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08/01/2024
En voz alta

El modelo cubano, el del MAS

Gisela Derpic
Gisela Derpic

La dictadura cubana cumplió 65 años el 1 de enero pasado. Día antes lanzó un plan de ajuste que dice la revista DemoAmlat, “pone fin a subsidios en servicios esenciales y en alimentos en un intento por detener el deterioro económico y social de la isla (…) a través del aumento de precios de los combustibles, ajustes en las tarifas de luz y transporte y modificaciones en la tradicional libreta de abastecimiento con la que los cubanos compran productos de la canasta básica a precios subsidiados”.

Es necesario recordar que la situación de Cuba en 1959 era auspiciosa, según refiere Carmelo Mesa-Lago en un artículo en Redalyc.org: ese país ocupaba los primeros lugares de Hispanoamérica en Producto Interno Bruto (PIB) por habitante, además de que tenía control de la inflación, estabilidad fiscal, alta inversión, buena alfabetización, baja mortalidad infantil, alta esperanza de vida y cobertura de pensiones”. También dice en El País de España que “la economía de mercado existente hasta 1958 fue transformada desde 1961 en un sistema de planificación centralizada, con enorme predominio de la empresa estatal y una agricultura colectivizada (…) fracasado en el mundo, pero su esencia continúa en Cuba resultando en una monumental ineficiencia económica que ha dañado el crecimiento”.

¿Hubo periodos en que Cuba estuvo mejor? Sí, entre 1961 y 1991, y entre 2000 y 2014, viviendo a costa del bloque soviético y de Venezuela, respectivamente. Así solventó salud y educación y la exportación de la “revolución” adoctrinando y entrenando militarmente a adherentes; también alentó la intervención armada en países hispanoamericanos y africanos, la propaganda, la represión, la instalación de redes de espionaje e infiltración, los megaproyectos (muchos, fallidos) y los privilegios de la élite del poder.

Entre 1991 y 2000, y desde 2014 a la fecha, los ingresos del régimen provinieron de la esclavitud de sus profesionales en el extranjero, un promedio de 8.000 millones de dólares al año, y de las remesas del exilio de hasta 4.000 millones de dólares al año.

En general los cubanos sufren la privación de los más elementales bienes y servicios, del incremento de la prostitución por razón de vida, de la migración con riesgo de muerte. El “cuentapropismo” autorizado en 1993 nació asfixiado por regulaciones, burocracia y represión. Al frente se erigió el complejo empresarial militar GAESA, inaugurando la economía mixta, socio de inversores privados extranjeros, monopolizando el aprovechamiento de recursos naturales, negocios de bienes raíces, comercio (mayorista, de vehículos, sus partes y accesorios, combustibles y otros), transporte, turismo y deportes. 

¿Y el bloqueo? El único bloqueo se aplicó durante la crisis de los misiles nucleares soviéticos emplazados en la Isla que puso al planeta en riesgo de una conflagración en 1962. El embargo comercial se debe a la negativa del régimen cubano a compensar a las empresas norteamericanas confiscadas, a diferencia de las empresas de España, Canadá, Francia, Reino Unido y Suiza a las que sí lo hizo.

Las exportaciones e importaciones, inversiones y movimiento financiero de Cuba evidencian los límites de ese embargo que, bajo el nombre de bloqueo, es la muletilla de la dictadura para disfrazar su incompetencia para hacer otra cosa que “parasitar” (echar la culpa a otros), de tal manera que ahora, no habiendo a quien “parasitar”, no da pie con bola. A la par que emite moneda sin respaldo y controla precios con violencia represiva, se propone derrotar a la inflación quitando las subvenciones, sin abandonar “su omnipotente control de la economía y sacralización de la empresa estatal”. En buen castellano, los jefes de la dictadura son hombres-masa obsecuentes con el error. Un ejemplo es Manuel Marrero, primer ministro de Cuba, quien el 20 de diciembre pasado evidenció cuán oscuras son las cuestiones económicas para los jefes de la Revolución al aseverar: “Tenemos que ponerle fin que desde un país en el extranjero, y desde una computadora, se esté proyectando la tasa de cambio que va a regir en el país”, en alusión a El Toque, una plataforma independiente, sugiriendo que ella es quien define el curso de la economía cubana. Pero la tasa de cambio la definen los agentes económicos, no un portal económico.

Hoy la miseria y la desesperación de la gente se añade al cansancio por la violencia institucionalizada; pero a valentía está superando al miedo. Está provocando reacciones.

Ese desastre es también en parte el modelo del MAS para Bolivia, en palabras de Arce Catacora. Sin fuentes de ingresos, con empresas estatales en quiebra, con reservas internacionales a punto de desaparecer, escasez de los ahorros de los rentistas, abusivamente expropiados por el régimen, sin nadie a quien parasitar a la vista, estar como Cuba es cuestión de poco tiempo. A ver si nos ponemos las pilas, demócratas bolivianos, y construimos la alternativa política victoriosa para recuperar al país.  

Gisela Derpic es abogada.



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