Es innegable que hay un problema por resolver en el país -la relativa escasez de dólares- y digo relativa, porque si bien el tipo de cambio oficial sigue en Bs6,96 en el mercado oficial, este dólar barato escasea y, como no funciona el mercado libre, puesto que quien lo venda por arriba de Bs6,97 corre el riesgo de ir preso, rige el mercado negro donde el dólar abunda a más de Bs8,50 con lo que la importación de insumos, bienes de capital, equipos de transporte, etc., se encarece por la inevitable subida de la comisión de transferencia en la banca.
Para intentar una solución, resulta indispensable una lectura adecuada de la realidad, entender por qué llegamos a esta situación, cómo salir airosos de la misma y, sobre todo, lo que de ninguna manera se debería hacer para no profundizar el problema.
Lo que vivimos hoy es resultado de las decisiones del pasado y lo que acontezca a futuro dependerá de las buenas o malas decisiones que se tomen hoy. Quien no aprende de los errores del ayer tiende a repetirlos y a enfrentar problemas adicionales que luego podrían tornarse inmanejables.
¿Por qué escasean los dólares en el país? En 2022 no hubo dificultad para atender la demanda de divisas, es más, Bolivia registró un superávit de 1.700 millones de dólares, por lo que la exportación de bienes tangibles atendió, de lejos, las necesidades de la divisa para las compras externas.
El empresariado privado pagaba sus importaciones por su propio esfuerzo, con los dólares de sus ventas externas y el sector público tampoco tenía dificultades, mientras la renta petrolera por la exportación de gas, urea y GLP, minerales y algún producto no tradicional, cubría la importación de combustibles, el servicio de la deuda externa y otros.
El problema se genera cuando la exportación de hidrocarburos comienza a bajar, y sube la importación de combustibles, bienes de capital para las empresas públicas y el pago de la deuda externa, provocando la caída de las Reservas Internacionales Netas del Banco Central de Bolivia (BCB), algo que, habiendo sido ácidamente criticado por los políticos y analistas -en su mejor intención, tal vez- produjo un cambio en las expectativas de la gente por el temor de una devaluación, ocasionando procesos especulativos, y que el dólar desaparezca y suba de precio por la mayor demanda de quienes pretendían refugiarse en la divisa estadounidense para precautelar el poder adquisitivo de sus ahorros, aunque se sabe que cuando las expectativas se tornan negativas, la eficacia de las políticas públicas se neutraliza y eso es lo que ocurrió.
Para agravar la situación, en 2023 las exportaciones bolivianas cayeron 2.800 millones de dólares; el país perdió 700 millones de dólares por el déficit comercial y, como no hubo el superávit de 1.700 millones del 2022, los recursos faltantes superan los 5.000 millones de dólares, de ahí que, no es que los exportadores no traigan su dinero al país y no es que los exportadores tengan la culpa de lo que está pasando, mucho más, cuando el sector sigue apostando por Bolivia pese a lo agreste del contexto externo, los insufribles bloqueos internos y la falta de una agenda público-privada de corto, mediano y largo plazo.
¿Cómo solucionar la falta de divisas? Exportando más, en el sector privado, hasta inundarnos de dólares y que baje su precio por la abundancia. En el sector público, lo propio, aunque para ello debería invertir más, pero como no hay tiempo, quedan como opciones: Bajar sus importaciones, v. gr., dando todas las facilidades para que los privados importen combustibles sin pagar tributos, ni siquiera el IVA; mejorar la tasa de los bonos en dólares del BCB permitiendo que personas jurídicas nacionales inviertan en ello y, subir el endeudamiento externo.
Lo que de ninguna manera se debería hacer es, controlar el comercio exterior, no solo porque podría llevarnos a repetir la nefasta historia de hace 40 años con la hiperinflación, sino, porque la entrega obligatoria de divisas termina afectando a la exportación, y la asignación de divisas para importar, acaba siempre en corrupción.
De ahí que, entre la poco feliz advertencia del Presidente del Estado, que cayó como un balde de agua fría sobre los exportadores, y la posterior aclaración del Ministro de Economía y Finanzas Públicas, me quedo con esta última, por el bien del país, cuando dijo, “Montenegro: No vamos a aplicar ninguna medida de obligatoriedad para traer divisas al país” (EL DEBER, 12.05.24).
Gary Antonio Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional