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09/12/2023
El Satélite de la Luna

La educación en el mundo después de la pandemia

Francesco Zaratti
Francesco Zaratti

Acaba de presentarse el informe de la prueba PISA 2022 que mide las destrezas de los estudiantes de secundaria en tres áreas: matemáticas, lectura y ciencias. Participaron en esa medición 690 mil estudiantes de 80 países de los cinco continentes. En Latinoamérica se autoexcluyeron Bolivia, Ecuador y Venezuela.

Sin entrar en los detalles del diseño de la prueba, me limitaré a comentar algunos resultados generales.

Como era de esperar, los países que tienen los mejores rendimientos en matemáticas son los de mejor calidad de vida y de mayor homogeneidad social: Japón, Corea (del Sur), Suiza, la UE. Lejos en la tabla, pero encabezando el listado de América Latina, aparecen Chile, México y Costa Rica.

La comparación con la prueba PISA 2018 (antes de la pandemia) muestra un deterioro casi general de los rendimientos en matemáticas. La excepción la marcan Japón y Corea. La explicación de los expertos apunta a la implementación de la enseñanza virtual a lo largo de la pandemia y al incremento del tiempo que los jóvenes dedican a la pantalla, con su secuela de desconcentración en los estudios. En realidad, el número de días de cierre de los colegios en la pandemia fue dispar: 257 en México, 98 en Chile, 45 en España y cero en Suecia.

En cuanto a los rendimientos en lectura, sobresalen Irlanda, Japón y Corea, seguidos de EEUU en un envidiable sexto lugar. Una vez más, los países latinoamericanos muestran puntajes mucho más bajos. Comparativamente con las pruebas de 2012, 2015 y 2018, PISA 2022 muestra una caída acentuada de 20 puntos en promedio en el rubro de lectura, con la excepción de Chile (+7) y EEUU (+6). Pero, si nos limitamos a la comparación entre 2018 y 2022, con excepción de Japón (+12) e Italia (+6), hay un desplome en los países más industrializados mayor que en nuestra región.

La misma clasificación se repite, con pocas diferencias, en el área de ciencias, donde la UE tiene su peor performance, relativamente hablando. Similares apreciaciones (caída de los rendimientos, atenuada en Latinoamérica) se registran en Ciencias, aunque en menor medida. Parecería que las ciencias han resistido mejor el impacto de la pandemia y de las pantallas.

Un dato curioso (limitado a la UE) es el rendimiento por género: en matemáticas las chicas quedan rezagadas de 10 puntos frente a los chicos, pero en Lectura están más de 20 puntos por delante, mientras que en ciencias no se aprecian diferencias. Asimismo, el bajón pospandémico no conoce diferencias de género.

La medición diferenciada entre nativos e inmigrantes arroja diferencias considerables a favor de los nativos (hasta 40 puntos en la UE), reflejo de los condicionantes sociales, con la excepción de Australia y Canadá, debido al estricto “filtro” migratorio que aplican esos países. A este respecto, sería interesante un análisis más profundo sobre la tendencia de esas diferencias: si disminuyen entre una prueba y otra (más inclusión) o se ahondan (más segregación). Desde luego, diferencias similares se registran cuando se comparan estudiantes nativos pertenecientes a diferentes clases sociales.

En cuanto a contrastes entre colegios públicos y privados, ganan en todo lado los privados, con la curiosa excepción de Italia y Japón, países en los cuales la educación pública es fuertemente sostenida.

En cuanto a Bolivia, es evidente que no se necesita una prueba PISA para comprobar el estado calamitoso de la educación en el país y el abismo entre campo y ciudad y entre la escuela pública y la privada. Por esa razón, la terca resistencia del Gobierno boliviano a participar de esa medición global es muy comprensible. Pero, lo que no es admisible es la inercia oficial para generar cambios más profundos que otorgar el bono Juancito Pinto.



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