Conforme la Historia deja raudamente su condición de “disciplina” para convertirse en “ciencia”, son cada vez más los hechos culturales cuya veracidad es cuestionada y uno de ellos es el de la Navidad.
En un espacio tan corto como este, no me siento capaz de argumentar los suficiente para sostener mis opiniones al respecto, así que me limito a decir que una de las características incuestionables de la Navidad es su capacidad aglutinadora de la familia.
Los seres humanos somos viajeros y, además, necesitamos ganarnos la vida. Eso ha determinado que, a lo largo de la historia, hubiera habido oleadas migratorias; es decir, movimiento de gente que, al no poder encontrar trabajo en su tierra, se va a otros lugares en busca de mejores oportunidades.
Navidad es una de las fiestas que motiva el retorno temporal de los migrantes. Ya sea de otros lugares, o de otros países, muchos vuelven al hogar materno o paterno para compartir unos días, u horas, con sus familias. Ese simple detalle hace que la Navidad sea valiosa, más allá de revisiones historiográficas o cientificistas, y justifica su existencia. No tenemos por qué dudar ni atentar contra ella.
La familia es la célula de la sociedad así que, si la protegemos, estamos protegiendo a la sociedad en su conjunto. La Navidad fomenta y promueve la unión familiar y es por eso que debemos mantenerla en nuestro calendario, entre las festividades más importantes.
La importancia de la familia ha sido minimizada en los últimos años, especialmente en el gobierno de Evo Morales que, como sabemos, no se ha casado y la familia que tiene se formó literalmente por la fuerza, debido a sentencias judiciales que lo obligaron a reconocer a los hijos con los que suele mostrarse eventualmente de manera oficial.
Evo Morales no se casó porque los hechos demuestran que sus características afectivas no están orientadas a la conformación de una familia tipo; es decir, integrada por una madre, un padre y los hijos. Él necesita su soltería no solo para dedicarle las horas que sean necesarias a su práctica politiquera sino, fundamentalmente, para dar rienda suelta a unos instintos que son naturalmente contrapuestos a las características de la familia. No quiere tener una mujer, sino varias; pero, aunque ese sea un rasgo de muchos bolivianos, la gran diferencia es que él las prefiere jóvenes, adolescentes, o prácticamente niñas, y eso, en nuestros días, ya no es moral ni legalmente permisible.
¿Se fijaron en sus mensajes navideños? Su contenido orienta ideológicamente la doctrina de Cristo hacia su tendencia política: habla de buscar cambios y vivir bien, pero no toma en cuenta que, durante su dilatado gobierno, los únicos cambios que hubo en Bolivia fueron para peor. Un botón de muestra es la excesiva partidización de la justicia, reflejada patéticamente en las peores elecciones de los últimos tiempos.
Mezclar la Navidad con Evo Morales es tanto como mezclar el agua con el aceite. Mejor es mirar hacia otro lado y prepararse para el cambio de año.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.