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Quien calla, otorga | 19/10/2024

Lucho trucho

Alfonso Gumucio Dagron
Alfonso Gumucio Dagron

Lleva casi 20 años mintiéndole a los bolivianos, primero desde su puesto de zar de la economía del país (con las consecuencias que conocemos) y luego desde la silla presidencial con el rótulo socarrón de “Tilín”.

Las maniobras del presidente trucho son notables: simula una sordera proverbial cuando se le recuerda que acordó en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) un pacto político con la oposición parlamentaria, para viabilizar las elecciones judiciales ANTES de discutir la aprobación de créditos (que sin duda se destinarán a pagar salarios y no a programas específicos); luego se hace la víctima y dice que la no-aprobación de esos créditos pone en riesgo la economía de Bolivia, pero se olvida de la primera parte del acuerdo que pone en riesgo la democracia en el país, al mantener prorrogados indefinidamente a magistrados corruptos y serviles.

Luis Arce Catacora nunca soñó, ni cuando se hacía pis en la cama, que llegaría a la presidencia de Bolivia. El “cajero” del Banco Central, como lo ha calificado con propiedad su ex jefazo Evo Morales, gozó de poder ilimitado mientras mal administraba la bonanza de ingresos (2005-2015) a la manera de un rey Midas a la inversa: convirtió el oro en barro (por no usar otra palabra). Junto al cacique del Chapare, es el responsable de la desaparición de más de US$ 65 mil millones de dólares que entraron al país por exportaciones de gas y minerales, así como US$ 15 mil millones de las reservas internacionales del Banco Central, y 22 toneladas de oro. Por eso debería pagar una condena de 100 años de cárcel y ser borrado de los libros de historia.

Sólo se mantiene en el poder porque ha aprendido las mañas del jefazo: comprar voluntades políticas. El carácter prebendal de su gobierno es el mismo que instauró el patrón feudal: las mismas caras circulan por la plaza Murillo y se siguen llenando los bolsillos para seguir sus dictados y darle la espalda al que antes amarraban los cordones de los zapatos. Ejemplo: los dirigentes de la COB.

La miseria humana en todo su esplendor: podríamos hacer una larga lista de todos los “pasa-pasa” que siguen flotando como corchos en el gobierno de Luis Arce Catacora, cuando unos años antes eran adoradores del impostor de Orinoca. Ejemplo: Héctor Arce Zaconeta, embajador ante la OEA, el mismo que antes de que llegue Evo Morales al poder decía: “cómo van a votar por ese indito”, pero luego abrazó las piernas del indito con devoción, lo que le permitió hacer grandes negocios perdiendo fallos arbitrales internacionales (Quiborax, entre otros). Como él, una larga lista de chupamedias de antes y lambiscones de ahora.

Para los bolivianos que ya no tienen otra fuente de información que los diarios impresos del gobierno y la televisión domesticada, las cosas no están tan mal. Eso dice la propaganda de Arcínico para que eso crea “el pueblo” (pero no se lo cree ni el mismo gobierno). Ni los que votaron por él creen que dice la verdad, pero en realidad les importa un comino que mienta todo el tiempo, mientras se beneficien de las migajas (y no tan migajas).

Bolivia tiene más de un 80% de empleo informal. Es el país con más informalidad de América del Sur. Para que entiendan los del gobierno que parecen no entenderlo: ese 80% se dedica en buena parte al comercio (léase contrabando), a la cadena del narcotráfico, a la minería salvaje, a la construcción sin regulación. Los más honrados, forman pequeñas empresas familiares (restaurantes, servicios, etc.), aunque también, si pueden, evitan pagar impuestos y pasar por controles sanitarios o de cualquier otra naturaleza. El que puede trampea, y con una justicia tan corrupta, las trampas se pueden arreglar con sobornos.

¿Para qué querría esa masa de informalidad laboral que cambien las cosas? Están muy bien como están mientras puedan seguir haciendo negocios y acumulando billetes en el “Colchón Bank” (como dice Gonzalo Chávez). El joven de 25 años que vende US$20 mil dólares mensuales en celulares y computadoras en la Uyustus, pero no paga impuestos porque se acoge al régimen simplificado, ¿para qué diablos querría que las cosas cambien? Los informales están muy bien como están, su crecimiento económico continua, basta ver las fiestas de US$70 o US$100 mil dólares que se despachan sin pestañear.

Los que dependen directamente del Estado son los funcionarios públicos, cuadriplicados durante los gobiernos masistas, un 10% de la masa laboral (400 mil empleados públicos, incluyendo maestros). Los burócratas del Estado (desde el viceministro hasta el portero) tienen temor de perder sus pegas y por lo tanto tragan sapos, bajan la cabeza y pagan las cuotas del MAS calladitos. Han perdido dignidad por un plato de lentejas. Claro que votarían por Arce de nuevo, de otro modo podrían perder los puestos que obtuvieron por adherirse al caballo ganador.  

Entonces, los “éxitos” que (todavía) cacarea cada vez Lucho Trucho a través de las cajas de resonancia del Estado (propaganda que pagamos nosotros), no tienen el menor asidero en la realidad y no convencen a nadie, menos aún a los que están en el gobierno y ven los toros de cerca. Pero eso no importa, los cálculos electorales deben tomar en cuenta el factor informal en lugar de minimizarlo, un sector al que la política le interesa tan poco como los principios, pero que votará por quien siga garantizando la inmunidad informal.

@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta  



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