Una lechera iba al mercado a vender la leche que llevaba en un cántaro. Al caminar, pensaba en todo lo que haría con el dinero: cuando me paguen, se decía, compraré unas gallinas que pondrán muchísimos huevos; los venderé y con ese dinero me compraré un vestido y zapatos muy elegantes. Luego, iré a la fiesta del pueblo y estaré tan hermosa, que todos los chicos se fijarán en mí. Andaba tan distraída pensando en qué chico escogería, que tropezó con una piedra, el cántaro cayó, se rompió, y toda la leche se derramó. Con la leche derramada, se fueron las gallinas, los huevos, el vestido, los zapatos y los chicos a escoger.
La moraleja era que nuestros sueños y planes no deben apartarnos de la realidad.
Esta historia –que recuerdo desde mis tiempos del colegio– es lo primero que se me vino a la cabeza al oír que, habiendo perforado un pozo, el Mayaya X1, se sabía que tenía 1,7 trillones de pies cúbicos de gas (TCF) de reserva, lo que se traduciría en cerca de 7.000 millones de dólares de ingresos; además, eso era solo el principio porque pertenecería a una nueva cuenca con unos 17 TCF de gas; el Gobierno estima que habrá que invertir unos 1.500 millones para llevar los primeros TCF al mercado aprovechando la red de ductos a partir de Sica Sica. Ah… no; esa era la noticia de anteayer. Acabo de leer el domingo 21 que el plan de YPFB ahora, es invertir solo 400 millones de dólares para…. un ratito, me ubicaré.
A ver: Mayra Campos, gerente de Administración Técnica de Proyectos y Evaluación de YPFB, dijo a ERBOL que, por el momento, solo se puede confirmar presencia de gas y condensado asociado en Mayaya, por lo que, para confirmar la capacidad de producción, YPFB prevé una inversión inicial de 400 millones de dólares para perforar dos pozos delimitadores y un pozo exploratorio.
Pero el vicepresidente de Administración, Contratos y Fiscalización de YPFB, Wilman Yabeta, anunció algo distinto: el inicio, lo antes posible, de la explotación del yacimiento para lo que, con 400 millones de dólares, además de la perforación de tres pozos complementarios (no exploratorios), se contempla la construcción de una planta de procesamiento de gas y el tendido de 200 kilómetros de ducto hasta la planta de Senkata, en El Alto. ¡Espero que, en este apuro, no se contrate el ducto y la planta de procesamiento antes de tener los resultados de los pozos exploratorios!
Frente a este nuevo impulso al extractivismo, conocidos economistas, comunicadores y políticos plantean alternativas: la promoción del turismo, la ampliación de la base tributaria (incorporando al oro y la coca), eliminar las subvenciones, reducir la administración pública, apoyar las exportaciones agroindustriales y manufactureras, modernizar la minería tradicional, el litio (bien manejado), atender la educación, adoptar las nuevas tecnologías, etc., etc.
Cierto, cualquier opción viable al extractivismo es mejor que seguir abusando a la Pachamama. Pero, como ya lo anticipamos hace 20 años (https://ensayosydebate.blogspot.com), todas estas ideas no están muy lejos de repetir la historia de la lechera y su cántaro y, con toda seguridad, por muy exitosas que fueran, no resolverán el verdadero problema: más del 75% de la población económicamente activa está ocupada (no empleada) en actividades cuya productividad no está muy por encima de la actual línea de pobreza: generan rentas mínimas, pero no crean valor (nuevos bienes y servicios) para la economía y la sociedad. A diferencia de lo que busca el Gobierno –y defienden ciertos libertarios–, generar rentas puede resultar en crecimiento, pero nunca será desarrollo.
Frente a este panorama de confusión y conflictos, tenemos el desafío de responder cómo, en las difíciles condiciones, recuperamos la racionalidad, la objetividad y la madurez que requerimos para diseñar y administrar creativamente el cambio que nos saque del extractivismo.
De inicio, la naturaleza de los problemas que enfrentamos no dejan alternativas de solución posibles (en lo social y económico) que no consideren el crecimiento a partir de la creación de valor y la drástica mejora de la redistribución de riqueza. Solo estrategias centradas en creación de valor y en empleo productivo y sostenible, implican procesos viables de redistribución y requieren, como condiciones necesarias, el crecimiento armónico de la economía, la articulación rural-urbana en el marco de una verdadera autonomía complementaria y real, una inserción económica internacional competitiva, el uso y desarrollo de tecnologías, etc.
Es decir, Bolivia desaprovecha su recurso más valioso: la creatividad y alta capacidad de trabajo de sus hombres y mujeres. Cada año, unos 150.000 jóvenes ingresan al mercado laboral, pero menos de 20 mil son empleados en actividades con productividad comparable a la de América Latina. La creación de riqueza con equidad es la propuesta estratégica para una profunda y acelerada transformación de las estructuras políticas, económicas y sociales que respondan a los desafíos previsibles en los próximos 20 años.
Pero esto no será posible en tanto Bolivia esté ensimismada en debates y en conflictos sobre posiciones y demandas de tipo corporativo, emocional e ideologizado (no ideológico) que configuran una agenda imposible de resolver por los conflictos y las inevitables contradicciones. Si no identificamos ni resolvemos los problemas de fondo, ¿valdrá la pena realizar elecciones judiciales, reformar la Constitución, modificar la Ley de Hidrocarburos, comprar oro a cooperativistas, etc. si todo ello no garantiza la creación de riqueza con equidad y oportunidades de empleo digno para todos?
La respuesta fue, es y será NO, en tanto la atención no esté en los verdaderos problemas y la discusión no sea seria y propositiva en términos de objetivos enmarcados en una visión social compartida de desarrollo productivo, competitivo e inclusivo.
Si en lugar de fijar metas de inflación, de déficit o de tipo de cambio, el objetivo fuera crear 150.000 empleos/año con la productividad promedio de América Latina (25.000 dólares) y tener la distribución del ingreso del año 2000 (36% del PIB destinado a remunerar el trabajo), nuestro PIB crecería unos 5.000 millones de dólares, un crecimiento del 12% en términos actuales.
Como control de realismo, ciertos rubros de la manufactura actual en Bolivia superan los 40.000 dólares en productividad laboral. Pero, para ello, debemos entender cómo funciona realmente la economía. Por ejemplo, la absurda fijación de metas del servicio impuestos en recaudaciones resta entre 5.000 y 7.000 millones de dólares a la capacidad de consumo de los hogares (y a la demanda a nuestro aparato productivo) y el tipo de cambio fijo asegura que sea el contrabando el que llene la oferta. En general, en tanto podamos crear sosteniblemente los empleos dignos que nuestros hijos merecen, el tipo de cambio, el nivel del déficit o el de las RIN tendrán que ser del nivel que permitan esa creación de empleo, sin importar las cifras. Fijarlas al “ojímetro” sin ese objetivo en mente, no tienen el menor sentido.
Enrique Velazco Reckling, PhD, es investigador en desarrollo productivo