Dos semanas en La Paz

Unos días son suficientes para ver cosas extraordinarias en La Paz. La ciudad se mueve rápido, no deja de sorprender. Estuve una corta vacación, hubo de todo, desde una visita al Parlamento hasta una conferencia en la cárcel; desde un paseo por la ciclovía, hasta encontrarse con un murciélago entre las frazadas en Sorata. En medio, cafés con varios amigos, un par de fiestas, un concierto extraordinario, horas en la biblioteca de la UMSA visitando los archivos de mi abuelo, un repaso por mi propio pasado y mis escritos de antaño.

Como siempre, mi pequeña mochila de vuelta va llena. Hago un esfuerzo y meto tres libros que entran a duras penas.

Mi amigo y colega Mario Murillo me regala su último título: “Vida cotidiana, democracia e hiperinflación en La Paz 1979-1985”. Acompañé su lenta confección con enorme expectativa. Mientras seguía sus estudios doctorales en Francia, tuve el gusto de dialogar con Mario en múltiples ocasiones; me iba contando pedazos, avances, descubrimientos. El texto es una parte de su tesis donde cuenta la experiencia vivida en la recuperación democrática en Bolivia, pero no desde los personajes públicos conocidos o eventos descritos hasta el cansancio, sino desde la cotidianidad cultural. Inscrito en lo mejor de la sociología de la cultura, le pone especial atención a lo que nadie mira, a lo que pasa desapercibido. Transitando por un camino empedrado por retazos simmelianos tejidos con el estilo de la microhistoria de Luis González y González, Mario voltea hacia los periódicos, los lugares de diversión, los relatos orales, para dar cuenta de un período tan complejo. Dialoga, a la vez, con lo que yo llamo “sociología vagabunda”.

También entra a mi maleta “No me buscarás en vano”, de Amalia Decker. Creo haber leído casi todo lo que Amalia ha publicado, disfruto de sus descripciones, de sus personajes, de sus tramas y de sus ensayos reflexivos autocríticos que ayudan a entender mejor las vicisitudes de una generación que creyó, luchó y se decepcionó profundamente de la política. Además, me comenta Amalia luego de una larga tarde de café, que algún episodio lo escribió inspirada en el ambiente de mi departamento de París, donde me visitó en 2019. Me pican las ganas de leer.

El tercer texto me viene de rebote. Se trata de un encargo que debo llevar a México: “Mi vida junto a Filipo. Extraordinario ser humano y un gran líder”, de Olga Vásquez de Escóbar. Como sé que el libro partirá de mis manos aterrizando, lo leo en el camino. Se trata de un bello documento, íntimo, personal, sincero, de la compañera de Filemón Escóbar que, con franqueza y ternura, abre sus archivos, expone sus fotos, sus poemas, sus cartas y dibuja el perfil del enorme pensador y luchador con quien compartió su vida. Es un libro generoso, en parte autobiográfico, de esos que despiertan enorme gratitud por el esfuerzo y por compartir con el público lector más facetas de Filipo, sin duda un personaje excepcional que hay que seguir descubriendo, valorando y aprendiendo. Además, el prólogo –que más bien es un estudio introductorio–, lo elabora mi entrañable amigo Rafael Archondo, que propone una nueva ruta para entender a Filemón.

En suma, fueron unos días paceños llenos de emociones, vuelvo con las pilas cargadas y lecturas pendientes.

Hugo José Suárez, investigador de la UNAM, es miembro de la Academia Boliviana de la Lengua.