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En riesgo de extinción | 29/07/2025

Litio y sodio: un nuevo modelo de desarrollo

Roger Cortez Hurtado
Roger Cortez Hurtado

Mientras los candidatos nos entretienen con acusaciones sobre sus malos pasos e intenciones de disponer en beneficio de cada uno y del gobierno que suponen caerá en sus manos el próximo noviembre, el mundo no se detiene. De modo que, antes de que pase un semestre, veremos que Contemporary Amperex Tehnology Limited (CATL) ingresa masivamente al mercado global de baterías de sodio para vehículos eléctricos.

Esa compañía, actualmente la mayor fabricante de baterías de litio, copa alrededor del 38% del mercado mundial, es la misma con la cual el gobierno boliviano ha firmado el principal contrato que quiere hacer aprobar en el Legislativo al costo que sea, antes de resignarse a entregar el mando del país.

Las baterías de sodio tienen claras ventajas de costo, seguridad y disponibilidad sobre las de litio que pueden permitirles imponerse progresivamente en coches eléctricos pequeños urbanos, que representan a escala global la mayor parte del mercado de vehículos eléctricos.

Esta información, recopilada sin pretensión alguna de experticia, está disponible públicamente y es muy fácil de procesar con cualquier herramienta de búsqueda de Inteligencia Artificial y augura que las decisiones sobre el litio de nuestros salares nos ubicarán en medio de una disputa geoestratégica global.

Los más de 1.000 millones de dólares gastados por el Estado boliviano desde 2006, con el objetivo de crear una tecnología propia, han resultado en una pérdida completa –más allá de los negocios turbios que pudieran encontrarse–  y no nos otorgan superioridad alguna. Este antecedente no ha servido para prevenir que una de las mayores desventajas del contrato patrocinado por el gobierno sea precisamente la ausencia de previsiones en transferencia tecnológica.

Ese proyecto de acuerdo asume altos precios del litio, pese a que han descendido notoriamente en los últimos años, y no considera el impacto de la irrupción de nuevas tecnologías, como las baterías de sodio, que se perfilan como una alternativa más económica, sostenible y segura frente a las baterías de litio, especialmente entre los vehículos eléctricos compactos, gracias a las siguientes ventajas:

  Coste y abundancia. El sodio es mucho más abundante y económico que el litio, lo que permite fabricar baterías notablemente más baratas y menos dependientes de mercados geopolíticamente inestables. Se estima que la producción masiva reduce costos hasta en 30%, en comparación con las baterías de litio (que representan alrededor de un cuarto del costo de fabricación de cada coche).

  Sostenibilidad y seguridad. La extracción de sodio genera menos impacto ambiental, y las baterías son más seguras, con menor riesgo de incendio.

  Ciclo de vida. Nuevas químicas permiten alcanzar ciclos de vida comparables o superiores a los de litio ferro-fosfato (LFP.

Las desventajas son:

  Menor densidad energética: Las baterías de sodio almacenan menos energía por kilogramo frente a las de litio. Esto implica baterías más grandes o vehículos con menor autonomía real.  Por ahora, se adaptan mejor a autos urbanos y compactos con autonomías de 200-300 km; no a coches más caros y autónomos.

  Tecnología menos madura. La cadena de suministro, la estandarización industrial y la experiencia de campo de las baterías de sodio están mucho menos desarrolladas. Falta infraestructura, datos históricos de fiabilidad y economías de escala.

En síntesis, según las fuentes de búsqueda antes apuntada, las baterías de sodio difícilmente desplazarán a las de litio en el conjunto de la industria automovilística en el corto o mediano plazo, pero sus claras ventajas de costo, seguridad y disponibilidad permitirán que se impongan progresivamente en coches eléctricos pequeños urbanos y aplicaciones estacionarias de almacenamiento energético”.

Ni las asociaciones semi accidentales que promueven candidaturas presidenciales (púdicamente llamadas frentes o coaliciones electorales) ni los residuos del movimiento político hegemónico de los últimos 20 años tienen interés alguno en conocer –menos debatir– los efectos de estos cambios que afectarán decisivamente lo que muchos asumen como centro de la industrialización boliviana.

Las baterías de sodio tienden a probarnos que la común perspectiva desarrollista del siglo pasado y las nociones de industrialización de todas las candidaturas son tan arcaicas como inútiles. El indispensable cambio de modelo de desarrollo que necesitamos para encarar nuestros problemas de hoy y la construcción de nuestro futuro requiere superar sus planteamientos.

Roger Cortes es investigador y docente.



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