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Mirada pública | 01/03/2025

Extrema frontera, extrema tardanza: la Cancillería reactiva por fin proyectos clave

Javier Viscarra
Javier Viscarra

Hace un par de semanas, la Cancillería boliviana nos sorprendió con un destello de sensatez tan inesperado como el sol en invierno. Por fin salió de su caparazón, ese que solo permite relaciones con los hermanos ideológicos, y propuso mecanismos de diálogo con Argentina, cuyo régimen se encuentra de espaldas a la visión del MAS. Y, como si este giro fuera la nueva norma, en los últimos días se repite el gesto con otra iniciativa, no menos curiosa: la apertura de un paso fronterizo entre Bolivia y Perú, en el corazón de la Amazonía boliviana, en la remota localidad de Extrema, un rincón casi olvidado en la geografía pandina.

Este Módulo Temporal Fronterizo entre los departamentos de Pando, Bolivia, y Madre de Dios, Perú, se presenta como una ruta estratégica de comercio entre los tres países cercanos, especialmente para productos como la carne y la castaña. Un proyecto acariciado desde hace décadas, pero que, como suele ocurrir con los sueños bolivianos, no se concretó por la falta de inversión en infraestructura vial adecuada.

Lo que la Cancillería no ha informado, tras la visita de trabajo de la canciller Celinda Sosa a Lima, es el estado real de los caminos en la región ni el flujo comercial que, con suerte, se espera que pase por este punto fronterizo. Quienes hemos recorrido esas tierras sabemos que, a lo largo de los 200 kilómetros que separan el punto tripartido Bolpebra del Río Madre de Dios, abundan los accesos ilegales, utilizados para el contrabando, el tráfico de sustancias controladas y el desordenado tránsito de personas.

En el lado boliviano, la densa Amazonía carece de los caminos adecuados que vinculen el Norte con el Sur, lo que dificulta una presencia efectiva del Estado. En lugar de eso, los “triples” –camiones rusos de tres ejes con enormes ruedas– se abren paso por la selva y el lodo en tiempos de lluvia, cargando toneladas de castaña sin control, que luego cruzan a Brasil para ser exportadas bajo la etiqueta de “Brazilian nuts”.

Este vasto territorio, por el que fluyen caudalosos ríos amazónicos, solo tiene contadas vías de acceso desde Cobija. La más importante lleva hasta Chivé, al Sur del municipio de Filadelfia; hay también una carretera irregular hasta Soberanía, un pueblo unas diez veces más grande que Extrema. El camino hasta Extrema, donde se abrirá el módulo fronterizo con Aduana, oficina de Migración y otras facilidades, es tan dificultoso que solo se puede calificar de “aventura”. Del lado peruano, por suerte, la carretera es más expedita.

El anuncio de la Cancillería y la presencia de la ministra en Lima son, sin duda, un avance. Sin embargo, aún falta información objetiva sobre las verdaderas ventajas que este paso traerá para Bolivia, así como sobre las medidas adoptadas para garantizar que el flujo migratorio y comercial pase por el módulo fronterizo. Por el momento, la zona está custodiada por precarios puestos militares, con apenas un puñado de soldados en cada sitio y sin las atribuciones necesarias para hacer cumplir el orden. A esto se suman algunos policías, casi destinados allí como una suerte de castigo, que, con la escasa logística de que disponen, poco pueden hacer para garantizar la seguridad.

Se trata de territorios casi despoblados, donde solo se aventuran algunos colonizadores, como los “Jesucristos”, un grupo religioso proveniente de Potosí, caracterizado por sus largas barbas y cabelleras. Han formado una comunidad a unos 10 kilómetros al norte de Soberanía, donde viven principalmente de su trabajo en la tierra.

Este curioso despertar de la Cancillería, a tan solo unos meses de culminar más de cuatro años de una gestión diplomática deficiente –dedicada más a desmantelar el cuerpo diplomático que a otra cosa–, también ha trascendido a otras embajadas de Bolivia, como la de Uruguay. El flamante embajador boliviano, Adalid Contreras, visitó esta semana el Puerto de Palmira, ubicado cerca de la ciudad de Colonia, en Uruguay.

Este puerto, cuya concesión a Bolivia data del segundo gobierno de Hernán Siles Zuazo (1982-1985), fue fortalecido durante el gobierno de Jaime Paz Zamora e incluso en el mandato de Evo Morales. No sorprende el renovado impulso que se le da ahora, ya que, combinado con las expectativas de explotación del manganeso y hierro del Mutún, el puerto fluvial Nueva Palmira, ubicado en la desembocadura de los ríos Paraná y de la Plata, podría ampliar la principal vía de exportación boliviana hacia el Atlántico.

Son bienvenidos estos nuevos ímpetus del Ministerio de Relaciones Exteriores, aunque lleguen tardíamente y en la recta final de la gestión del presidente Luis Arce Catacora. Al menos, dejan espacio para que la próxima administración boliviana no tenga que partir de cero en algunas áreas de la política exterior.

Javier Viscarra es periodista y diplomático.



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