Octavio Paz, una de las figuras capitales de la literatura latinoamericana y Premio Nobel (1990), entre su vasta producción intelectual escribió Las peras del olmo. Esta obra abarca una amplia gama de temas como la literatura, el arte y la política. En los dos primeros campos, el autor brinda reflexiones profundas sobre poesía y arte y proporciona extraordinarias semblanzas de destacadas figuras literarias y artísticas que, gratamente asombrado, Paz expresa: “El hombre es el olmo que da siempre peras increíbles”. Sin embargo, debe admitirse que esta acertada conclusión no se ajusta a nuestras sombrías elecciones judiciales, estas nunca brindaron los resultados esperados; por tal motivo, la acepción que mejor se adapta a dichos procesos electorales es la del adagio popular: “No hay que pedirle peras al olmo”.
El olmo es un tipo de árbol que no produce peras, por tanto, la expresión popular se utiliza para transmitir la idea de que no debemos esperar lo imposible. En el contexto de las elecciones judiciales, el adagio implica no esperar resultados para las cuales no están diseñadas. Así, el propósito de esta columna es destacar las principales limitaciones de estas infecundas elecciones. Veamos.
El indecoroso cuoteo. este es uno de los productos nefastos de las elecciones judiciales. Es muy probable que, en el proceso de preselección de candidatos (en la Asamblea Legislativa), nuevamente prevalezca el cuoteo y no la meritocracia. Sin embargo, a diferencia de las experiencias electorales de 2011 y 2017 (donde las cuotas de candidatos se distribuían entre los líderes de las organizaciones y movimientos sociales afines al partido de Gobierno), hoy, sin la hegemonía del MAS, el cuoteo se realizará entre las fuerzas con representación parlamentaria: MAS (en sus dos versiones), CC y Creemos. Considerando que ninguno de ellos cuenta con 2/3 en el Congreso es probable, como en la elección de vocales del Órgano Electoral en 2020, que estas organizaciones políticas negocien la preselección de candidatos y presenten a la ciudadanía candidatos con menos méritos, pero con más predisposición a obedecer las órdenes del partido que les apoyaron en el parlamento.
Predominio de votos blancos y nulos. Este es otro resultado perverso de nuestras ingeniosas y originales elecciones Como en ninguna elección en el mundo, en las elecciones judiciales de nuestro país, los votos válidos (a favor de un candidato) suelen ser superados por los votos blancos y nulos; sin duda, este hecho le resta legitimidad no solo a dichos procesos electorales sino también a las autoridades judiciales elegidas.
Así, por ejemplo, en las elecciones de 2011, si dividimos los votos obtenidos por los candidatos entre los votos emitidos, se advierte que los candidatos más votados recibieron escaso apoyo electoral: un integrante del Tribunal Agroambiental obtuvo su puesto con apenas el 4,63% de los votos, mientras que un magistrado del Tribunal Constitucional lo hizo con el 5,08%, y un Consejero de la Magistratura logró respaldo electoral del 6,85%. Estos datos ponen de manifiesto una escasa legitimidad de los magistrados elegidos. Una situación similar se repitió en las elecciones judiciales de 2017 y, con seguridad, esto se confirme en la próximas Elecciones Judiciales.
Desempeño deficiente. Las elecciones judiciales no consiguieron superar la crisis que padece la justicia en nuestro país. El desempeño autónomo, transparente e imparcial es algo que no ha distinguido la labor de las autoridades judiciales electas por voto popular. Un sondeo difundido por Página Siete (22 de abril de 2022) evidencia la débil legitimidad en el desempeño de este Órgano del Estado: en cuanto a la gestión, el 83% de los encuestados opinan que la administración de justicia a nivel nacional está en una situación desfavorable; respecto a la independencia, la encuesta señala que el 57,7% de los participantes consideran que la justicia no goza de independencia. Estos datos ilustran la limitada legitimidad en el desempeño del Órgano Judicial y, probablemente, las elecciones venideras no contribuyan a enmendar esta deficiencia.
La idea de incluir las elecciones judiciales en el nuevo diseño institucional era sustituir a las élites partidarias por el voto del pueblo soberano en la elección de los miembros del Órgano Judicial. Se esperaba que el desempeño de funciones de las autoridades elegidas permita superar la crisis de la justicia; lamentablemente, los resultados son los de siempre multiplicado por dos: falta de autonomía, retardación de justicia, falta de acceso, corrupción, ineficiencia, discriminación y otros.
No podemos continuar esperando peras de este olmo que son las elecciones Judiciales. ¿Qué hacer? La principal reforma que se debe incorporar es desvincular al parlamento del proceso de preselección de candidatos.
Eduardo Leaño es sociólogo.