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23/09/2023
Economía de papel

Milei no deja títere con cabeza

Alberto Bonadona
Alberto Bonadona

Su retórica agresiva abunda en menosprecios que llegan al insulto. No hay quien se salve, excepto él y sus enceguecidos seguidores. Su actitud está impregnada de arrogancia y asume la posición de un perdonavidas. En su defensa del libertarianismo, o del anarcocapitalismo, llega a un dogmatismo que lo lleva a creer que su prédica es la verdad absoluta.

Llama la atención de cualquiera que lo oiga su tratamiento a la “casta”. En esta incluye a todos los políticos, “a los empresarios” que trabajaron con, o para, los gobiernos anteriores, “los sindicalistas chanta” que tienen arreglos con los políticos para obtener privilegios y “la prensa ensobrada”, o sea, los comunicadores sobornados por los grupos de poder. Y ahora también ha incorporado a los economistas que no comulgan con sus ideas y que se atrevieron a criticar las políticas que propone. Frente a estos sus argumentos son falaces porque los ataca ad hominem o sea por lo que son y no por lo que piensan.

Nadie, en su sano juicio, puede calificar al altamente probable próximo Presidente de la República Argentina como un individuo cortés, amable o diplomático. Apenas sonríe en sus entrevistas y por lo general interrumpe a su entrevistador o quien quiera que se encuentre debatiendo con él.

Afirma que “los políticos son basura” y añade que “no son seres humanos razonables” o “son menos que el ciudadano promedio”. De los políticos de izquierda, a quienes desprecia con mayor intensidad, afirma que especialmente éstos “son miserables y rastreros” y “tienen la agenda de los envidiosos”. Semejantes generalizaciones son inaceptables.

No se puede dejar de lado a sus ácidas críticas en contra del Papa Francisco.

Se refiere al Papa como un personaje “que tiene fuerte influencia política”, lo cual es innegable para cualquier pontífice. A la vez expresa que el Papa está del lado “de dictaduras sangrientas” y que Francisco muestra “afinidad por los dictadores asesinos o no los condena”. Al oírlo se puede pensar que los papas o la Iglesia Católica nunca antes tuvieron posiciones definidas. 

Al estilo de Milton Friedman y otros intelectuales libertarios, como Von Mises, Hayek o Nozick, propugna un Estado mínimo. Insiste con las mismas palabras de Friedman en que “la inflación es, en todo momento y lugar, un fenómeno monetario”. Repite frases propias de Rothbard casi literalmente, como que el Estado es “la organización del robo sistematizada y a gran escala”, una “banda de ladrones en general" y que los políticos son "los individuos más inmorales, codiciosos y sin escrúpulos de cualquier sociedad”. Rothbard también se oponía rotundamente, como lo hace Milei, a la existencia de un banco central.

Quitando la fiereza de sus afirmaciones, en más de un tema no deja de tener razón, especialmente en lo que se refiere a la “casta”, que en realidad puede ser encontrada en más de un país latinoamericano.

A pesar de sus furibundos ataques a un sinnúmero de personas e instituciones (como el Banco Central o el Estado), afirma con convicción que actúa en defensa de la libertad, de la paz y de la democracia. Por cierto, en su versión de estos principios o instituciones, me atrevo a afirmar que, si llega a la presidencia, se verá si realmente hará lo que dice hoy. Y aunque últimamente moderó sus gesticulaciones y expresiones faciales de rabia y furia contenidas, todo hace pensar que querrá cortar las cabezas de todos, al estilo de la Reina de Corazones en Alicia en el país de las maravillas.



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bk-cuadrado
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