Cientos se rasgaron las vestiduras ante el debate vicepresidencial de hace una semana. Con razón, pues el desastre llegó a tanto, que no habría sido un desacierto darle inicio poniendo a desentonar El cóndor pasa al actual segundo mandatario de este pobre país, quien luce con orgullo sus deficiencias para vergüenza ajena. Además, se pudo prescindir de los comunicadores cuyo rol se limitó a dar la palabra en las idas y venidas del que parecía libreto de comedia barata.
Entre los dos candidatos hubo diferencias: el atavío que llevaron para la ocasión, sus estilos verbales y el grado de urbanidad con el cual se trataron, quedando claro que uno representa una tendencia más democrática que el otro.
Respecto de las similitudes, comienzan con su sexo, masculino, y edad. Velasco tiene 38 años y Lara, 39. Son de la misma generación y fueron al colegio en el mismo tiempo y bajo las mismas condiciones y enfoques, cursando el ciclo primario entre los años 1991 y 1997 y, seguramente, culminaron el bachillerato hasta 2003, aproximadamente.
Se parecen también en su inconmensurable falta de información sobre la naturaleza y competencias legales del cargo que pretenden, de las notas, problemas y posibles soluciones que caracterizan al país sobre el cual podrían incidir sus actos, en caso de ser elegidos. De allí se infiere que ambos son iguales en su grado de audacia o, más propio, temeridad.
Luego, sus deficiencias en el orden del pensamiento lógico, vistas en la estrechez de sus vocabularios, la repetición de frases aprendidas como loro; los lugares comunes a los que apelan en sus alocuciones primarias y superficiales, y sus dificultades de comprensión de las preguntas.
Finalmente, están envueltos en sombras de dudas sobre sus pasados debido a hechos cuestionables, que les involucran en calidad de autores o beneficiarios.
En verdad, haber sido puestos como candidatos a la Vicepresidencia habla muy mal de quienes los eligieron, y pone en entredicho también la capacidad de ellos mismos; pues han subestimado a la función vicepresidencial, mostrando que su angurria de poder ha afectado su responsabilidad. Por eso no se puede decir simple y llanamente “allá ellos con su incompetencia”, pues tamaños desaciertos pueden costarnos caro a todos, sobre todo en un momento tan crítico como este, que exige la toma de decisiones acertadas en los planos económico y político institucional, para frenar el hundimiento estructural del país y, en tal caso, comenzar a reconstruirlo.
Así que estamos sobre ascuas en vísperas de la segunda vuelta electoral. Muchos con dudas acerca de por quién votar. Pues habrá que decidirlo con base en aquello que les falta a los vicepresidenciables: información actualizada, reflexión profunda, serenidad y sensatez, para identificar la opción menos dañina para la viabilidad del país y, por consiguiente, para mejorar nuestras vidas y las de nuestros descendientes.
El debate de los candidatos a la Vicepresidencia ha puesto a la ciudadanía frente a las consecuencias de una educación paupérrima. Es eso lo que se ha visto, cuan mal está “la función más alta del Estado”, y se comprende por qué se ha degradado tanto todo lo demás, incluyendo la cultura, en la que prevalecen la ordinariez, la ilegalidad, el abuso, la impostura y cuanto exceso existe.
Cuando Velasco y Lara fueron al colegio, los sociólogos, antropólogos y lingüistas, adheridos como siempre a las agendas internacionales, usurparon el lugar de los pedagogos y llevaron adelante una reforma educativa alineada detrás de los errores cometidos en España. La mayor consecuencia fue el analfabetismo de los estudiantes, la aversión a las letras, la dislexia, la prescripción infundada de fármacos adictivos, el fracaso y la frustración. Esto a raíz de la errónea metodología de la enseñanza de la lecto-escritura, como lo demostró un estudio de Ana Llubitza Solares presentado hace más de 10 años, ratificado por otros, como los de Ana María Borzone, en la Argentina.
No sólo eso. La conversión de la formación de maestros en adoctrinamiento y la liquidación de los espacios curriculares universales desde 2006, se sumaron al desastre previo. Se boicoteó la formación de los niños y jóvenes en historia, cívica, filosofía y literatura, matemáticas, física y química, pero se los aprobó en masa. Los padres de familia se sumaron entusiastas: el derecho a estudiar se convirtió en el derecho a aprobar.
Como si no bastara, la virtualidad, merced a los adelantos tecnológicos en la cuarentena por el Covid-19, en vez de sumar competencias, derivó en que los bachilleres de hoy no puedan escribir, no tengan motricidad fina en las manos, no sean capaces de relacionar una idea con otra; que tengan severas dificultades para organizar su pensamiento y no puedan hacer una alocución clara.
Con la llegada de la IA, recurso muy valioso cuando quien pregunta piensa y sabe, estamos en camino a que, muy pronto, los candidatos no sean en sentido propio ni homo laborans, ni fabers ni sapiens. Si quien gana las elecciones no toma el toro por las astas en este ámbito, el planeta de los simios habrá llegado.
Gisela Derpic es abogada.