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Desde Afuera | 07/08/2020

Gracias a ti, John

Mauricio Ríos
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“Don´t get in trouble”, o “no te metas en líos” solían recomendarle sus padres a John R. Lewis, entonces un joven negro en la Alabama racista de los años 60 en el sur de Estados Unidos. Pero Lewis nunca les hizo caso.

Junto a otros “jinetes de la libertad” Lewis liderizó la lucha contra la segregación racial de los afroamericanos en los hoteles, restaurantes, baños, parques y piscinas públicas, y se levantó contra otras indignidades sufridas por una ciudadanía considerada de “segunda clase.”

Desde su primera “gira por la libertad” en 1961, viajando en bus para promover la causa entre la opinión pública, Lewis y sus acompañantes sufrieron arrestos, vejámenes y palizas por desafiar las reglas de la segregación. Ellos nunca devolvieron ni un solo golpe.

Para Lewis, participar en el movimiento no violento por los derechos civiles de los afroamericanos era meterse en –lo que él llamaba–  “good and necessary trouble” o “buenos y necesarios líos” contra las injusticias sufridas por sus hermanos y hermanas de color.

El 7 de marzo de 1965, por ejemplo, Lewis liderizó una de las marchas más famosas en la historia norteamericana. A la vanguardia de unas 600 personas cruzaron el puente “Edmund Pettus” en Selma, Alabama, donde fueron brutalmente reprimidos por las fuerzas del orden para que no continuaran con su caminata pacífica. Lewis casi perdió la vida en esa oportunidad cuando le fracturaron el cráneo con una porra policial. Las imágenes de ese “domingo sangriento” con docenas de heridos sacudieron a la opinión pública y aceleraron la aprobación de la Ley de Derechos Civiles meses después. Esa Ley otorgó a los afroamericanos el derecho al voto, entre otros.

La vida del senador demócrata que acaba de fallecer estuvo marcada por esa lucha incansable por los derechos humanos de los afroamericanos, y luego por otras minorías en general. En el 2013 Lewis fue arrestado en la vez número 45 durante una protesta para apoyar la reforma migratoria en Estados Unidos.

Tras su muerte el 17 de julio pasado, los homenajes en distintos puntos de Estados Unidos no se hicieron esperar: desde Alabama hasta el capitolio en Washington DC, y finalmente Atlanta, donde el activista, que tenía 80 años, fue enterrado el pasado jueves.  En un tuit la alcaldesa de Atlanta, Keisha Lance Bottoms, sintetizó el sentir de muchos cuando recordó a Lewis como “el más humilde de los héroes, el más valiente de los gigantes. Fue mi congresista y mi mejor ejemplo de verdadero liderazgo de servicio”.

En ese espíritu de servicio y liderazgo, la despedida de Lewis tuvo lugar en la misma iglesia donde predicó el reverendo Martin Luther King Junior con quién compartió tantos momentos históricos, incluyendo la conocida marcha hacia Washington de 1963 cuando King pronunció su poderoso discurso “I have a dream…”. En ese evento, con sólo 23 años, Lewis fue el orador más joven.

Lewis también fue el último sobreviviente de esa camada de líderes que presenció la asunción de un presidente afroamericano en el 2009. Cuentan que, tras la ceremonia de inauguración, Lewis se acercó al flamante presidente Barack Obama con una fotografía conmemorativa de la ocasión para pedirle su autógrafo. “Gracias a ti, John” fueron las palabras que Obama le dedicó en reconocimiento a todo lo que Lewis había hecho por él y los afroamericanos. En sus palabras el día del entierro, Obama recordó que Lewis fue su mentor y que la mejor manera de honrarlo era revitalizando el derecho al voto.

En sus casi 30 años en el Congreso norteamericano, Lewis se vistió de un manto de autoridad moral que lo convirtió en “la conciencia del Congreso”, un ícono de los derechos civiles y un apóstol de la no violencia.  Lewis también fue un férreo crítico del presidente Trump.

Cuando Trump intentó militarizar la represión de las protestas por la muerte de George Floyd, Lewis le refutó: “No puedes detener la llamada de la historia. Puedes usar soldados, puedes usar mangueras contra incendios y agua, pero no se puede detener. No puede haber vuelta atrás. Hemos llegado demasiado lejos, hemos progresado demasiado, para detenernos ahora o para retroceder. El mundo está viendo lo que está sucediendo y estamos listos para seguir avanzando.”

Sobre los comentarios racistas de Trump cuando se refirió a Haití y otros países africanos como “países de mierda”, Lewis reaccionó: “conozco racismo cuando lo veo. Conozco racismo cuando lo siento. Y en el nivel más alto de nuestro gobierno, no debe haber lugar para el racismo ".

Y sobre el voto sanción del Congreso contra Trump, Lewis fue categórico: “Cuando ves algo que no está bien, que no es justo, tienes la obligación moral de decir algo. Hacer algo. Nuestros hijos y sus hijos nos preguntarán ‘¿qué hiciste? ¿qué dijiste?’”.

No hay duda de que Lewis siempre estuvo en el lado correcto de la historia. No sólo lo confirman sus palabras, pero sobre todo sus acciones y los homenajes póstumos que recibió estas dos últimas semanas.

En estos días también me pregunté lo que Lewis les diría a los jóvenes bolivianos que participaron en la “revolución de las pititas” el pasado octubre en defensa de la democracia y del respeto al voto ciudadano. Seguramente los animaría a seguir luchando de manera no violenta para lograr una democracia más participativa, transparente e inclusiva. Una democracia de todos y para todos, sin exclusión alguna. Les pediría no rendirse, como él nunca lo hizo.

Y en relación con las próximas elecciones generales en octubre Lewis seguramente les preguntaría lo que preguntó a sus compatriotas en su última convención demócrata: “Tu voto es precioso. Es una de las herramientas no violentas más importantes que tienes. ¿Quieres volver para atrás? ¿O quieres avanzar?”.

Lewis ya no podrá conocer la respuesta a esta pregunta. Pero millones de bolivianos tendrán la oportunidad de demostrar de qué lado de la historia quieren estar.

Mauricio O. Ríos es especialista en comunicaciones y resolución de conflictos. Radica en Washington, DC.



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