¿En qué está Bolivia? La pregunta viene a cuento porque el país avanza hacia una histórica segunda vuelta electoral, después de haber vivido unos primeros comicios marcados por mensajes superficiales en redes sociales y abundante guerra sucia. El escenario no parece modificarse, sino todo lo contrario, mientras el Órgano Electoral se declara incapaz de frenar la pelea en el lodo de las candidaturas.
Lamentablemente, la conversación ciudadana no está en los temas de fondo y se queda en el eco de lo que se intenta posicionar en la guerra de agresiones, que solo empaña la mirada y confunde a los electores. Pero ellos se meten al juego y entran en el laberinto sin salida que es digitado por los estrategas de campaña. Al final, no son de Bolivia. Vienen, cobran y se van, sin que les importe cómo quedan las heridas después de la batalla.
Mientras el tiradero de basura ensucia las mentes, el país está convertido en un desastre. Hay un oscuro horizonte que ya fue anunciado por el Gobierno: combustibles asegurados hasta el 8 de noviembre, venta anticipada del oro de las reservas internacionales, descontrolado incremento de precios de productos básicos. Mientras, en el discurso oficial, se habla de una inflación controlada y un sinfín de indicadores que satisfacen a los más pesimistas.
No son los únicos problemas. También hay que hablar de la cantidad de ejecuciones producidas en las últimas semanas, secuestros, guerra entre bandas delictivas. Hay presencia de capos narcotraficantes que se pasean en Bolivia como Pedro por su casa, al punto de dejar contradicciones en el Gobierno.
Mientras el presidente Luis Arce dice que no hay cárteles sino emisarios de cárteles, su viceministro de Seguridad asegura que Santa Cruz se ha convertido en “un santuario” para los narcos.
A ello se suman las invasiones de tierras por parte de grupos irregulares armados que actúan como bárbaros: avasallan, disparan, roban y destruyen lo que encuentran, dejando a Bolivia en el peor estado de inseguridad jurídica.
Sin embargo, esos temas importan poco en la campaña. Ya decía el estratega político Jaime Durán Barba, que ha contado a un medio argentino que está ayudando a Tuto a ser presidente: “Cuando alguien me invita a participar en una elección en cualquier país, nunca pregunto cómo está la economía porque no me interesa. Puede estar bien, puede estar mal, pero las elecciones se resuelven trabajando en elecciones”.
El tema es que las campañas crean espejismos, ilusionan al votante y después los ciudadanos caen de la nube que les construyeron porque tienen que enfrentar la dura realidad, que en Bolivia está más dura que nunca.
Un período parecido al actual fue el vivido en 1985, cuando se promulgó el DS 21060. Quienes participaron en la gestación e implementación de la norma coinciden en que Víctor Paz Estenssoro tuvo la visión de formar equipos de trabajo y no solo dentro de su partido, el Movimiento Nacionalista Revolucionario. Primero, se rodeó de un gabinete probo, con gente altamente capacitada en su área de trabajo, y a ellos les exigió tener colaboradores de la misma talla.
Hizo una alianza potente en el Congreso, con el Acuerdo por la Democracia, porque necesitaba que la dura medida de ajuste pudiera implementarse a pesar del enorme costo social y de las protestas consiguientes. Mientras el 21060 se redactaba, en una encerrona de varios días en el Palacio de Gobierno, estaban ahí hasta los militares, porque aún se sentía el tufo de los gobiernos dictatoriales.
Como firmes soldados también estaban los militantes partidarios del MNR, que debían no solo transmitir el espíritu de la norma, sino también influir en los sectores sociales para poder avanzar.
Cuando Bolivia está sumergida en una brutal campaña de guerra sucia, ¿es posible pensar en la conformación de un equipo sólido para encarar las medidas de ajuste que el país necesita? ¿A qué juegan los candidatos y sus estrategas extranjeros que vienen, cobran y se van, si después costará sacar la basura de las vías de concertación?
Es lamentable que este momento fundamental de la patria no sea considerado en serio. No puede ser que la consigna sea ganar elecciones aun con golpes bajos, cuando lo que Bolivia necesita con urgencia es salir de los 20 años del MAS que nos han dejado en este lamentable estado y emprender la reconstrucción de la economía, la institucionalidad y la libertad de todos y cada uno de los bolivianos.
Quedan poco menos de 40 días. A los políticos les toca reconducir sus campañas y ocupar el tiempo en tender puentes. A los ciudadanos nos toca dejar de ser ingenuos y de caer como chorlitos en las trampas que son digitadas por estrategas a los que no les interesa lo que le pasará a Bolivia en los próximos cinco años. Total, ellos vienen, cobran y se van.
Mónica Salvatierra es periodista.