Si hay algo que me incomoda como paceño es que algunos periodistas y personas públicas se refieran al 16 de julio como el aniversario de La Paz. Esto simplemente porque esa fecha no tiene que ver con la fundación de la ínclita ciudad, sino con una revolución que no fue.
Si tradujésemos este evento para la ciudad en la vida personal de alguien, lo del 16 de julio, en el mejor de los casos, sería el día en que, a un joven casi adolescente, en medio de una fiesta familiar, se le sube la mostaza, da un puñetazo en la mesa y dice: Me voy de esta casa. Y sale llevándose la libreta en la que su papá anotaba el dinero que le ha ido prestando, dizque para cuando el pudiera pagarlo.
Un amague de emancipación merece menos atención al nacimiento de una persona. Por algo se celebran los cumpleaños. En el caso de una ciudad, el haber sido fundada.
El 20 de octubre es una bella fecha, aunque no podemos estar completamente seguros de que ese día se fundó nuestra ciudad. La falta de un documento de fundación concreto puede crear sospechas, pero hay un detalle interesante: el 20 de octubre es el día de Santa Irene, la santa inspirada en la diosa griega del mismo nombre, que era la diosa de la paz.
No crea usted amigo lector que con este detalle se está consolidando una teoría. La vida es tan traviesa que a veces hay coincidencias que no tienen nada que ver con la intencionalidad con la que se llevaron a cabo ciertos actos.
De cualquier manera, no quiero desmerecer una fecha como el 16 de Julio, porque ésta puede ayudarnos a reflexionar sobre las necesidades y los anhelos paceños.
La Paz no es una “ciudad maravilla” (tildándola así no se le hace un favor), pero es una ciudad extraordinaria. No hay otra como ella. Por su topografía, por el escenario de montañas que tiene tan cerca, lo que puede ser un capital explotable para el turismo, que nunca hará que la ciudad pueda vivir de esa actividad, pero que de seguro incrementará sus ingresos.
Para lograr ser más atractivos hay tareas pendientes que, por cierto, mejorarán la calidad de vida de los paceños mismos. Sin hacer un rango de prioridades presento las siguientes:
Se debe actuar activamente en recuperar y conservar el casco viejo de la ciudad y el patrimonio arquitectónico de los barrios aledaños, incluyendo algunos casos de la zona Sur. Eso es más valioso e importante que fomentar el Gran Poder, que es una bella fiesta, pero que no es un atractivo que pueda hacer sostenible la inversión en el sector de turismo.
Pese a las aberraciones cometidas por el MAS en la Plaza Murillo, el centro antiguo tiene todavía salvación.
Se debe exigir a los propietarios de casas un mínimo respeto para con sus vecinos. Si se sienten capaces de hacer un edificio de varios pisos, las paredes colindantes deben estar terminadas, y no deben quedar como estructura bruta. Lo mismo con las fachadas.
Se debe trabajar con ahínco en prohibir, y que esto se cumpla, el depositado de deshechos al borde de las carreteras, lo mismo que el ensuciado general de éstas.
Y se debe lograr facilidades, tanto para llegar o salir del aeropuerto, como para salir a visitar los enormes atractivos que tiene la ciudad en sus alrededores. Dejar la ciudad no debe ser un martirio.
Lo arriba expuesto no requiere grandes inversiones, requiere ante todo voluntad política. Si se hiciera algo al respecto, se mostraría más amor por el terruño que mil desfiles.
Agustín Echalar es operador de turismo.