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Wila k'ank'as everywhere | 06/08/2023

Madre es madre

Sayuri Loza
Sayuri Loza

Desde el 1 de agosto la gente se apresura a los puestos de las “chifleras” y adquiere su mesa para la waxt’a a la Pachamama pues, dicen los que saben, en agosto la Madre Tierra abre la boca y hay que alimentarla, para que tal alimento garantice prosperidad a quien lo prodiga.

En nuestra región, el mes más seco es agosto, no cae lluvia y los niveles de las aguas bajan, los animales no paren y el maíz y la papa escasean. Es por eso que desde tiempo inmemorial las buenas gentes de este lado del mundo, consideran pertinente darle de comer a la tierra a la cual, como toda cultura agrícola, consideran madre de la humanidad.

El culto a la “Diosa”, llámese Ishtar, Innana o Tiamat, fue generalizado hasta el 2.500 a.C. en la Mesopotamia, cuando debido a cuestiones políticas, el culto fue cambiado al de los dioses masculinos, entre ellos Yahvé. Las religiones de la “Diosa”, en contraposición con las del Dios, no consideran que el ser humano es creación suya sino que, tal como una madre es parte de su hijo y un hijo es parte de su madre, los humanos y la divinidad son parte uno del otro.

El problema es que en este siglo XXI, con la minería aurífera en auge, el envenenamiento de las aguas, la contaminación del medio ambiente por los chaqueos, la muerte de la fauna amazónica y otros, los bolivianos estamos tomando la misma actitud que los malos hijos toman con sus madres.

Así, agosto es como el día de la madre, cuando esos malos hijos compran una torta, contratan un mariachi y llevan a mamá a comer a un restaurante caro, pero el resto de los días no ayudan en la casa, se emborrachan, hacen renegar, pelean y faltan al respeto sin que nada importe, porque ya saben lo que dicen: “madre es madre” y hagamos lo que hagamos siempre nos va a perdonar porque nos ama. Las madres todo lo aguantan y todo lo perdonan.

¡Ah! Pero un día ya no hay mamá y entonces el mal hijo llora arrepintiéndose por haber hecho tanto mal. Se me ocurre que algo similar podemos experimentar con nuestra Madre Tierra si seguimos siendo así, y vamos a seguir, de eso no me cabe la menor duda. Porque ahora ya no somos parte de la madre tierra ni somos creación de Dios, ahora somos creadores de dinero y nos inclinamos ante él.

Porque como todo hijo díscolo, estamos pensando en operías en lugar de pensar en mamá. Al capitalismo salvaje le cae muy bien que estemos así, estamos más concentrados en nuestras identidades que en nuestro territorio. Por eso, cuando comunarios de Jamp’aturi se pronunciaron ante el asentamiento de la empresa minera San Calixto, denunciando la futura contaminación de las aguas, a nadie le ha importado.

¿Qué ha pasado con los defensores de la tierra, el territorio y la vida? Sus dirigentes están cooptados engordando con plata del Estado; ¿Qué ha pasado con la COB que se opuso a la salida del gas por Chile, por ser un atentado contra la soberanía nacional? Andan por ahí, con jugosos sueldos y sólo saldrán si éstos se ven amenazados.

¿Cuáles son las luchas del siglo XXI? Que en los textos se diga ellos, ellas y elles; que la Barbie se vuelva progre, que las misses aprendan a decir un par de frases en aymara, mientras esa mamá a la que tanto decimos querer agoniza ante nuestros ojos. Nos han impuesto una agenda que habla de libertad pero estamos más dominados que nunca.

¡Cuánta razón tenía Herbert Marcuse al decir  que bajo el gobierno de una totalidad represiva, la libertad se puede convertir en un poderoso instrumento de dominación!



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