El 28 de mayo último, Tucker Carlson, periodista de
Fox News hasta abril de 2023 y entonces ferviente defensor de Trump, le hizo
una extraordinaria entrevista al economista Jeffrey Sachs. Este es conocido en
Bolivia por haber sido el padre intelectual del 21060. Juan Cariaga disputaba
esa paternidad; quizá con méritos. En todo caso, no se le puede atribuir a
Sachs un sesgo izquierdista.
Sachs se ha hecho famoso mundialmente como economista del desarrollo, y en esa capacidad ha asesorado a países de todo el globo en sus intentos de salir de sus respectivas crisis económicas. Lo acompaña una reputación de integridad y capacidad. Esto es muy importante porque en la entrevista que comentaré hace revelaciones que pondrán las convicciones de muchos lectores contra la pared, obligándolos a aferrarse a ellas o a creerle a Sachs.
Hay que reconocer que algunas de las cosas que dice de Estados Unidos ya las decían pensadores y líderes de la vieja izquierda. Esas revelaciones sonarán al lector con buena memoria a lo sostenido, por ejemplo, por Eduardo Galeano en su famosa Las venas abiertas de América Latina; con la importante diferencia de que Galeano era un militante de izquierda y no tenía el conocimiento directo de las actuaciones del Gobierno de Estados Unidos que tiene Sachs. Este es sin duda alguna un insider y habla de cosas que ha visto y de personajes con los que ha estado en contacto directo. Esto no hace que todo lo que dice sea palabra santa, claro está, pero nos obliga al menos a revisar las fuentes que tenemos de otras versiones de los hechos.
La entrevista dura dos horas y media –más de lo que muchos están dispuestos a soportar– pero afortunadamente para los impacientes o cortos de tiempo, Brújula Digital ha tenido el buen tino de publicar un excelente resumen. Como lo mío es muy escueto, el lector curioso puede ir a las fuentes: el resumen de BD, la propia entrevista, que está en YouTube, o la transcripción que está disponible en internet.
Los grandes temas de la entrevista son a) la invasión rusa a Ucrania, b) los poderes que manejan los hilos de la política internacional de EE. UU. y c) el origen del Covid.
Sobre el primer tema, Sachs hace un recuento histórico de los grandes hitos de la diplomacia estadounidense y europea, en el que señala con precisión los giros de la posición estadounidense con relación a la expansión de la OTAN hacia el Este. Recuerda que el Gobierno de EE. UU. se comprometió con los presidentes Gorbachov y Yeltsin, a que la OTAN “no se expandiría ni una sola pulgada hacia el Este”; promesa que, como sabemos, fue incumplida país tras país, hasta que el anuncio de una posible incorporación de Ucrania a la OTAN atravesó la línea roja de la tolerancia rusa.
En la entrevista que le hace el propio Carlson a Putin hace unas semanas, el líder ruso reclama lo mismo y recuerda que varias veces él sugirió la posibilidad de que Rusia se incorporara a la OTAN. Quizá no tenía sentido que una organización incluyera en sus filas al país que había sido su enemigo y razón de ser, pero Putin lo dice para ilustrar cuánto en algún momento él había buscado un acercamiento que fue siempre rechazado; tesis que sustenta también Sachs en la referida entrevista. Yeltsin, dice él, solo quería que Rusia se volviese un país normal, con buenas relaciones con Europa y Estados Unidos; intención que los varios presidentes norteamericanos no aprovecharon.
Sobre la imprudencia de proponer que Ucrania se sume a la OTAN –una provocación innecesaria a Rusia– se pronunciaron en su momento líderes europeos y gentes más sensatas dentro del Gobierno norteamericano; así como la propia Rusia y Henry Kissinger en 2023, luego de la invasión. Sachs usa como ilustración de la reacción natural de Rusia, cómo vería Estados Unidos una hipotética instalación de misiles chinos al sur del Río Grande.
Para explicar la indiferencia estadounidense a las intenciones de paz rusas y la imprudencia de buscar la incorporación de Ucrania a la OTAN, Sachs introduce el papel que juega un grupo de poder dentro de su Gobierno, los “neoconservadores”, quienes persiguen –otra vez, según Sachs– un proyecto de dominación mundial, en el que juega un papel clave la CIA, cuya misión y especialidad es derrocar gobiernos. Sobre esto, Sachs repite el viejo chiste de que en Estados Unidos no hay golpes de Estado porque no hay Embajada americana.
Sin embargo, él admite que quizá el asesinato de Kennedy, en su opinión organizado desde adentro, fue una forma de golpe contra un presidente que se estaba oponiendo a las intenciones de los neoconservadores. Aunque él no tiene pruebas de una explicación distinta, él descalifica de manera tajante la versión oficial que responsabiliza a Lee Oswald, como contradictoria.
Finalmente, sobre el tema tres, el origen del Covid, hace un recuento, que según él lleva a la conclusión de que fue fabricado en Estados Unidos; más precisamente en un laboratorio de los NIH (National Institutes of Health), bajo la dirección del conocido Fauci, quien después jugó un papel importante en la lucha contra la pandemia.
En resumen, las sorprendentes afirmaciones de Sachs en esta entrevista quizá no llamen la atención de los amantes de las conspiraciones, cultivadores perennes de esas tesis, pero, viniendo de alguien con la seriedad e idoneidad de Sachs arrojan nuevas luces y deben llevarnos al menos a poner en duda nuestras percepciones sobre episodios clave de la historia moderna; uno de los cuales de gran intensidad actual.