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Buscando la verdad | 19/11/2025

"Si no van a dar todo lo que tienen, levántense y váyanse”

Gary Antonio Rodríguez
Gary Antonio Rodríguez

Más de una vez se le escuchó decir “muerto el perro, se acabó la rabia” para explicar que, identificada la causa, terminaba el problema. Era un verdadero líder, siempre frontal con sus ideas, por eso su célebre frase: “Si no van a dar todo lo que tienen, levántense y váyanse”, porque estaba dispuesto a trabajar con quienes sudaran la camiseta.

Filosófico como era, decía que "estamos prestados y por poco tiempo", de ahí su pasión por la excelencia, siendo su mayor legado, su ejemplo.Hablo de Xabier Azkargorta, entrenador de fútbol que hizo vibrar a Bolivia llevándola, en 1994, contra viento y marea, y a pesar de los propios bolivianos, al Mundial de Fútbol en EEUU, primera vez por mérito propio.

Si hay una frase de él que muchas veces parafraseo para motivar a la gente, es: "No excusas", lo primero que escribió en una pizarra como entrenador de la Selección Nacional de Fútbol. Su filosofía de vida se traducía en pasión, determinación, sacrificio y autoestima: Creer en uno mismo, más allá de las dudas y dificultades; para él, los pretextos no valían, había que creer y trabajar duro para vencer.Millones de bolivianos que sonrieron gracias a él, hace más de 30 años, lloran la partida de Azkargorta el 14 de noviembre de 2025.Millones creyeron en ese hombre sencillo que vino a Bolivia “con el corazón y el balón”, como decía. Un médico cirujano, jugador profesional en España y, a la postre, entrenador de fútbol, decidió creer en un país que ni siquiera creía en sí mismo.

En su labor utilizó mucho de la psicología, convencido, como estaba, de que el fracaso futbolístico nacional no era solamente técnico o físico, sino de autoestima. Por eso siempre hablaba primero al hombre, que al jugador, con firmeza y consideración, para encender una llama normalmente apagada.

De ahí que su arenga “si no van a dar todo lo que tienen, levántense y váyanse”, no era una amenaza, sino un desafío a no engañarse, a no hacer las cosas a medias, a sacar lo mejor de cada uno, a superar la mediocridad para sobresalir en el campo de juego, así como en la vida.

A partir de ahí, Bolivia vivió otra historia. El país volvió a creer en sí mismo. La clasificación al Mundial de Fútbol en 1994 nos devolvió un orgullo casi olvidado, una energía que fundió a todos en una sola voz; una inspiración, un solo aliento. El nombre de Bolivia fue proyectado internacionalmente, el boliviano caminaba erguido, orgulloso de su Selección: Bolivia descubrió que podía ser equipo.

Por aquellos días se olvidaron las diferencias entre la ciudad y el campo; el oriente, el altiplano y los valles; el colla, el camba y el chapaco; el rico y el pobre; el ignorante y el ilustrado. ¡Hasta los políticos parecían reconciliados! Bajo la tricolor -rojo, amarillo y verde- retumbaba el estadio, cuando decenas de miles de almas alzaban el grito: “¡Bo, bo, bo; li, li, li; via, via, via… ¡Viva Bolivia!”...Entonces éramos de una sola bandera, un solo propósito, una sola visión y una sola voz que nos llevó a lograr lo que aún parece un milagro, ya que luego de más de 30 años no se ha repetido.

Azkargorta creía firmemente que cada persona contiene en sí un mundo interior, que si se lo despierta puede cambiar la historia de un equipo o de un país.

Reflexionaba mucho sobre la psicología del jugador y la fragilidad humana, sobre cómo -en la vida y en el fútbol- nunca se juega exactamente como se lo planea; de ahí que el secreto para ir al Mundial fue infundir autoestima a los jugadores, ya que un hombre con su estima por los suelos está destinado a ser derrotado.

Ahora, un paralelismo con nuestro país: ¿Se ha dado cuenta de que el fútbol puede unir y dividir, al igual que la política? En efecto, puede hermanar o dividir; despertar lo mejor de la gente o hacer surgir sus demonios, y Bolivia parece vivir atrapada, una y otra vez, en un vaivén que desgasta y nos hace un país perdedor.

Y es aquí donde nace la pregunta inevitable: si el fútbol pudo unirnos una vez, ¿por qué la política solo logra separarnos? Siendo que ambos despiertan pasiones, mueven multitudes y pueden construir o destruir. La diferencia no está en el juego, sino en el espíritu con que se actúa.

En este tiempo de crisis, pregunto: ¿qué pasaría si el gran equipo llamado Bolivia decidiera actuar, de verdad y al unísono, para clasificar a un futuro de progreso? ¿Qué ocurriría si el sacrificio empezara por el Primer Mandatario, seguido del Vicepresidente y de cada uno de sus colaboradores, como ocurrió con aquel cuerpo técnico que dio todo de sí? ¿Si dejáramos de lado el rencor, el cálculo y el miedo para abrazar una visión unánime, un esfuerzo conjunto y una determinación verdadera hacia el éxito? Sin duda, volveríamos a la emoción que en 1994 nos hizo creer que Bolivia sí podía.

Actuando como un solo equipo, creyendo que una Bolivia digna, productiva, exportadora y soberana, es posible ¡Será posible!Para ello escribamos en nuestro corazón aquella frase con la que Azkargorta empezó su viaje a la victoria con nuestra Selección: “No excusas”.

 Gary Rodríguez es economista y magíster en comercio internacional.

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