El repudio de la mayoría de las naciones al comportamiento de Israel en Gaza y en el Líbano no parece hacerle mella. Esas crisis humanitarias no parecen importarle al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ni a sus aliados norteamericanos.
La televisión nos sigue trayendo imágenes desgarradoras de la tragedia de Gaza, más de 42.000 muertos, muertes de familias enteras, niños que se quedan sin sus progenitores o quedan mutilados por los bombardeos, la niña palestina Qamar haciendo todo lo posible para salvar a su hermanita, y así por delante. También son conmovedoras las imágenes de gente hambrienta, peleándose por algo de sopa, de niños que quedarán afectados toda la vida por la desnutrición, la aparición de enfermedades, que se creía que ya no existían, como la poliomielitis. No se tiene todavía las cifras de los fallecimientos en el Líbano, causados por la incursión israelí, pero una estimación es que los muertos son alrededor de mil.
Israel, sin hacerse aspavientos, viola el derecho humanitario, bombardeando escuelas, hospitales y centros de vacunación. Si sus objetivos declarados son, para Gaza, el rescate de los rehenes de Hamás y el aniquilamiento de esa organización terrorista, después de un año no los ha logrado. Pareciera que, en realidad, no le interesa conseguir esos objetivos, sino más bien exterminar a los palestinos. Las autoridades israelís se olvidan de que su pueblo sufrió infortunios similares en la primera mitad del siglo pasado
El mundo civilizado condenó el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, pero también encuentra que la respuesta israelí está fuera de toda proporción. Los responsables israelís arguyen que no están en su mira las poblaciones civiles, pero que no les queda otra que atacarlas porque Hamás las emplea como escudos humanos. Extraño argumento para un país que se precia de tener el mejor servicio de inteligencia del mundo. Apelando a esos servicios podría efectuar ataques más focalizados, tratando de minimizar la pérdida de vidas de civiles. Peor todavía, privar a los habitantes de Gaza de alimentos y desplazarlos caprichosamente de norte a sur o de sur a norte es una muestra de extrema crueldad.
La expulsión de la Agencia de Naciones Unidas de apoyo a los refugiados palestinos UNRWA del territorio israelí es el último abuso registrado. Con esa expulsión se compromete la logística de abastecimiento a Gaza, empeorando las ya precarias condiciones de alimentación de la población. UNRWA está además a cargo de escuelas y hospitales.
La muerte manu militari de los cabecillas de Hamás y Hezbolá no parece haber satisfecho a Netanyahu. Tampoco, contrariamente a lo que muchos esperaban, está haciendo desaparecer a esos dos movimientos. En realidad los ha envalentonado, al punto que Hamás se da el lujo de rechazar los términos de la tregua que laboriosamente se había negociado en Qatar.
Israel no está buscando una paz duradera que involucre acuerdos con los palestinos y que exigirían una gran apertura suya. Después de todo tendría que negociar con una población que ha sido expoliada de sus tierras y que es portadora de heridas profundas. Razón de más para tender brazos generosamente.
El apoyo del presidente Biden a Israel sin reticencias, excepto verbales, puede ser o haber sido costoso electoralmente al partido demócrata. Los árabes americanos y los muchos estudiantes universitarios que se manifestaron en contra de lo que pasa en Gaza, si bien no van a votar o no votaron por Trump, podrían abstenerse o se han abstenido, perjudicando, en una contienda muy reñida, a Kamala Harris.
El periódico digital español elDiario.es trae una entrevista con Luis Moreno Ocampo, luego de la presentación de su libro Guerra o Justicia. Moreno Ocampo, que fue fundador de la Corte Penal Internacional y fiscal en el juicio a la dictadura militar argentina (recuérdese la película Argentina 1985) es muy crítico del comportamiento de Israel. Una declaración suya, entre las muchas muy valiosas y reveladoras, es la de que la invasión israelí a el Líbano en 1982, con 17.000 víctimas, gestó Hezbolá. Se equivocan los israelís si piensan que con su belicosidad van a ganar paz y tranquilidad. Todo lo contrario.
Juan Antonio Morales es PhD en economía.
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