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Sin embargo | 19/07/2024

Dos centímetros pueden cambiar el destino

Jorge Patiño Sarcinelli
Jorge Patiño Sarcinelli

Que una bala pase rozando tan cerca que te hiera la oreja es una de las experiencias más literalmente cercanas a la muerte que puedes vivir. Si esa trayectoria hubiera estado dos centímetros más a la derecha, el sujeto, en este caso Donald Trump, estaría muerto. Es decir, entre estar bajo tierra y mantenerse en la carrera a la Presidencia de Estados Unidos con la casi seguridad de ser elegido, han mediado meros dos centímetros.

El caso, mutatis mutandis, no es único en la historia, evidentemente, pero es raro que las consecuencias entre una posibilidad y otra sean tan abismalmente diferentes. Un caso notable es el asesinato del Archiduque Franz Ferdinand que desencadenó la Primera Guerra Mundial. Como se sabe, esa tarde el chofer del Archiduque se equivocó de calle y se encontró por casualidad con el asesino. De no haber habido por ese error, quién sabe lo que hubiera sido la historia de Europa.

La historia está llena de bifurcaciones como esta, cierto. Si la mamá de Víctor Paz se hubiera casado con otro, si la Malinche no hubiera traicionado, si a Cervantes le hubieran concedido el puesto de corregidor en La Paz, si Napoleón hubiera muerto de niño, etc.; lo que alimenta la vieja discusión de si son los grandes personajes o las grandes fuerzas sociales las que determinan el curso de la historia. Como sobre esto no hay respuestas definitivas, dejémoslo ahí.

Los matemáticos y meteorólogos han acuñado el término “efecto mariposa” para el hecho de que eventos o cambios minúsculos pueden causar catástrofes en tiempos y lugares distantes. El intento de asesinar a un candidato a la Presidencia del país más poderoso del planeta no es un aleteo de mariposa, sin duda, pero en la gran escala de la historia universal lo es como hecho aislado.

Trump puede ser un tipo muy ordinario en algunos aspectos, pero es extraordinario en otros. Es inútil especular sobre quién podría haberlo sustituido en la candidatura o cómo hubieran sido unas elecciones entre ese candidato hipotético y sabe quién de los demócratas, etc., pero es muy poco probable que otro (u otra) hubiera sido capaz de entusiasmar a la ciudadanía de igual manera y llevar adelante un proceso de cambio de igual trascendencia.

La primera presidencia de Trump ya fue algo fuera de lo común, pero, aunque tuvo sus cosas feas y causó algunos temblores, no fue nada comparado con lo que amenaza ser la segunda, en palabras del propio Trump, quien no esconde su juego. La entrevista que le hace la revista TIME a finales de mayo abre con la frase “Trump dice que ha identificado un error garrafal que hizo en su primer mandato: fue demasiado bueno”.

“Lo que emerge de dos entrevistas con Trump son los contornos de una presidencia imperial, que va a cambiar el perfil de Estados Unidos y su papel en el mundo”, dice el periodista que le hace la nota. “Para deportar a 11 millones de personas, Trump está dispuesto a construir centros de detención y usar al Ejército. Dejará que Estados republicanos vigilen a mujeres embarazadas y enjuiciará a las que violen prohibiciones de abortar. Está dispuesto a usar fondos aprobados por el Congreso de manera discrecional, a despedir al fiscal general si no obedece sus órdenes y a perdonar a todos los condenados por el ataque al Capitolio”.

El país que emerja del proceso de cambio, que él con casi seguridad impulsará, será un país irreconocible. Para ver hasta qué punto es radical la agenda del Proyecto 2025 que lo describe, el presidente de la Fundación Heritage, que lo elaboró, dijo hace poco que el país se encuentra en medio de una “segunda Revolución Americana”, que será incruenta “si la izquierda lo permite”.

Dice Paul Krugman: “El Proyecto 2025 es un plan para garantizar que, si Trump gana en noviembre, MAGA se ponga en marcha. Proporciona una agenda de Gobierno y listas de personas preparadas para llevarla a cabo desde el primer día (…). Hay muchas cosas que objetar en este proyecto, pero lo más importante está en la sección titulada “Tomar las riendas del Gobierno”, que prepara la sustitución de gran parte de los servidores públicos federales –principalmente funcionarios de carrera– por sujetos que puedan ser contratados o despedidos discrecionalmente”.

“Durante gran parte del siglo XIX, recuerda Krugman, el Gobierno federal funcionó con el “sistema del botín”, en el que las nuevas administraciones despedían a muchos funcionarios y los sustituían por partidarios políticos. Muchos de los nombrados carecían de la experiencia y la competencia necesarias para desempeñar su trabajo, y la rotación constante era una invitación abierta al amiguismo y la corrupción”.  Como Bolivia en el siglo XXI, podemos decir.

Trump ha elegido a J. D. Vance como acompañante de fórmula, un “joven populista que dio la espalda a la élite liberal”, fue columnista del NYT, en 2016 dijo que “las propuestas políticas de Trump van de lo inmoral a lo absurdo” y unos meses más tarde, se refirió él como “heroína cultural”. No es el primero que se vende su alma y se convierte al trumpismo ante la evidencia de la realidad republicana, pero su elección tiene un significado mayor. Es alguien que, más que votos, le da consistencia ideológica a la fórmula y, al tener un hombre de 78 años acompañado por uno de 39, ofrece un mensaje de futuro.

Dice otra nota del mismo medio “la odisea personal (de Vance) es fascinante: va desde escribir un best-seller, Hillbilly Elegy, que ofrece una narración personalizada de los orígenes del populismo en el desorden de la clase trabajadora, hasta decidir que el establishment estaba podrido, y alinearse con su gran enemigo, Donald Trump”. “Es un antilibertario en política económica, añade la nota, y tiene una visión de un imperio estadounidense desbordado que necesita reagruparse”. “Realmente no me importa lo que le pase a Ucrania”, dijo Vance en una entrevista con Steve Bannon.

Todo esto sumado: un Trump envalentonado y más populista, un plan de Gobierno basado en la toma por asalto de la administración pública, un vicepresidente igualmente radical y un ambiente de gran polarización y violencia incorporadas a lo cotidiano configuran un escenario que quizá habría pasado a una hipótesis de la historia si la trayectoria de esa bala hubiera pasado dos centímetros hacia la derecha.

Pero no fue así, y veremos un país transformado por un populismo de derecha radicalizado y aislacionista instalado en la Casa Blanca con consecuencias para ese país y el mundo todavía imprevisibles en todo su alcance, pero ya de temer por lo que se ve.




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