“Sin el Estado, a pesar del Estado, contra el Estado y en escasas ocasiones con el Estado, la sociedad cruceña ha construido su presente y planifica su futuro. Mirar más allá de la espesura verde del monte en el que surgió en 1561, ha sido la capacidad que desarrolló a lo largo de los siglos, que se ha concretado en su emprendedurismo y en su apuesta de futuro”, así reseñó Paula Peña Hasbún, Directora del Museo de Historia y Archivo Histórico de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, el libro “Modelo de Desarrollo Cruceño: Factores y valores que explican su éxito”, publicado en 2021 por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior y la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz, con una repercusión tan grande, que a la fecha el libro lleva ya más de 1.000.000 de descargas por Internet, siendo que mucha gente en el país y en el exterior se interesó en saber cómo fue que el Departamento de Santa Cruz, en tan poco tiempo, llegó a convertirse en el bastión económico del país.
Bolivia se apresta a elegir el 19 de octubre a su nuevo Presidente y, como en cada proceso electoral, los candidatos prometen mejorar la economía, generar empleo, bajar la pobreza, etc. Se inventan fantasías, sin mirar donde deberían: las obviedades que explican el éxito del Modelo de Desarrollo Cruceño.
Una obviedad, según la Real Academia Española, es algo que estando delante de los ojos resulta imposible no percibirlo. Digo “obviedades”, porque, así como los sesudos estudiosos y los que se creen eruditos, por parecerles muy simples las explicaciones las ignoran y olvidan, igualito pasa con los gobernantes.
El Modelo de Desarrollo Cruceño no nació por decreto, sino por la conjunción de 5 factores -tierra, trabajo, capital, tecnología e instituciones- y 5 valores -libertad, individualidad, competitividad, cooperativismo e integración- combinación que transformó a Santa Cruz de la Sierra, de una aldea olvidada en una metrópoli vibrante y, al Departamento de Santa Cruz, en el motor económico del país. Veamos, ahora, las obviedades que muchos ignoran o pasan por alto…
Primera obviedad: la tierra produce si se trabaja con visión. Santa Cruz convirtió su suelo fértil en el granero del país y en un proveedor de alimentos para el mundo. No fue suerte, fue esfuerzo colectivo, siembra directa, rotación de cultivos, agricultura de precisión, apertura a la tecnología y know how del extranjero. El salto histórico nació del uso inteligente de los recursos y el trabajo.
Segunda obviedad: el trabajo dignifica y multiplica. Decenas de miles de familias del interior y del exterior llegaron buscando futuro, y lo hallaron. No importó el apellido ni la cuna, sino, la capacidad de sacrificio. Ese espíritu de “hacer” y no rendirse demuestra que la movilidad social nace cuando se premia al que se esfuerza, no al que espera prebendas. Entonces, del “hacer” surge el “ser”, no de un bono electoral, sino, de la oportunidad de trabajar para crecer.
Tercera obviedad: el capital fluye donde hay confianza. El dinero, como gato asustado, huye ante el menor peligro. Santa Cruz atrajo inversión no solo por su riqueza natural, sino por la fortaleza de sus instituciones. Cámaras, federaciones, asociaciones y cooperativas crearon un entorno donde empresarios y trabajadores comparten riesgos y beneficios. Esa institucionalidad prueba que el desarrollo se construye en base a consensos, no con imposiciones del Estado. Las malas políticas, por el contrario, solo frenan lo que cuesta levantar.
Cuarta obviedad: la tecnología y la innovación son aliados, no amenazas. Con la mecanización y las Buenas Prácticas Agrícolas, hasta la biotecnología, Santa Cruz apostó por modernizarse. La apertura al conocimiento extranjero, combinada con la resiliencia local, demostró que abrirse al mundo mejora los resultados. La identidad cruceña no se debilitó con la diversidad, se fortaleció.
Quinta obviedad: los valores sostienen lo material. Libertad para emprender, individualidad para arriesgar, competitividad para avanzar, cooperativismo para resistir e integración para abrir ventanas al mundo. Cinco valores que parecen sacados de un manual de sentido común, pero que están ausentes del discurso político que machaconamente sigue hablando de “la otra Bolivia posible”.
¿Qué pasaría si se aplicaran estas obviedades en el país? Tendríamos una mejor Bolivia, que no le tema al mercado, sino que lo use a su favor; que entienda que el emprendimiento es la mejor política social; que vea en el cooperativismo un escudo contra la exclusión; que valore la libertad como semilla del progreso y la integración como un camino cierto al bienestar.
Pero, en política, lo obvio suele ser lo más difícil de hacer, cuando, si de transformar Bolivia se trata, los nuevos gobernantes deberían empezar por ver lo obvio: que el Modelo de Desarrollo Cruceño ha demostrado que cuando se siembra con libertad y se riega con esfuerzo, el resultado es la prosperidad, una verdad comprobada ¡a pesar de todas las trastadas!
Gary Antonio Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional