¿La falta de verdes es el único mal que aqueja a nuestra blindada y soberana economía “made in Súper Luchito”? ¿Estamos atravesando como algunos dicen una crisis monetaria? Ojalá así fuera pero creo que el problema es un poquito más complicado. En realidad el país enfrenta varias crisis: una crisis de ingresos, una crisis de financiamiento y, peor aún, una feroz crisis de credibilidad. La suma de todos estos factores nos lleva a la confirmación de que, más que crisis, lo que estamos sufriendo es el agotamiento de un modelo que ya comenzó a naufragar hace casi una década.
Sin excedentes provenientes de la exportación de gas, al MAS ya no puede financiar su sistema económico, y por consiguiente ya no puede sustentar tampoco su sistema político de prebendas, favores y negociados a mansalva. Eso ha generado, a su vez, una crisis de liderazgo que parece haberle roto la espalda al régimen. El Jefazo ya no es Jefazo, al cajero se le acabaron los billetes, y hasta el potentado ex vicepresidente se ha quedado sin relato. El MAS ha agotado su capacidad de hacer cualquier tipo de reforma mínimamente seria, no tiene ya más nada que oferecerle al país y ha perdido la hegemonía política. Si queremos hablar de crisis, esa si que es crisis en serio.
Una vez dimensionado el tamaño del quilombo, la siguiente pregunta tendría que ser: ¿cómo cuernos se sale de una situación semejante? Pues primero que nada con plata; con mucha plata. Segundo con cohesión política y tercero, con palo (tanto a la oposición como a la ciudadanía). El gobierno, en sus actuales circunstancias, creo que no cuenta con ninguna de las tres herramientas, íntimamente dependientes las unas de las otras.
Sin la plata, ninguna de las otras es posible, y el gobierno está lejos de conseguir la brutal cantidad que requiere. La infame Ley del Oro, aprobada por tránsfugas de toda laya, le va a servir de simple aperitivo, la otra Ley del Oro aprobada en Perú, le ha originado a Bolivia la desaparición de mas de mil millones de dólares a año, y hasta los ríos de narcodolares han bajado su cauce misteriosamente.
Queda siempre la chance de terminar de entregarse a la rapacidad china, pero es también bien sabido que los orientales no sueltan marmaja en efectivo, sino atada a proyectos y negocios concretos que no permiten disponer libremente de los créditos. Se prestan a ellos mismos, por decirlo de una manera elegante. Los únicos que te prestan plata relativamente fresca para salir de un berenjenal como éste, son los amigos del FMI y del Banco Mundial; tanto es así que los ministritos del cajero corrieron despavoridos hasta Washington a extender no una, sino las dos manos en pos de limosna. El pequeño inconveniente es que el huido los amenazó de muerte inmediatemente, señalando que un acuerdo con los organismos del imperio sería un acto de traición a la patria; al día siguiente la ministra de la presidencia retrocedió públicamente.
Siempre le queda por supuesto el habitual reflejo de ignorar el problema o echarle la culpa al empedrado, pero sospecho que esta vez el cuento va a ser más difícil de hacer tragar, en la medida en que la crisi nos ha vuelto a todos menos tolerantes al charle.
Sin solución estructural a la vista y sin la ayuda necesaria, los efectos de la escalada inflacionaria y la devaluación de facto se encargarán de hacer lo suyo en el ánimo de la gente, lo que en español quiere decir una crisis social severa, que podría convertirse en explosión. ¿Cómo y cuando? Eso ya lo veremos.