En noviembre de 2023, dos vocales (de cuyos
nombres no quiero acordarme) presentaron un proyecto de ley al Tribunal Supremo
Electoral para que las primarias se llevaran a cabo con la participación de al
menos dos binomios por partido. El argumento de esta reforma, probablemente, se
sostiene en el extraordinario hallazgo de que “no tiene mucho sentido” realizar
semejante esfuerzo cuando se tiene un solo binomio. Recientemente, otro vocal
(de cuyo nombre tampoco quiero acordarme), anunció que presentará a la Asamblea
Legislativa un anteproyecto de ley para suprimir las elecciones primarias. El
fundamento de esta propuesta, posiblemente, se asienta en meticulosas
investigaciones económicas que le permitieron esclarecer que los procesos
electorales con un solo binomio son “un derroche de dinero”.
Cuando se quiere realizar una reforma, en este caso una reforma electoral, es necesario empezar con una lista de criterios de aquello que se quiere mejorar. Las primarias deben ser entendidas en la corriente global de ampliar la democracia y otorgarle al soberano mayor potestad, en este contexto mejorar las elecciones primarias implica: ampliar la participación directa de los ciudadanos en la selección de candidatos, incrementar la legitimidad de los candidatos elegidos, fomentar la competencia interna dentro de los partidos, permitir la renovación de los líderes en una organización política, evitar el nepotismo y el favoritismo en el seno de los partidos, y, favorecer la inclusión para que candidatos de diferentes orígenes, géneros y razas sean considerados por los votantes.
En las primarias del 2019 nada de aquello se logró. ¿Qué hacer? La sugerencia de anular las primarias no es seria y nos distancia completamente del propósito de mejorar estas elecciones. Argüir la eliminación de estas elecciones por tratarse de un despilfarro económico es insostenible, en tal caso deberíamos suprimir todos los procesos electorales y optar por otros procedimientos más económicos, pero menos democráticos. Eliminar las primarias sólo puede atribuirse al desconocimiento de la temática electoral y a la negligencia intelectual para indagar otras alternativas.
La propuesta de exigir por lo menos dos binomios en unas primarias cerradas tampoco contribuye a mejorar estas elecciones. La presencia de más binomios no garantiza una vasta participación de electores debido a que sólo votan los registrados en un partido. Observemos dos datos históricos: por un lado, en las primarias de 2019 los sufragios válidos alcanzaron sólo a 7,12% en comparación con los votos válidos de las elecciones generales de ese mismo año (baja participación); y, por otro lado, el respaldo al binomio de FPV, MNR, PAN-BOL, CC, UCS y PDC estuvieron por debajo del 1% de votos (baja legitimidad). Sin duda, estos resultados adversos no se modificarán con más binomios, solo habrá una fragmentación interna de los escasos votos disponibles.
Las primarias en nuestro país son: Presidenciales (sólo se selecciona candidatos para el cargo de presidente y vicepresidente), Simultáneas (todos los partidos, al mismo tiempo, participan de esta elección), Obligatorias (todos deben presentar binomios), Cerradas (votan los inscritos en el partido) y administradas por el órgano electoral. A fin de mejorar la calidad de las primarias es necesario modificar uno de estos componentes en el siguiente sentido: las cerradas deben ser reemplazadas por las abiertas (participan todas las personas habilitadas para votar, sin importar la afiliación a un partido). Con esta enmienda el padrón en las siguientes primarias se incrementará notablemente, la participación aumentará enormemente y la legitimidad de los candidatos elegidos se elevará significativamente.
Además, en términos logísticos, el paso de primarias abiertas en oposición a cerradas, brindan algunas ventajas comparativas. Primero, en las abiertas, deben habilitarse los recintos y mesas electorales en todo el país como en toda elección; en las cerradas, debe efectuarse la engorrosa tarea de definir dónde establecer recintos y mesas para cada partido. Segundo, en las abiertas, debe diseñarse una papeleta única con todos los binomios y distribuirse en cada mesa; en las cerradas, cada binomio tiene su propia papeleta, lamentablemente, eso dificulta el arribo de las distintas papeletas a todas las mesas. Tercero, en las abiertas, se dispone de listas índice de habilitados para sufragar en cada mesa; en las cerradas, hay que realizar el complicado trabajo de elaborar estas listas por partido y para cada mesa. Cuarto, en las abiertas, el elector vota en el recinto donde sufragó la última elección; en las cerradas, los militantes deambulan de recinto en recinto buscando donde votar. Finalmente, en las abiertas, el escrutinio de votos en cada mesa resulta sencillo y se realiza una sola vez; en las cerradas, el escrutinio se complica debido a que en una mesa se cuenta tantas veces como binomios existen.
Así, elogiamos las elecciones primarias abiertas en mérito a que permite una elevada participación ciudadana y brinda una mayor legitimidad a los binomios elegidos, pero también en virtud de las ventajas comparativas descritas.
Eduardo Leaño es sociólogo.