“Los países subdesarrollados, débiles, no tienen ningún otro instrumento de acción, ni arma tan eficaz para la promoción de sus intereses y para la defensa de sus derechos, como una inteligente política de relaciones exteriores, manejada por un servicio exterior de óptima preparación y eficiencia profesional” (Walter Montenegro,1984).
La agenda de la política exterior de un Estado prioriza los más importantes objetivos nacionales, cuya materialización depende esencialmente de actores internacionales relacionados con el tema en cuestión. En esa lógica, para que un Estado concrete dichos objetivos debe planificar su relacionamiento exterior bajo estrategias de concertación y diálogo, más aún si carece de factores persuasivos frente a sus interlocutores, como es el poder económico, tecnológico o militar.
El año 2006, el gobierno del MAS proclamó como objetivos de su política exterior la salida soberana al océano Pacífico, la materialización del corredor bioceánico y el liderazgo en los procesos de integración, entre otros. Sin embargo, la consigna política se impuso sobre la interpretación y el obligado análisis de la coyuntura externa, inviabilizando los propósitos centrales que inicialmente proclamó.
A esto se sumó la improvisación en la Cancillería boliviana que contribuyó a no estructurar la política exterior y menos a instrumentar una diplomacia profesional y eficiente. Es así como el relacionamiento internacional de los gobiernos del MAS estuvo gobernado por discursos altamente ideologizados y una abierta confrontación. Recapitulemos brevemente:
EEUU: El gobierno de Evo Morales situó a las relaciones bilaterales con EEUU en un punto muerto de la política exterior. Ciertamente, una relación serena habría beneficiado al país, pero el Gobierno optó por otro camino. En 2008 expulsó del país al embajador norteamericano Philip Goldberg; en 2009 expulsó a la DEA y en 2013 expulsó a Usaid.
No obstante, estas medidas extremas, el 7 de noviembre de 2011, Bolivia y EEUU suscribieron un convenio de mutuo respeto y colaboración, que fue aprobado por la Asamblea Legislativa y promulgado el 29 de marzo de 2012.
Este convenio estaba orientado a fortalecer y profundizar las relaciones bilaterales bajo explícitos principios de no intervención en asuntos internos del otro Estado, igualdad soberana, derecho a elegir el sistema político, económico y social sin injerencias externas; consolidar una democracia representativa, respeto a los derechos humanos y protección del medioambiente. Se destacó el compromiso de realizar acciones conjuntas contra la producción y tráfico de sustancias narcóticas ilícitas, lucha contra el lavado de dinero y la corrupción, y la necesidad de promover el comercio y las inversiones como medio de crecimiento y desarrollo.
La implementación de este acuerdo exigía la conformación de una comisión bilateral para impulsar el diálogo político, analizar y evaluar permanentemente el estado de las relaciones bilaterales, proponiendo medidas para su fortalecimiento, principalmente en las áreas de la cooperación y lucha contra el narcotráfico.
La negociación del acuerdo llevó tres años hasta ser consensuado; sin embargo, nunca se ejecutó en los términos inicialmente propuestos.
Ante la renuencia de Bolivia a reducir los cultivos de hoja de coca, EEUU eliminó el Programa de Preferencias Arancelarias Andinas (Atpdea) en favor de los exportadores bolivianos, que hasta entonces vendían sus productos al mercado norteamericano bajo preferencias arancelarias que hoy ya no tienen. La querella de Evo Morales con EEUU truncó una importante proyección del comercio exterior boliviano amparado en el Atpdea.
De acuerdo con encuestas realizadas el año 2015, sectores de El Alto, La Paz y Santa Cruz pidieron potenciar las relaciones con EEUU. Esto confirma que la actitud negativa hacia EEUU no tuvo sentido económico de oportunidad, ni de una política exterior pragmática y visionaria.
Inversión Extranjera: El año 2016, el gobierno denunció 22 tratados bilaterales sobre inversión extranjera (TBIs) con la promesa de renegociarlos en mejores términos para Bolivia, situación que no ocurrió. La inseguridad jurídica, la desinstitucionalización y la ausencia de acuerdos internacionales que otorguen certeza a la inversión extranjera y a Bolivia, como país receptor, nos ubican como el país latinoamericano con menor inversión extranjera. A ello se suma las políticas de nacionalización, reversión y expropiación de inversiones, que han generado una avalancha de arbitrajes internacionales con millonarios costos para Bolivia.
Argentina: La relación con Argentina fue enteramente política en beneficio de los objetivos personales y políticos de los Kirchner, de Evo Morales y de Arce Catacora. En el ámbito de esta relación bilateral, los gobiernos del MAS no realizaron ningún aporte sustancial en beneficio de Bolivia.
Brasil: El Gobierno boliviano desperdició la coyuntura de la afinidad entre Evo Morales y Lula Da Silva. Los términos de la exportación de gas al Brasil se mantuvieron en el mismo nivel gestionado por los gobiernos que precedieron al MAS. Las relaciones comerciales en general se estacionaron. La extensa frontera con Brasil se volvió más vulnerable al crimen organizado, narcotráfico, trata de personas y el contrabando, hechos que deterioraron las relaciones con Brasil.
Además, la militarización de las oficinas de Petrobras y del campo San Alberto, en ocasión de la nacionalización de los hidrocarburos, en 2006, y la impolítica revisión del avión del ministro de Defensa de Brasil, durante su visita a Bolivia, fueron sucesos que probablemente incidieron en la exclusión del país del proyecto ferroviario bioceánico.
Perú: La crítica a la política exterior e interna de Perú fue dura desde un principio. No prosperó la intención boliviana de crear un anexo de su Escuela Naval en la región de Ilo y el Congreso peruano postergó indefinidamente la aprobación del Protocolo Complementario al Convenio de Ilo de 1992.
Generó también incomodidad en Perú la voluntariosa detención y entrega de Martín Belaunde, exasesor del presidente Humala. Es probable que estos y otros incidentes influyeran también en la decisión de apartarnos del proyecto bioceánico, del cual Perú y Brasil son impulsores.
Paraguay: El gobierno boliviano hizo duras críticas al Congreso paraguayo por la destitución constitucional del expresidente Lugo. Bolivia no atendió oportunamente la solicitud de detención y extradición de prófugos paraguayos acusados de asesinar a la hija de un expresidente de ese país y, más bien, se les otorgó refugio en Bolivia, lo que facilitó su fuga.
Chile: El gobierno de Evo Morales optó por judicializar el tema marítimo, aunque habría sido óptimo que Bolivia hubiese canalizado el apoyo internacional que en ese entonces gozaba el expresidente Morales, a fin de alcanzar la solución del problema marítimo, bien fuera por la vía de la mediación o de la conciliación. Siguiendo esa línea, ¿no habría sido más acertado buscar, desde un principio, la discreta mediación de personalidades, de jefes de Estado o de organismos internacionales para propiciar una negociación juiciosa, inteligente y serena, a la que seguramente se hubiese sumado el Papa Francisco?
Integración regional: Bolivia desaprovechó la oportunidad de asumir liderazgo en esta esfera y, por el contrario, siguiendo las consignas de Hugo Chávez y, con deslucidas gestiones durante su gestión en la secretaría general, contribuyó a debilitar la CAN y a la desaceleración del proyecto andino de integración.
Unión Europa: El año 2007, en el marco de la CAN, el gobierno de Morales se rehusó a negociar y firmar un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, que además de ofrecer un trato comercial preferencial y mayor inversión directa proveniente de la UE, prometía la eliminación de visas para el ingreso de ciudadanos bolivianos a los países de la Unión Europea (espacio Schengen). Por lo demás, las relaciones se mantuvieron en un nivel de normalidad gracias a la diplomacia europea acreditada en Bolivia, que tomó la iniciativa para sostener un buen relacionamiento.
Relaciones multilaterales: El accionar de Bolivia en el Consejo de Seguridad, en la Asamblea General de la ONU y también en la OEA fue deplorable por la manifiesta ideologización, la falta de planificación y sentido de oportunidad.
Karen Longaric fue Canciller de Bolivia.