Mucha de la información económica que
publican el Gobierno y las instituciones privadas hace que se prendan las
alarmas.
Por ejemplo, Gary Rodríguez, del IBCE, nos dice que luego de tres años consecutivos de superávit, entre 2020 y 2022, Bolivia volvió al déficit comercial en 2023, con 177 millones de dólares, y Gabriel Loza, exministro y expresidente del Banco Central, señala que el pago de intereses por deuda externa y por la remisión de utilidades al exterior es un poco más de 800 millones de dólares, los mismos que no son compensados por las remesas, que el año 2023 sumaron 809 millones de dólares; de esta manera la balanza de pagos en cuenta corriente presenta un saldo deficitario de 457 millones de dólares, equivalente al 1% del PIB.
Por otro lado, los golpes que estamos sufriendo por el cambio climático y que provoca lluvias torrenciales en La Paz, inundaciones en Pando, sequías en Potosí, temperaturas altas, que incluso llegaron a 41 grados, en Santa Cruz, nos muestran un país sumamente débil, desprotegido por los errores que se han cometido en los últimos años.
Al parecer las únicas salidas que muestra el Gobierno es aumentar el endeudamiento externo, modificación del tipo de cambio y echarle mano a las Reservas Internacionales Netas. Estas últimas han disminuido considerablemente. En enero de 2020, según Loza, equivalían a 6.374 millones de dólares y en enero de 2023 bajaron a 3.616 millones; en diciembre de 2023 quedaban 1.708 millones. Pero además de la deuda externa está la deuda interna, que es aproximadamente de 120.115 millones de bolivianos, es decir unos 18.407 millones de dólares.
Estas son las señales que se está emitiendo a la ciudadanía. Las personas jubiladas y las que buscan jubilarse, ven que el país se está derrumbando y que ellos por ser los más débiles, debido a que tienen ingresos bajos, serán los que primero reciben el golpe de la política económica y ambiental errática. Pero más de un jubilado (me incluyo) se está preguntando cuándo el Gobierno mostrará señales positivas para salir de la crisis. Negándolo, como hace ahora, no es un buen indicador de hacia dónde vamos.
La clase política no se está poniendo en el lugar de los jubilados; muestra de ello es que presenciamos batallas campales en el Órgano Legislativo entre diputados (as) por otros temas mientras desde el Órgano Ejecutivo se insiste en modificar la Ley de Pensiones con base en un artículo “mañoso” que señala que todos los trabajadores que cumplan 65 años recibirán una invitación para jubilarse; si no desean hacerlo, tendrán pasar a una revisión médica para su continuidad laboral.
Las personas que están en edad de jubilarse no lo hacen debido a que sus ingresos caerían considerablemente al pasar a la situación de pasivos. Por lo tanto, con el proyecto de reforma al sistema de jubilación, las personas de 65 años verán sus ingresos muy reducidos.
Muchos jubilados al recibir estas señales se sumergen en ansiedad. Y ello en Bolivia se soluciona bloqueando carreteras y avenidas, haciendo alfombras humanas.
Por ahora están saliendo a protestar algunos sectores que se oponen a la jubilación obligatoria. Dentro de poco habrá más sectores que se sumen a estas protestas.