Las encuestadoras se equivocaron. No una vez: diez o quince veces. De nada sirve que ahora hagan malabarismos verbales para explicar sus mediciones erróneas, sería más conveniente para ellas decir que hicieron mal su trabajo, a que las acusen de haberse vendido a quienes pagaron por esos ejercicios que no lograron identificar la decisión de los votantes.
El Tribunal Supremo Electoral (TSE) debería tener un sistema de auditoría para verificar si las encuestadoras hacen bien su trabajo. No basta darles una certificación o autorización para operar como un cheque en blanco. Es muy grave lo que las encuestas sesgadas pueden ocasionar en la sociedad. ¿Quién regula a las encuestadoras?
Rodrigo Paz no venció en las encuestas (que le daban el tercer o cuarto lugar) pero arrasó con ellas, cuya credibilidad está ahora pegada al techo con moco de pavo. Tanto show en primer time para mostrar cada semana resultados en los que tontamente la población creía. Margen de error: 2.5%, decían, con una precisión altanera. Ahora se justifican: no podían saber por dónde se dispararía el voto de los indecisos; y especulan sobre el “voto oculto”, pero lo cierto es que ha quedado demostrado (una vez más, como en 2020), que las encuestas no sirven para orientar sino para desorientar a la población. Entonces, ¿para qué que son buenas? Es un negocio como cualquier otro, nada más.
En cualquier caso, la victoria indudable de Rodrigo Paz, con ventaja de casi seis puntos sobre Tuto Quiroga, recibió inmediatamente el reconocimiento de Samuel Doria Medina, quien le ofreció su apoyo (honrando la palabra empeñada), y todos los que no vimos venir su victoria le debemos respeto a los resultados.
Obviamente, Tuto Quiroga no está contento, pues inmediatamente reactivó la maquinaria de difamación que ya había disparado cañonazos contra Doria Medina. En las largas semanas que quedan para la votación del 19 de octubre, seremos testigos de una guerra sucia redoblada, peor de la que estamos viendo en esta primera semana.
Es muy triste que la política del país se mueva de esa manera, y tienen que tener mucho cuidado los que creen ayudar a Jorge Quiroga difundiendo masivamente noticias falsas o interpretaciones sesgadas sobre Rodrigo Paz. Es posible que la guerra sucia se vuelque como búmeran contra el propio Tuto, cuyas mañas son cada vez más conocidas. También es cierto que Edman Lara tiene la boca más grande que el cerebro, y que su incontinencia verbal ha proporcionado muchas municiones a la virulenta campaña contra Rodrigo Paz y el costo podría ser muy alto: así como lo ayudó a ganar, puede ayudarlo a perder.
Los ataques están bien orquestados desde la tienda de campaña de Jorge Quiroga, que no se ha desmarcado de la guerra sucia. La estrategia de difamación tiene claramente tres vertientes que se van a agudizar en las largas semanas que preceden al 19 de octubre:
En primer lugar, mercenarios como el ultraderechista español Negre, de “La Derecha Diario” (que obra como si fuera jefe de campaña de Tuto), insistirán hasta la saciedad en que Rodrigo Paz es un masista disfrazado, y rebuscarán en todos los videos de Edman Lara (que son demasiados) para encontrar frases sueltas y declaraciones que convierten a la dupla en peligrosos socialistas, miristas o zurdos (para usar las palabras de la campaña negra de Negre, inspirado a su vez en Vox y Milei).
En segundo lugar, tratarán de dividir a Paz y a Lara. Lo están intentando desde el primer día y tienen el charque servido porque en los videos de TikTok del capitán de policía, el que no cae resbala: hay para todos los gustos. Sírvase lo que quiera y destrócelo con sus propias palabras. Ese tipo es un temerario de las palabras, se dispara en el pie todos los días.
En tercer lugar, usarán las declaraciones del mismo Rodrigo Paz (que se han vuelto demasiado cautas desde que ganó la primera vuelta electoral), para mostrar sus contradicciones. Ya circula ampliamente un video en el que Paz apoya la reelección de Evo Morales en el referendo del #21F de 2016. Aunque haya tenido en ese momento razones coyunturales y ahora diga que es un montaje, no lo es. El video es muy claro y no deja lugar a duda. Sus evasivas recientes a decir si tomará preso a Evo Morales, muestran que espera contar con votos masistas, aunque luego pueda darles la espalda. Tampoco dice si liberará inmediatamente al gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho y a la expresidenta Jeanine Añez, que son claramente presos políticos. Se limita a decir que “la justicia se encargará” y que no son los únicos casos que hay que tratar, lo cual es bastante ambiguo como discurso.
Los estrategas de campaña de Rodrigo Paz deben estar haciendo cálculos: ¿qué le conviene más, mostrarse perdonavidas con el MAS para capturar esos votos dispersos, o afirmar con energía que se tomará preso al cacique del Chapare y se recuperará el control sobre el territorio que actualmente controla el narcotráfico?
No vi los debates de televisión, simplemente leí comentarios sobre las frases salientes de los candidatos. Leí que Rodrigo Paz no fue tomado en cuenta en varios debates, y que cuando lo invitaron se lució sobre los demás. Los debates me deprimen porque, por lo general, los candidatos están más preocupados en echarse barro, que en mostrar propuestas. Tengo entendido que Rodrigo Paz salió airoso precisamente porque evitó resbalar en el lodo.
Luego de su victoria he visto algunas entrevistas que concedió antes, cuando las encuestadoras le atribuían porcentajes mínimos y lo descartaban como amenaza para los punteros. En esas entrevistas esciché algunas propuestas que promete llevar a cabo en el menor tiempo posible.
Una de ellas se refiere a la reforma de la justicia, tan urgente en Bolivia donde el sistema de justicia modelado por el MAS es el más corrupto de nuestra historia. Escuché que para Rodrigo Paz esa reforma será una prioridad. Dijo incluso que invitaría al expresidente Eduardo Rodríguez Veltzé para liderar esa reforma junto a otros expertos internacionales, y espero que extienda la invitación al equipo de juristas que realizó un enorme esfuerzo hace dos años para reunir firmas para encaminar dicha reforma. No se consiguió el millón de firmas necesarias, porque paradójicamente es mucho más fácil crear con pocas firmas un nuevo partido político, que buscar una reforma de la que depende la justicia en el país.
Otra de las promesas de Rodrigo Paz cuando era candidato “sin posibilidades” (según las encuestadoras), es la de limpiar el aparato del Estado de funcionarios corruptos que fueron nombrados sólo por su afinidad con el MAS. Paz ha sido categórico al decir que se respetará la meritocracia por encima de todo, y su vicepresidente Lara ha enfatizado (con torpeza difícil de igualar) que barrerá con la corrupción.
Rodrigo también ha prometido acabar con el contrabando a través de la reducción de aranceles para la importación, con una lógica que parece aplastante: ¿qué sentido tiene una carga impositiva de 45% a productos electrónicos (celulares, computadoras) que no tenemos capacidad de fabricar? El contrabando se acabará, dice, cuando los importadores sean legales, en la medida en que paguen lo justo (habló de un 10% razonable).
Y esto lleva a otra de sus promesas: acabar con la informalidad en este país que es el más informal de América del Sur. La informalidad incluye el contrabando, el tráfico de dólares, de gasolina y diésel, de oro, etc. Son ajustes que no gustarán a muchos sectores que han adquirido en tiempos del MAS un poder excesivo. Por ejemplo, los cooperativistas mineros, que se han constituido en un poder paralelo al que nadie se atreve de ponerle un alto definitivo. Entiendo que toneladas de oro, por valor de cerca de 3.000 millones de US$ anuales, sale ilegalmente de Bolivia, mientras los bribones cooperativistas solamente pagan el 2% sobre lo que declaran (que es una pequeña parte), y encima exigen carburante y una lista interminable de privilegios. Lo que no ha dicho con claridad es lo que hará con el agronegocio exportador que provoca incendios de millones de hectáreas cada año y deja sus dólares en el extranjero.
Varias veces ha dicho Paz que liquidará la aduana. Quizás lo que quiere decir es que reducirá a su mínima expresión esa institución estatal que ha estado extorsionando a los bolivianos durante dos décadas, impidiendo que se establezcan empresas formales y alentando el contrabando a través de las cinco fronteras.
Retengo también una frase que me pareció interesante: mientras demagogos como Manfred Reyes Villa (que mordió el polvo en los resultados electorales) hablaba de tener en su bolsillo compromisos por valor de 10 mil millones de dólares, Rodrigo Paz promete ser cauto con el endeudamiento externo, y afirma lo que todos sabemos: hay dinero en el país, pero se lo roban. No sólo se lo roba el gobierno, sino la banca privada y los exportadores que dejan sus dólares en cuentas del exterior. No va a ser fácil que el candidato presidencial obligue a esos sectores a actuar en beneficio del país.
Finalmente, y no es poca cosa, ha prometido no reelegirse al cabo de 5 años. Mejor todavía, promete modificar la Constitución eliminando la reelección. Suena bien, salvo que no sería la primera vez que un presidente en el poder (en América Latina en general), no se aferre a la silla presidencial luego de unos años de calentarla.
Ahora bien, todo lo anterior tiene áreas grises. He visto que muchos de los diputados y senadores electos en la plancha de Rodrigo Paz tienen cola de paja masista. Una cosa es que el candidato recoja votos del masismo para ganar la elección, y otra muy peligrosa es que tenga masistas de hueso duro en sus filas parlamentarias. Obviamente que no puede alegar que no lo sabía, la selección de candidatos es pensada y deliberada con miras a ganar curules. De las listas de diputados y senadores de Rodrigo Paz, ninguno merece mi confianza, como tampoco los electos en la lista de Tuto Quiroga. Peor aún, no logro imaginar al capitán Edman Lara como cabeza de nuestro congreso… Sería tan lamentable como tener a Juan Pablo Velasco. ¿No había nada mejor en este país? Estamos en un callejón sin salida en ese rubro.
La campaña extremista de Tuto reivindica el término “derecha” como si fuera algo bueno, y acusa a Paz de ser de “izquierda”, como si fuera cierto. En realidad, Rodrigo Paz repite la historia de Jaime Paz, su padre y expresidente de la república: por una parte, está en el origen político un impulso progresista (lucha contra el autoritarismo, ideales igualitarios, fundación del MIR); y por otra una sorprendente flexibilidad (oportunismo, sería la palabra) para pactar con sectores conservadores y tomar sus propuestas (Banzer antes, Jaime Dunn ahora). Hay que ser muy hábil equilibrista para caminar por la cuerda floja entre ambos extremos.
@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta