La revelación de
actos de abuso sexual a menores por parte de un sacerdote jesuita ha sacudido
el ambiente. Se trata de una investigación realizada por el País de España a
partir del diario del autor de ese delito que confiesa lo hecho y da cuenta de
que se trata de un ser humano despreciable que ha hecho daño a adolescentes y, ya
muerto, sigue haciendo daño por su proceder.
Obviamente, es fundamental difundir lo que se ha hecho para sancionar a esa persona cuando estaba vivo y en lo posible resarcir los daños causados para comenzar un proceso de recuperación espiritual y sentar precedentes para que no se repitan hechos de similar naturaleza.
La Iglesia Católica ha tomado nota de estas actuaciones criminales en contra de los seres más queridos por Cristo, quien pedía sus discípulos “dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios. En verdad os digo: el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él; advirtiendo que “cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”.
Frente a las innumerables denuncias de abuso, como pocas entidades en el mundo, desde El Vaticano y a partir del Papa Benedicto y del Papa Francisco se ha declarado tolerancia cero ante estos pecados y delitos y se está actuando en consecuencia.
Pero, una cosa es exigir ese proceso de revisión de la forma en que se actuó frente a los delitos cometidos por el sacerdote Alfonso Pedrajas y otra es aprovechar este doloroso e interpelador momento para atacar indiscriminadamente a la Iglesia y a la Compañía de Jesús.
Porque por un Pedrajas, no podemos olvidar a sacerdotes como José Gramunt de Moragas, maestro en periodismo, Xavier Albó, Luis Espinal Camps, Luis Alegre, Marcos Recolons, Claudio Po, que tanto dieron al país a través de su apoyo a los movimientos populares, particularmente el indígena campesino, mientras muchos de los que ahora se rasgan las vestiduras lo consideraban una rémora para su revolución.
O también a los sacerdotes Vicente Beneito, Mateo Garau, Antonio Menacho, maestros de corazón y alma; Eduardo Pérez Iribarne que abrió nuevas formas de hacer radio llegando a todo el país.
Tampoco se puede olvidar su legado en la educación, en el apoyo al desarrollo campesinos, el respeto a las culturas nativas. Ahí están los colegios, CIPCA, ACLO; Radio Fides, ANF, Fe y Alegría, Radio Santa Cruz y tantas otras obras que han aportado y aportan al desarrollo local y regional…
Que no se aproveche, pues, esta aberrante situación para pescar en río revuelto, como lo están haciendo los guerreros digitales del MAS, hombre y mujeres, algunos enemigos fanáticos de la Iglesia Católica, intelectuales que han aprovechado mucho del aporte de los jesuitas y que ahora se alistan para denostaros, sin mirar la paja en el propio ojo.
Son los nuevos fariseos que “por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad”.
Estos nuevos fariseos que utilizan un tema tan fuerte para atacar indiscriminadamente a quienes creen adversarios, generalizan sin pudor alguno un hecho delictivo, olvidando, además, que si algo semejante sucede dentro de sus filas, su silencio es tan aterrador como el que mantuvieron algunas personas frente a los actos de Pedrajas. Ahí está el caso de Boaventura de Sousa Santos, portugués ideólogo del socialismo del Siglo XXI aprovechando su condición de gurú intelectual para acosar a mujeres jóvenes, indígenas todas estudiantes de él académicamente. O su silencio cómplice ante indicios de pedofilia en el seno de sus organizaciones. O el acoso a concejales y alcaldesas. O a personal administrativo en los Órganos del Estado. O los acosos de algunos maestros a estudiantes para exigir favores sexuales. Además, cuando son denunciados tienen el apoyo de sus corporaciones y el silencio del entorno.
Nuevos fariseos que tratan de ganar popularidad con este caso tan complejo para compensar su fracaso en el cumplimiento de sus tareas, como es el caso del Procurador, que invade campos que no le competen. O voceros oficiales u oficiosos del MAS, o aspirantes clasemedianos que sienten que pueden ganar fama atacando a la Iglesia como institución sin tener, además, idea de su estructura, conformación, etc.
Difícil momento estamos pasando la Compañía de Jesús, la Iglesia Católica y los católicos. El camino para recuperarnos es que con transparencia se aclare a fondo este caso delictivo, espiritualmente agraviante y se sienten precedentes para que no se repita, a tiempo de buscar resarcir el daño causado a las víctimas.
Juan Cristóbal Soruco es periodista.