Fieles a la pedagogía histórica

Las lecciones colectivas son derivados de la vida nacional, de sus accidentes y sacudimientos, que nos aleccionan porque nos escarmientan. En nuestra racionalidad, no queremos volver a tropezar con sucesos traumáticos, en consecuencia y por sentido común, para evitar un exceso de historicidad deberíamos impedir el ocasionarlos.

En un cierto sentido, estos acontecimientos traen su propio develamiento cognoscitivo: se nos hace bastante clara la causa de lo experimentado, exactamente como si se tratara de un experimento social: si sustraemos la causa, no ocasionamos el fenómeno; pero si la reponemos, lo generamos. Y casi siempre se trata de una causa combustible, si se presenta, incendia la casa común; si la sustraemos, se pacifica.

Roger Cortez Hurtado (RCH) en su reciente columna “¿Se aprende de la historia?: ¿Qué? ¿Quién aprende?” (Brújula Digital, 16|7|24), plantea estas preguntas de alto calado. Lanza estas cuestiones a raíz de las acciones del gobierno de Benjamín Netanyahu en la Franja de Gaza. Concluye su reflexión con las siguientes palabras del escritor checo Milan Kundera: “La lucha de la humanidad contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”.

Los bolivianos aprendimos algo y lo aprendimos al calor del fuego vivo. En Bolivia durante el Gobierno de la UDP vivimos la segunda mayor hiperinflación registrada, después de la alemana de la posguerra, que trajo un sufrimiento inmenso a la población debido a esa economía enloquecida. Pero sacamos la lección: no emitir moneda sin ningún respaldo y preservar la libre convertibilidad de la moneda. Y desde entonces, pasando por todo tipo de gobiernos, gozamos de manera sostenida de estabilidad macroeconómica.

Ningún Gobierno se sustrajo de este aprendizaje histórico, salvo que estuviera poseído por un instinto masoquista y suicida. ¿Hoy el Gobierno de Arce, por perseverar en el poder, no se está viendo tentado a desaprender? ¿A optar por la desmemoria? Las naciones felices son las que mejor aprenden y se mantienen fieles a sus enseñanzas colectivas, y es porque aprenden debidamente lo valioso, lo aplican y lo resguardan, que son prósperas y más felices que quienes malbaratan sus experiencias históricas poniendo en combustión la casa común.