Desde el atroz ataque de Hamas, en que fueron asesinados 1.139 israelitas (cifra actualizada), los horrores se han multiplicado. A la fecha han muerto más de 33.000 palestinos, de los cuales 41% son niños, y más de dos tercios de las viviendas en Gaza han sido destruidas por bombas israelitas. A la extrema precariedad de centros hospitalarios, se ha sumado el espectro del hambre que amenaza a los dos millones habitantes de Gaza.
Evito aquí analizar la importante distinción entre los supuestos derechos de Israel de defenderse y de vengarse, para comentar el impacto que está teniendo el conflicto en el debate político y en las universidades en particular. Para ilustrarlo, me voy a apoyar en notas recientes del New York Times, de donde son mis citas.
Ante la brutal reacción del Ejército israelita al ataque de Hamas, los conocidos analistas Yuval Harari y Jeffrey Sachs, dijeron que Hamas sufriría una derrota militar, pero lograría una victoria diplomática por la visibilidad que se estaba dando al sufrimiento palestino, antes ignorado por el mundo. Siete meses después, se puede hablar ya no de una victoria diplomática, sino de un vuelco de la opinión pública sobre la causa palestina y sobre la imagen de Israel (distinta de la de los judíos en el mundo).
Dice un artículo “A medida que aumentaba el número de muertos en Gaza, el movimiento propalestino se convirtió en una fuerza política poderosa (…). El apoyo a los palestinos, una causa que apenas se defendía en los campus universitarios y en las comunidades vinculadas a la región, se ha transformado en una cuestión definitoria de la izquierda demócrata”.
El mayor impacto se está dando entre estudiantes universitarios, quienes han encontrado una causa que quizá necesitaban para despertarlos de su letargo ideológico.
“Menos de una semana después de la detención de más de 100 manifestantes en Columbia, los administradores de algunas de las universidades más influyentes del país se esfuerzan, y en gran medida fracasan, por calmar los campus desgarrados por el conflicto en Gaza e Israel”.
Cito episodios: “Las principales universidades estadounidenses se encuentran sumidas en la confusión, con docenas de estudiantes propalestinos detenidos en la Universidad de Nueva York y en Yale (…). El patio de Harvard permaneció cerrado al público (…). En los campus de Tufts y Emerson, los administradores sopesaron cómo manejar campamentos como el que la Policía desmanteló en Columbia (…). En la costa oeste, un nuevo campamento surgió en la Universidad de California, Berkeley”.
En medio de los conflictos juegan un papel importante las preocupaciones con tres factores: la confusión entre antisemitismo, antisionismo y las críticas a Israel, la libertad de expresión que está siendo coartada y la presión que ejercen poderosos donantes, la mayor parte de ellos judíos favorables a la causa sionista.
“Los administradores universitarios han luchado por restablecer la calma y han recibido duras críticas de estudiantes y legisladores. La cuestión que se plantea es si los ricos donantes de estas universidades –que el año pasado ayudaron a derrocar a las rectoras de las universidades de Pensilvania y Harvard– tomarán similar posición”.
Fuera de las universidades, otros grupos ingresan al debate.
“Organizaciones que normalmente se centran en el clima, la vivienda o la inmigración protestan regularmente contra la campaña militar de Israel en Gaza (…). Los líderes del clero afroamericano han hecho un llamamiento directo a la Casa Blanca”.
Un líder sindical dijo que “a medida que aumentaba el número de muertos en Gaza, los miembros del sindicato se unían regularmente a las manifestaciones con su indumentaria de la UAW (Este) se convirtió en el mayor sindicato del momento en respaldar un alto el fuego inmediato”.
Este vuelco amenaza con ser duradero.
“Tal vez se pensó que con el tiempo el movimiento perdería fuerza o que se trataba solo de algo universitario o de un movimiento de protesta de extrema izquierda (pero) está ocurriendo lo contrario a medida que se hace evidente el costo humanitario”.
Sin duda, el conflicto ha movido un avispero complejo.
“Durante décadas, los activistas propalestinos se han mantenido al margen de la política, ahogados por el apoyo bipartidista a Israel y por organizaciones proisraelíes bien organizadas y financiadas. Pero (…) el estallido de la guerra puso de manifiesto hasta qué punto había cambiado el panorama político”.
Un factor muy importante en la lectura de lo que está sucediendo es que no todo es ideología. Mucho de la reacción viene de sentimientos humanitarios.
“Estamos viendo un profundo dolor (… y) nada moviliza a la gente como ese dolor”.
El debate que ha surgido del conflicto ha abierto sorprendentes y significativas brechas dentro de la propia comunidad judía y entre las posiciones antisionistas y antiIsrael y ha tocado de manera muy compleja la cuestión de la libertad de expresión. Un periódico estudiantil afirma que Columbia “se está convirtiendo en un espacio de desconfianza, supresión y miedo”.
“Desde el principio, la guerra alimentó acalorados debates sobre las diferencias entre las críticas a Israel y el antisemitismo; enfrentamiento marcado por divisiones generacionales y disputas sobre dónde termina la libertad de expresión y dónde empieza la incitación a la violencia”.
“Algunos judíos de izquierda han encontrado un cobijo en organizaciones como el grupo antisionista Voz Judía por la Paz y IfNotNow, otro grupo judío muy crítico de Israel. Ambos han ayudado a organizar manifestaciones contra la guerra y dicen que han visto un aumento del número de miembros desde que esta estalló”. Es frecuente ver rabinos discurseando en las manifestaciones proPalestina.
El impacto principal se está dando en la izquierda. No tendría por qué ser así. El mismo lado del corazón que es capaz de sentir el sufrimiento secular del pueblo judío que culmina con el horror del Holocausto debería ser capaz de ver el sufrimiento del pueblo palestino, después y antes del 7 de octubre.
Asimismo, el lado de la mente que condena el terror aberrante del nazismo debería ser capaz de distinguir los valores del pueblo judío de los horrores cometidos por el Ejército israelita contra los palestinos. La condena a los excesos y el clamor por una paz justa deberían ser universales.