El pasado junio se publicó un libro
histórico, Las cartas del boom, que reúne por primera vez 207 cartas que Carlos
Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar se
enviaron entre 1955 y 2012. Este archivo epistolar reconstruye la vieja amistad
entre estos cuatro autores latinoamericanos, que fueron parte de una generación
que revolucionó la literatura de la lengua castellana.
Fuentes tuvo mayor conciencia de la importancia que este archivo podía tener en el futuro y es quien contribuye con la mayor cantidad de ejemplares. El mexicano, confiado en su propia grandeza y en la de sus amigos, guardaba todo: una copia de las cartas mecanografiadas que enviaba y los originales que recibía de sus colegas. Vargas Llosa conservó algunas que recibió, pero no tenía copias de las despachadas. Gabo y Cortázar no prestaban mucha atención a estos documentos. La contribución de amigos y familiares; además de las que se preservan en las universidades de Princeton, New Jersey y Austin, conforman el conjunto de correspondencia contenido en esta publicación.
Entre ellos, se leen y comentan sus manuscritos; se dan recomendaciones y sugerencias; intercambian reseñas y artículos, además de consejos para concursos; se dan ánimos y elogios, pero también se critican sus puntos ciegos; se recomiendan traductores y casa editoriales en diferentes países; analizan fechas de publicación e indican nombres de revistas literarias para enviar reseñas.
Las temáticas de las misivas muestran la evolución de una amistad construida a lo largo de 40 años: las relaciones profesionales y literarias que se tejen entre ellos, incluso antes de haber publicado sus obras cúspides; el intercambio de criterios y opiniones sobre la situación política mundial, sus afinidades y discrepancias, que llegaron hasta la ruptura debido a sus diferencias con relación a la revolución cubana; borradores de manifiestos de protesta y declaraciones políticas; felicitaciones por premios y distinciones; y otros aspectos personales y familiares –filias y fobias de todos ellos–, que muestran mucha de su intimidad, más allá de sus figuras públicas.
La correspondencia de un escritor es un documento fundamental para entender el proceso creativo de su obra. Estas cartas reunidas hacen un libro epistolar como pocos, porque son también el retrato de una época. Los textos escritos —a mano y a máquina— son una narración, en primera persona, que descubren los entresijos de la literatura, los principios éticos de sus autores y la génesis de algunas de sus principales publicaciones.
Las cartas del boom cuenta la vida de cuatros grandes escritores en un contexto histórico casi sin paralelo. El libro narra el momento de máximo auge de este cuarteto y la comunicación compartida que dialoga sobre sus trabajos literarios, la historia latinoamericana, sus biografías y la dinámica de sus ideas dentro de ese contexto.
Me pregunto, al haber desaparecido –casi por completo–, el intercambio de cartas impresas, ¿dónde se está escribiendo el retrato de nuestra época?, ¿la mayor agilidad de interlocución de los medios digitales habrá vencido por completo al pausado diálogo epistolar?, ¿en el futuro, habrá posibilidades de acceder a correos electrónicos que intercambian nuestros intelectuales?, ¿en los mensajes de WhatsApp –con emoticones incluidos–, podremos descifrar las circunstancias y motivaciones de las obras actuales?, ¿la capacidad de memoria o gigas de los dispositivos electrónicos limitarán o permitirán conservar estos intercambios?, ¿los posts o tuits son equivalentes a una carta?, ¿alguien leerá nuestros whatsapps cuando ya no estemos aquí?, ¿qué pasará cuando nuestra intimidad prescriba?, ¿los memes, stickers y gifs serán señas suficientes para desentrañarnos?, ¿la historia de la literatura contemporánea podría estar escribiéndose en una carpeta de spam?