brasil influyó menos políticamente aunque ambos son en sus países los principales referentes políticos del siglo XX; el peronismo continua hasta ahora con el kirchnerismo, que ahora está sin representación destacada, aunque hay que esperar qué hará en el futuro Máximo Kirchner, hijo del fallecido Néstor y Cristina Fernández.

 El  “outsider” se impone, por izquierdas o derechas, ya que aprovecha el desprestigio de la clase política, por la situación social, por cómo están los más desposeídos, por la falta de trabajo formal para millones de ciudadanos que no ven satisfechas sus pretensiones, por la corrupción en la que cayeron los gobiernos y varios problemas más.

Hay pruebas de ello: en Ucrania, su presidente no provino de la política tradicional sino que era un comediante hastiado de la situación: Volodimir Zelensky, devenido hoy en héroe por la defensa de su país. Están Donald Trump, Jair Bolsonaro y, en cierta forma, Giorgia Meloni; a esta última no se la ve como parte de la “derecha tradicional”, se la ubica en la “extrema derecha” aunque sea parte de la política formal italiana; lleva unos 20 años en ello. Boric, en Chile, es casi un “outsider”, que no es de la izquierda tradicional, como no lo era Castillo de Perú y podemos seguir contando. Pero Milei es un fenómeno que merece observación porque tiene discursos arrolladores, violentos a ratos, que intenta hacerse ver como la nueva derecha, muy liberal, aunque el liberalismo no sea exactamente como él lo plantea. Hay que esperar hasta ver cómo encara las elecciones en las que necesitará presentar candidatos al Parlamento; en algún momento deberá morigerar sus ímpetus y muestra de irrespeto a los adversarios porque la democracia se construye con consensos y acuerdos y no de exclusiones; eso sí, se pueden negociar los medios pero nunca los principios.

En fin, todo esto para preguntarnos si es posible tener un Milei en Bolivia, que se ha convertido en el objetivo de los descontentos que se suman por miles con la política nacional.

Veamos: Evo Morales, el que fuera líder del MAS, es una construcción política de la vieja izquierda obrerista y minera, Filemón Escobar fue el “hacedor” más importante del que fuera el fenómeno político de fines del siglo pasado; había fracasado en dos elecciones en su intento de ser parlamentario hasta que fue diputado en 1997, destacando por sus radicalidades izquierdistas y protestas cocaleras. Evo fue empujado por Fidel Castro y luego por Hugo Chávez.

En 1997 fue su oportunidad; los movimientos sociales, cansados de los “fracasos guerrilleros y electorales” idearon un estrategia para llegar al poder, aunque no era del todo nueva: la protesta sostenida, digamos una especie de “guerra popular prolongada”, como la hizo Mao o la que intentó el comandante Gonzalo, Abimael Guzmán, en Perú; en ella Morales no participaba sino de manera tangencial. Así, la Guerra del Agua, del año 2000, con Banzer presidente, fue la primera prueba. No resultó, pero probó que los movimientos sociales podían tratar por esa vía.

La crisis durante el gobierno de Sánchez de Lozada explotó en febrero del 2003 con un inexplicable motín policial: el masismo se puso detrás, en fila; en esa ocasión hubo algo más que en la Guerra del Agua; en esos hechos se notó lo “insurreccional subversivo” presentado como un ejercicio pleno de los derechos garantizados por la Constitución; este segundo intento tampoco resultó para llevar a la izquierda al poder, pero fue corregido y aumentado en el denominado Octubre Negro, cuando los movilizados lograron la renuncia de Sánchez de Lozada, después de la de Mesa. Evo representaba lo nuevo, incluso la burguesía y clases acomodadas de La Paz y Cochabamba votaron por él.

Hoy, después de esa experiencia, el gobierno del MAS llena las cárceles de quienes protestan, los llama “subversivos”. El gobierno sabe, desde el poder, lo que puede pasar si permiten que se ejerza el derecho a la protesta como sucedió en el pasado; el MAS ya lo sufrió en 2019.

Pero ese tampoco es el tema, el tema pasa por saber qué puede suceder en Bolivia si se logra la presencia de un “outsider”; que llegue al gobierno no es problema, si llega, el asunto sería cómo gobernaría; para eso hay que tener con qué hacerlo, además de solamente tener “ideas libertarias”; el liberalismo está en los partidos de derecha bolivianos, aunque también el populismo lo está y ese es un híbrido dañino.

Si Milei lo hace mal, ¿“ellos vuelven”?



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