Hace poco mi ahijada fue llevada a otra ciudad a la sucursal de un banco, de los relativamente nuevos. El propósito era que rindiera unos exámenes para un puesto de trabajo. Hace poco se tituló en la universidad y vaya que nos costó que pueda concluir la carrera con todos los obstáculos de la vida. A Dios gracias, es una muchacha que siempre ha rendido mejor que el promedio y siempre busca mejorar, al punto de ser etiquetada de “corcha” entre sus compañeros.
El viaje era solo de fin de semana y terminó retornando 6 días después. No me explicaba que había sucedido. Para empezar, los exámenes que debieron concluir en dos días, tuvieron que esperar a que inicie nuevamente la semana y más. Finalmente, cuando dio su examen escrito, inició el fraude.
Me comentó muy segura de las preguntas y como las desarrolló, el área de contabilidad y financiera para mí es un universo paralelo. Terminó y al sentarse para esperar que los dispensaran, observó como otro postulante tenía el examen prácticamente en blanco. El sujeto, en pánico, le pidió una ayudita, a lo cual ella se negó. Aprendió muy bien luego de insistirle que jamás se meta a ayudar en trampas a otras personas.
Al día siguiente los llamaron, supuestamente para darles la nota y ahí surgieron las sorpresas. El sujeto que tenía el examen casi en blanco resultó aprobado y se quedó en uno de los puestos que ofrecían. Como le extrañó este resultado, pidió conocer su nota y resultado de su examen. Astutamente la institución se inventó unos cuentos fabulosos y se negó, aduciendo que debía retornar a La Paz y consultar en la agencia del banco donde hizo el contacto.
Retornó muy frustrada, ya que tenía la certeza de haber tenido un buen desempeño en su examen. Suponemos que la persona que obtuvo el trabajo sin examen ya venía con una charladita previa. Finalmente, pidió saber su resultado. Hace pocos días lo supo y resulta que tuvo un buen desempeño como ella tenía confianza, que aprobó con una de las mejores notas y que “se disculpaban por no haber evaluado su nota”. Hipotéticamente, cuando vuelvan a abrir una convocatoria (allá en el lejano marzo 2020) le darían el puesto directamente a ella.
Mi ahijada les cree. Yo ya pasé esa etapa y evidente no me creo el cuento de que en “marzo le darán trabajo”. Allí no termina todo. Actualmente, su trabajo es como asistente de temas académicos en una universidad pública. Su sueldo es menor que el de un albañil y a pesar de ello tiene mejor desempeño que hasta de sus supervisores. No lo digo por ser su madrina. Su último jefe fue retirado por malversación de fondos. Se dieron cuenta, porque los informes que ella presentaba a la cabeza mayor, estaban en orden y el de su jefe no. El astuto jefe, no revisaba ni el informe de mi ahijada como para aplicar la viveza criolla. La cabeza mayor la felicitó, pero eso no cambió su ingreso ni nivel.
Lamentablemente, aún me reporta como sus colegas de trabajo, marcan el biométrico y desaparecen. Solo retornan para firmar algunos papeles o alguna reunión. Actualmente seguimos buscando un trabajo honesto, que reconozca su formación pero también integridad y ética profesional. Muchas veces ella se ha bajoneado y tengo que levantarle el ánimo además de ayudarle porque no tiene la condición familiar que muchos gozamos.
Levantar el ánimo incluye recordarle que de nada sirve hacer trampa, mentir, estafar, hacer favores turbios. Que es preferible resistir en la injusticia que nos rodea, ser siempre honesto, puntual, educado, cumplido y siempre buscar superarse.
En una sociedad que parece hacer gala y promoción de todo lo contrario, debemos siempre mantenernos firmes en nuestros principios. Ella misma reconoce, como mantener estos principios parecieran desventajas en una sociedad donde solo observa corrupción, fraude, mentira y engaño.
Un comunicador radial, mencionaba hace unos días que él no estaba de acuerdo con la frase de que “tenemos el gobernante que nos merecemos”, porque le parecía muy negativa. Discrepo y creo ser más realista. Lo que observo a través de una joven profesional como mi ahijada, que intenta abrirse camino a pesar de todas las desventajas que ha tenido en su vida, no difiere de la que observé cuando quise hacer algo por mi país desde un puesto técnico en una institución pública.
El cambio no solo es cuestión de reformular la educación desde básico hasta la universidad, se trata también de dejar de hacer fraude en nuestra vida diaria.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología