La inflación anualizada en Argentina superó ya el 100% y su situación económica no mejora; el país está tan sobreendeudado que afectará a varias generaciones; la baja del salario real es patente; aumenta la pobreza; las finanzas públicas, altamente deficitarias; y, por si ello fuera poco, la sequía afectará con tal severidad la producción de granos en el vecino país, que no solo perderá miles de millones de dólares, sino que deberá importar soya para abastecer a su agroindustria.
Frente a tan preocupante situación, el gobierno argentino lanzó varias medidas para fortalecer a su sector agroexportador a fin de captar más dólares para engrosar sus débiles reservas de divisas y tratar de proteger la moneda nacional de un mayor deterioro. Pese a ello, el “dólar blue” no deja de superar sus propios récords, rebasando los 400 pesos argentinos frente al dólar oficial, cuya cotización está en menos de la mitad, pero es inaccesible por su escasez.
“Un tipo de cambio diferencial para incentivar las exportaciones agropecuarias, encarar los efectos de la sequía y fomentar la liquidación de divisas ante la escasez de reservas que sufre el país”, es parte del paquete de medidas, reportó una prestigiosa cadena de noticias alemana, añadiendo que “las medidas se lanzan para mitigar los efectos adversos en las reservas por el severo impacto de la sequía que sufre Argentina y que, según cálculos privados, implicará para el país pérdidas de ingresos por unos 20.000 millones de dólares este año, lo que ahonda las limitaciones del Banco Central para afrontar la creciente demanda de divisas en la plaza cambiaria y para pagar importaciones” (“Argentina lanza medidas para fortalecer reservas mediante más exportaciones”, Deutsche Welle, 5.04.2023). Tan dolorosa experiencia, nos permite sacar algunas conclusiones…
En primer lugar, cuando al sector exportador le va bien, todo el mundo está contento por la gran bendición de tener una fuente estable de ingresos de dólares; de ahí que, si le va mal al sector productivo y agroexportador, se sale en su rescate, pues, si les va mal a ellos, les irá mal a todos, gobierno incluido.
Ciertamente, la exportación nunca ha sido un problema, como un exviceministro boliviano de triste recuerdo osó aseverar hace 16 años, recomendando no exportar porque nos hacía dependientes del mercado externo y sus vaivenes...
Un país que no pone obstáculos, sino que apoya a su sector exportador, crecerá de forma sostenida y sostenible en el tiempo; generará mayores ingresos para su economía y para los trabajadores; moderará su alta dependencia del mercado interno; mejorará su competitividad con el acceso a la tecnología y el conocimiento; atraerá inversión extranjera en función de su potencial, y, la posición de su balanza de pagos se fortalecerá gracias al mayor ingreso de divisas.
¡Dura lección aprendida! La vida cobra caro los errores en materia económica. Basta recordar a gobiernos anteriores en la Argentina, de igual ideología a su gobierno actual, que bajo la lógica rentista de recibir platita a costa del trabajo de otros -sin mover ellos un solo dedo- impusieron retenciones (impuestos) a sus agroexportadores y ahora se desviven por ellos, reconociéndoles su valía…
La escasez de dólares que vive Bolivia en el momento actual tiene mucho que ver con la disminución de la exportación de hidrocarburos en un 50% respecto a su mejor momento (2013-2014), algo que se pudo evitar de haberse escuchado el clamor del sector empresarial para adoptar, oportunamente, políticas públicas valientes relativas a la producción de biocombustibles, el pleno uso de la agrobiotecnología, la negociación de acuerdos comerciales internacionales, la apertura de mercados externos, la productividad y competitividad.
Pero, pesaron más los defenestradores del “agronegocio”; complotaron contra aquello, los malos asesores gubernamentales; pudieron más los activistas “dueños de la verdad” cuyo oficio es preocuparse por todo y por nada, pero a la hora de la verdad, como hoy, están con la cola entre las piernas, sin soluciones realistas al delicado momento que vivimos por la falta de dólares que pudieron llegar con una masiva exportación de alimentos, algo que ellos, con sus delirantes fábulas e idealistas planteamientos, impidieron que pase…
Bolivia tiene todas las condiciones para salir del problema actual y -más allá de las subvenciones que por consideraciones políticas no se las puede tocar, y del déficit fiscal que es recomendable que empiece a bajar- la sostenibilidad del tipo de cambio fijo -en buen romance, que el dólar no vaya a subir- solo será posible mientras haya reservas de divisas en el Banco Central de Bolivia para financiar la importación, el pago de la deuda externa, etc., por lo que, exportar es una imperiosa necesidad, casi una “cuestión de vida o muerte” para la estabilidad.
Así las cosas, si la solución para ello es la exportación, en vez de cupos y cualquier tipo de restricción, debería merecer de parte del Estado, su máxima atención…
Gary Antonio Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional