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Tiempos líquidos | 22/09/2025

El último blues del croata

Isabel Navia Quiroga
Isabel Navia Quiroga

Este es un cuento real y cotidiano. Quizá no pasa todos los días, pero de seguro más de lo que imaginamos. La muerte en soledad y pobreza, pero, sobre todo, en el olvido y la indiferencia. Es un relato de seres tan comunes como extraordinarios. Como tú y yo.

La ópera prima de Alejandro Suárez narra la historia de Perla y Willy y nos deja suponer, a través de sus diálogos, el pasado que una vez compartieron y del que ha quedado una amistad irrebatible, a pesar de las diferencias que separan sus vidas y el curso que han tomado desde la época en que integraban una banda de música, cuyo líder, El Croata, un músico de talento excepcional, tocaba con ellos.

Se infiere también que Drago, El Croata, era un tipo magnético, así como inestable e intenso. También, que fue el gran amor de Perla, talentosa cantante, y que había entre ellos, una diferencia de edad importante. Willy parece ser quien influyó en la separación de la banda años antes. Aparenta una actitud ruda y poco jovial, es malhumorado, fumador y descuidado consigo mismo.

Al croata no lo veremos, salvo cuando la cámara nos deja imaginar lo que queda de su malhadada humanidad, cubierta por plástico de embalaje. Cosa interesante, El Croata surge en pantalla para hacernos reír con las ironías que su vida y su muerte provocan a lo largo de la historia. También lo veremos al final, en una escena preciosa.

Si hay un hilo conductor que une a los personajes, es la frustración, y cada quien lidia con ella desde el lugar que puede. Perla es una mujer madura, que renunció a su vocación artística por una cuestión de supervivencia y lleva su vida de forma convencional. Willy, por su lado, siempre está enojado. No se esfuerza por justificar los errores que ha cometido, como aceptando sus propias limitaciones. Inhábil para expresar sus emociones, es un solitario que trabaja en lo que puede.

Con una fotografía que resalta por su prolijidad, la película va desenvolviendo una madeja enredada por detalles sin resolver en el pasado y la relación de los tres personajes. Algo que se rompió abruptamente y que dejó pendientes, se va componiendo en la medida en que Perla decide no abandonar al viejo compañero, aun estando muerto. Su terquedad para lograr el cometido es la clave que irá poniendo en su lugar tales pendientes, generando poco a poco una suerte de armonía consigo mismos y con su entorno.

En lo técnico, destacan las actuaciones del elenco, especialmente de Mariana Bredow y Pedro Grossman; su experiencia es evidente y se luce con la cámara de Eduardo Osorio, que muestra un trabajo cuidadoso y de pasión por el oficio.

En los peros, faltó agilidad en el ritmo narrativo, sobraron un par de escenas, la banda sonora pudo tener mejores momentos, no llega a funcionar realmente como el elemento que fusiona las partes en un todo. De igual modo, los diálogos de Willy con su pupilo/empleado, desaprovecharon su potencial. El balance, en todo caso, es positivo.

Hoy, con la inflación, las salidas al cine son casi prohibitivas y si vamos a gastar algo de dinero, que sea en lo boliviano: películas, teatro, música, libros. Pensar que lo nacional no vale la pena es autodestructivo. En crisis, debemos consumir lo que se produce aquí, antes que lo importado. Y eso aplica para todo: regalos de cumpleaños, alimentos o arte. Construir es cosa de todos los días, es algo que definimos con cada decisión que tomamos.

Isabel Navia Quiroga es comunicadora y periodista.



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