Las autoridades del gobierno dicen que sí, la realidad demuestra que no pues nadie en su sano juicio haría una fila de cuatro horas de su vida en una actividad frustrante. El gobierno dice que los surtidores especulan, que la gente genera carestía forzada, los productores responde que, si no hay diésel, no habrá cosecha.
Para llenar la demanda, con bombos y platillos, el gobierno liberó la importación de combustibles imponiendo procedimientos que hacen imposible la actividad. “La cosecha de 2,5 millones de toneladas de granos está en peligro debido a la escasez de diésel”, alertó el presidente electo de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), Klaus Frerking. “Después de Carnaval empieza la cosecha, necesitamos mínimamente, solo para cosechar, 40 millones de litros de diésel, y no podemos poner en riesgo 2.300 millones de dólares que genera esta cosecha”, advirtió el directivo.”
Este gobierno parece que no se da cuenta que está en su etapa final y que el perjuicio que está ocasionando no es sólo a la vereda ideológica que está al frente, los empresarios, si no, además, a la cadena de personas que la integran y se multiplica en todo el país. Este gobierno parece que desconoce la planificación que se necesita para poner en funcionamiento la producción agrícola y ganadera, de plazos y condiciones que no se les puede explicar a la tierra y a los animales. Este gobierno es tan elemental, que hace un par de meses acusó a los ganaderos de ser los responsables de los incendios, hasta que debió aprender por el ridículo cuando escuchó, “¿usted sabe qué comen los animales? ¿Usted cree que yo incendiaría la comida que sostiene la producción?”
Estoy viendo en estos días filas interminables por la falta de combustible en todo el país. He visto las horas que de manera estoica se hace imprescindible asumir para no terminar en molestias mayores pues el responsable final, no existe. No son responsables los dueños de las estaciones de servicio, su negocio está en vender combustible, cuando hay. No son responsables los conductores de las cisternas transportadoras, ellos esperan pacientes en la planta de Palmasola; no son responsables en Palmasola… y así continúa la cadena hasta un ministro, muy suelto de cuerpo, quien afirma que hay combustible.
Tengo la sensación que nos estamos acostumbrando de manera adocenada a hacer todo esto que ya parece normalizado, renunciando a la legítima rebeldía de preguntar ¿hasta cuándo?
Volvamos al principio. No es normal vivir haciendo fila para lograr combustible, una ficha de salud, un cupo de exportación… No es normal que nos mientan descaradamente sobre una situación que, somos testigos, es diferente de la que nos están diciendo. La “interacción social” es el intercambio de ideas y acciones entre personas que demanda reciprocidad, para saludar amablemente y recibir una respuesta similar, para preguntar y esperar una respuesta. La mentira normalizada, no es parte de la interacción social, se llama mentira y en el campo público, más allá de las explicaciones y pretextos, es incapacidad para gobernar. Y como eso no lo escucharemos de unos gobernantes mitómanos a tiempo completo, tenemos que decirlo desde la ciudadanía, más allá de las diferencias ideológicas pues los perjudicados somos todos.