El santoral de la Iglesia Católica ha
fijado el 28 de diciembre para conmemorar un episodio trágico: el de la matanza
de niños menores de dos años que habría sido ordenada por Herodes el Grande con
el fin de eliminar al Mesías, cuyo nacimiento le fue comunicado por los magos
de oriente.
Si nos atenemos a esa versión, los niños muertos eran inocentes, pues nada tenían que ver con el miedo de Herodes a que el Mesías le quite su trono de rey de Israel. Por extensión, “inocente” también es un sustantivo que significa “cándido, sin malicia, (y) fácil de engañar”. Debido a esto último, en muchos países de América existe la costumbre de gastar bromas en esta fecha.
La costumbre ha dado lugar a otra palabra, “inocentada”, que tiene hasta tres acepciones en el diccionario de la lengua española: “Broma o chasco que se da a alguien en el día de los Santos Inocentes”, “acción o palabra candorosa o simple” y “engaño ridículo en que alguien cae por descuido o por falta de malicia”. Esta última es la más aplicada en Bolivia.
Si lo pensamos bien, a los bolivianos no solo nos “inocentan” el 28 de diciembre sino casi todo el tiempo… y en todos los tiempos.
Nos “inocentaron” los incas, que nos hicieron creer que debían gobernarnos de por vida, por ser hijos del Sol, y después nos “inocentaron” esos barbudos que llegaron en barcos y nos hablaron de un Dios parecido a ellos que aparecía en un libro que llamaban Biblia. Teníamos la tierra y ellos la Biblia, pero después ellos tuvieron la tierra y nosotros la Biblia. ¡Hábil inocentada!
Y nos “inocentaron” los nuevos dueños de la tierra y de las minas cuando echaron a los españoles, pero ellos se quedaron con nuestros países. Después nos “inocentaron” vendiéndonos a unos libertadores a los que terminaron matando sin asco. ¡Eso no fue nada inocente!
Hoy en día no solo hay dueños de la tierra, sino de las plantaciones. Y nos “inocentan” haciéndonos creer que son inocentes labradores. Y nos “inocentan” los que nos hablan de patria o muerte, de wiphalas e indigenismo, esos que hablan de soberanía, pero usan nuestra tierra para lucrar con el “narco”.
Nos “inocentan” con discursos lastimeros de indiecitos discriminados, cuando los discriminados son otros. Y nos “inocentan” cuando dicen que nos librarán de los tiranos, pero dejan vivo a su instrumento de poder y odio. Y nos “inocentan” con cuentos nada inocentes de golpes de Estado. Y como este año no podía ser la excepción, los magistrados nos “inocentan” al violar la Constitución y ampliar su mandato. Total… si la más grande inocentada de Bolivia es hacernos creer que vivimos en un Estado de Derecho.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.