La comprensión de las cosas necesita considerar los contextos en que se dan. En su escenario temporal y espacial están claves de su interpretación. Allí todo toma sentido y los juicios adquieren base: las opiniones, postulados, relatos, tramas, personajes y desenlaces compartidos en conferencias, textos y escenas; las piezas musicales y danzas; los cuadros, fotografías y esculturas; los edificios y otras infraestructuras… el comportamiento de las personas.
Es tal la importancia de los contextos que en materia penal existen las “circunstancias” de los hechos delictivos que los jueces deben apreciar para, según ellas, atenuar a veces el grado de responsabilidad y de sanción o, a veces, agravarlos.
Con la información es igual. Una noticia descontextualizada lleva a equívocos. Evitarlo es deber de los profesionales que las difunden, pues los otros, los aficionados que se suman a la vorágine de datos, fluyendo velozmente en las redes, no están capacitados para hacerlo. En cambio, los profesionales de la comunicación, en especial esos creíbles y confiables para la ciudadanía por su desempeño, deben ser faros que impidan a quienes nadan en el mar embravecido de las publicaciones digitales ahogarse en ellas.
El caso reciente de unos tuits, cuya veracidad está en duda todavía, atribuidos a Juan Pablo Velasco, el candidato a Vicepresidente de Bolivia por la Alianza Libre, se presta para ejemplificar la cuestión aquí planteada.
El 30 de septiembre, Correo del Sur informó que “el escándalo estalló hace una semana cuando un streamer argentino difundió una serie de capturas de tuits presuntamente publicados por Velasco hace 15 años, con contenido racista contra habitantes del occidente del país. Plataformas de verificación como Bolivia Verifica y Chequea Bolivia validaron inicialmente el material, lo que encendió la controversia. Velasco, sin embargo, negó rotundamente haber hecho tales publicaciones y denunció una campaña de “guerra sucia” en su contra”. Añade el periódico que Luisa Ballivián, una activista boliviana, informó que “el usuario original de Discord que transmitió el video se identificaba como Herbert Müller, y que su cuenta ya fue eliminada.”
Hasta ahí se tiene el hecho, pero no el contexto. Para proveerlo hay que revisar los antecedentes. El lugar: Bolivia; el momento, 2010 y siguientes, según las fotografías de los tuits. Con tales datos debe reconstruirse el contexto de esas publicaciones, lo cual exige un apretado pero completo recuento histórico.
Desde 2006, el MAS incentivó la riña entre indígenas y no indígenas, citadinos y campesinos, cruceños y altiplánicos, oriente y occidente. Fue cuando los Ponchos Rojos chicoteaban a los varones en las calles y avenidas de La Paz para que se saquen las corbatas. Cuando los campesinos amenazaban a los potosinos de la ciudad; cuando los “cambas” era mal vistos en el altiplano y los “collas” en el oriente. Cuando el régimen se llenó la boca con la “Media luna separatista y traidora a la patria”, designando así a los departamentos con mayoría opositora al régimen.
En enero de 2007, la prefectura de Cochabamba ardió y Christian Urresti fue asesinado por masistas cocaleros. En noviembre, el régimen abatió a tres personas en La Calancha, cerca de Sucre. Había que imponer una nueva Constitución para desmantelar la institucionalidad democrática.
En 2008 sobrevino el “cerco a Santa Cruz”, con miles de campesinos a la cabeza de Fidel Surco. Cercaron a Santa Cruz amenazando con armas diversas. Presionaban a los prefectos opositores a aceptar el proyecto de nueva CPE y aterrorizaban a la población.
Ese mismo año sucedió el caso Porvenir, emboscada con muertos de por medio contra Leopoldo Fernández, prefecto de Pando entonces, quien estuvo preso desde entonces hasta 2019 por orden política. Comenzó la cacería de opositores y el exilio en masa.
En 2009 la CPE fue promulgada. Los mestizos dejaron de existir. Se impuso el requisito de la lengua originaria para la función pública, menos para el Presidente y Vicepresidente.
En abril de ese año fue la masacre del hotel “Las Américas” en Santa Cruz, caso creado de “terrorismo”. El mismo sostuvo la persecución de la dirigencia cívica, empresarial y política cruceña, con muertes, detenciones, torturas y exilio de decenas de personas.
“El plan Marcha hacia el oriente” fue un éxito. El desmantelamiento de la institucionalidad democrática iba a toda máquina y los avasalladores, promovidos desde las esferas del poder abusivo, ya estaban llegando en masa.
En 2011, la marcha indígena de tierras bajas en defensa del TIPNIS fue reprimida.
Aquel joven JP, si escribió esos tuits –falta escarbar antecedentes del desaparecido streamer argentino– lo hizo en ese contexto. Hoy es 15 años más maduro y se lo ve sereno, empático, con ganas de hacer bien las cosas. Él tiene el mismo derecho a errar –no a delinquir– y redimirse que cualquier persona, incluidas las que hace 20 años aplaudían los abusos masistas y después cambiaron. Entre ellos, varios comunicadores.
Gisela Derpic es abogada.