¿Han sido bien elegidos los candidatos vicepresidenciales de cara a las elecciones de agosto del presente año? Conviene comenzar la respuesta con una aclaración básica: nunca se va a contentar a todos. Sin embargo, sabiendo que no vamos a estar todos contentos, es indispensable comprender qué lectura podemos dar a la elección de estos candidatos a vicepresidentes: Sebastián Careaga con Rodrigo Paz, Edgar Uriona con Jaime Dunn, José Lupo con Samuel Doria Medina y Juan Pablo Velasco con Tuto Quiroga. ¿Están bien? Vale la pena sentar el mensaje central de partida de esta reflexión: hay algo en común en todos estos candidatos: son meritorios. Son gente que se ha hecho sola. Ha generado recursos propios en base a su capacidad. Ese es el meollo de partida que resulta imprescindible tener en cuenta. Veamos a cada candidato:
En el caso de Tuto, tenemos a Velasco, que es un fantástico empresario. El portal Eju.tv lo describe como “un emprendedor con más de 10 años en la industria tecnológica, cofundador de la primera empresa de delivery online de comida en Bolivia, adquirida después por el gigante PedidosYa; gerente de Yango con servicio de taxi en seis países; cofundador de PRESTO, que emitirá tarjetas de crédito en países en desarrollo; cofundador de MOBI LATAM, una empresa de energía limpia y micromovilidad urbana considerada la startup más valiosa de Bolivia”.
Junto a Rodrigo Paz tenemos a Careaga, que de acuerdo a su hoja de vida oficial tiene las siguientes características: “A sus 31 años, Careaga es conocido no como político, sino principalmente por su trayectoria en el automovilismo deportivo, en el que ha cosechado importantes logros. Entre sus victorias más destacadas se encuentran el Gran Premio Nacional de Automovilismo en 2019 y dos ediciones del Rally Amazónico (2021 y 2022), que lo consolidaron como uno de los pilotos más exitosos de su generación. Careaga también ganó visibilidad como empresario y dirigente cívico-productivo. Desde octubre de 2020 está al frente de la Federación de Empresarios Privados de Potosí (FEPP) y un año después asumió la presidencia del Bloque Minero del Occidente”.
Jaime Dunn ha hecho dupla con Edgar Uriona. Un gran empresario en Estados Unidos. Nació en Tarata y migró de joven a buscar fortuna. Logró su objetivo. Hoy es dueño de 36 empresas en distintos rubros como la comida y a la construcción en EEUU. Un hombre exitoso que partió de cero y hoy es rico y respetado. Y, no es un detalle menor, domina el quechua, aparte del español y el inglés.
Samuel Doria Medina se decantó por José Luis Lupo, un brillante tecnócrata que no sólo fue cinco veces ministro en distintos gobiernos, desde Jaime Paz, pasando por Hugo Banzer y llegando al mismo Tuto Quiroga, sino que fue, por más de dos décadas, un destacado funcionario de CAF y BID, con presencia en Argentina, Brasil y Colombia y supervisión en una decena de países. Un hombre unido al éxito profesional a lo largo de toda su vida.
Hecha esta imprescindible descripción, veamos qué reflejan estas candidaturas.
Uno, la aparición de candidatos excepcionales. Excepcionales tanto como excepción como por logros. No hay miles de velascos, careagas, urionas o lupos. ¿Qué significa eso? Un cambio de timón discursivo. O, mejor, un cambio de paradigma: de la Bolivia del lamento pasamos a la Bolivia meritocrática. Esa es una decisión difícil. Más de uno –en realidad, miles– dirán que no se incluye a los marginados. Mi interpretación es distinta: se logra incluir a los marginados con gente que sabe lo que hay que hacer. No es una cuestión de piel, es una cuestión de mérito. Ya no eres el mejor porque has nacido con un color de piel, eres el mejor porque te lo has ganado.
Dos, el “círculo rojo” de la política se quiebra. Los que saben de política, los que deciden sobre política, deben ceder sus puestos a los que viene “de afuera”, pero quieren influir. La política ya no es de una o algunas élites atornilladas en el poder. La política es para aquellos que quieren incidir aún sin saber a lo que se están metiendo. Eso es positivo. Llamamos a estos nuevos políticos con el nombre de outsiders. Pero Lupo, quien ya estuvo en funciones de gobierno, ¿puede ser visto bajo esta categoría? En cierto modo, sí. Por más de 20 años fue un técnico de primer nivel que decidió volver y hacer política reinventándose él mismo. Es algo positivo. La política merece regenerarse o autorregenerarse, como en el último caso, de tanto en tanto.
Tres, estos candidatos nos muestran que es posible promover una “economía más allá del gas”. Todos ellos han logrado su éxito en actividades empresariales alejadas del circuito clásico de la economía de los recursos naturales. Sebastián Careaga es una excepción, ligado como está al circuito minero, pero ha diseminado su vitalidad empresarial hacia la construcción y, no es de menor importancia, ha promovido el deporte del automovilismo con innegable empeño y éxito. En todo caso, todos ellos, en especial Velasco, forman parte de este nuevo e imprescindible avance.
Cuatro, no es un rasgo común en todos los candidatos, pero merece tomarse en cuenta: Rodrigo Paz y Tuto Quiroga han elegido millenials, generando un matrimonio intergeneracional indispensable. Tras el gobierno de Jeanine y la elección de Arce, los jóvenes de replegaron y una reaparición de juventud en este cargo no es un detalle menor. Es un necesario grito de convocatoria a la juventud.
Finalmente, no es un rasgo común: sólo lo tiene Dunn-Uriona, la elección de un mestizo como compañero de fórmula. También es una excepción. Pero una excepción encomiable: no llora/gime como el Evo de hace dos décadas, genera plata como empresario y es millonario, domina el quechua (no como Morales) y tiene un nexo fluido y sano con Estados Unidos.
Insisto: se apuesta por un nuevo paradigma. Ya he escuchado y leído a aquellos que quieren un candidato proveniente del campo, que trabaje fatigosamente 14 horas al día, tenga una piel andina. No sé si puedo decir que está mal, pero sí puedo estar seguro que seguir ese formato logra preservar el paradigma creado en 2005. Este nuevo modelaje de figuras deja una certeza: los mejores, los más eficientes, los destacados, son nuestros candidatos. ¿Racismo? En absoluto. Tengo la firme convicción que la única manera de tener éxito como democracia es democratizando la meritocracia. No deben ser sólo algunos. Debemos ser muchos, democráticamente meritocráticos.
Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.