Hace unas semanas se inauguraron las
rutas aéreas que unen La Habana y Caracas con Santa Cruz de la Sierra; podría
esto verse como una buena noticia, y así la ha vendido el gobierno. En el vuelo
inaugural a La Habana ha ido inclusive la ministra de la Presidencia, poniendo
en evidencia el lado más oscuro de la implementación de este vuelo, vale decir,
su contenido político.
Aunque “mientras más comunicación aérea mejor” debería ser un axioma, lo cierto es que se deben establecer prioridades y las de una empresa deberían ser las de generar ganancias; si se trata de una empresa estatal, deberían ser por lo menos no generar perdidas, pero en todo caso crear el impacto económico más positivo para el país.
Bolivia y su línea aérea deberían tratar de abocarse a tener rutas que promuevan el turismo, eso implica tener vuelos buenos, confiables y económicos desde los países que tienen una potencial clientela para visitar nuestro país, como ser Europa (sobre todo España), EEUU (sería ideal además no exigir visa a los ciudadanos norteamericanos), o Japón, pero eso es más difícil. Y también debería haber rutas de los países donde llegan los turistas de todos modos, me refiero ante todo a Perú, y dentro de ese hermano país, a Lima y Cusco.
Una política que verdaderamente fomente el turismo a Bolivia se basaría en implementar vuelos entre esas dos ciudades y La Paz ¿Por qué? Porque a esos destinos llegan muchos más turistas (entre cinco y siete veces más de los que llegan a Bolivia), y si se facilita su arribo a Bolivia darán un último saltito aunque sea solo para quedarse pocos días acá.
Ahora bien, desde el punto de vista estrictamente turístico, es difícil imaginarse que tanto Cuba como Venezuela sean mercados para un turismo hacia Bolivia, ambos países están viviendo situaciones de gran pobreza que hace que sus ciudadanos no puedan darse un lujo tan grande como es viajar de vacaciones. Los cubanos ni siquiera pueden salir de su país, que no sea en balsas hacia Miami. Dudo también que haya muchos bolivianos que puedan permitirse unas vacaciones en el Caribe, digo para que esa ruta sea sostenible.
Ahora bien, por otro lado, el mercado es muy variado, el turismo tiene sus aspectos perversos, aparte del espantoso y criminal turismo pedófilo, está el lúdico turismo sexual o el turismo médico, o el de observación de aves, etc. Tal vez haya un turismo que haga rentable la ruta Caracas-Santa Cruz, lo podríamos llamar “turismo burocrático”, o “turismo de visa”. Sí, hay un interesante flujo de ciudadanos venezolanos que vienen a Bolivia a recabar una visa para poder viajar a Estados Unidos; este tipo de “turistas” no están tan interesados ni en paisajes, ni cultura ni historias andinas: su principal interés se centra en cierto edificio de la Avenida Arce. Estos viajeros no son económicamente despreciables puesto que deben quedarse en el país varios días, entre tener la entrevista y recibir el pasaporte sellado o un balde de agua fría.
Este absurdo de que para que los venezolanos puedan recabar una visa se tenga que hacer un viaje de alrededor de una semana de duración, y con un costo superior a los 1.300 dólares, incluyendo costos consulares, boletos de avión, alojamiento y comida, es parte del paquete del socialismo del siglo XXI, del chavismo cadavérico; no hay expendio de visas norteamericanas en Caracas; en Bogotá el consulado gringo está saturado y las citas se dan luego de esperar muchísimos meses. Lastimosamente la desgracia de unos es una oportunidad de negocio para otros, sale ganando BoA, los proveedores de alojamiento y comida en La Paz, DHL; de paso, la operación reporta ingresos al tesoro norteamericano.
Es una ironía de la que nos podríamos reír si no fuera que es parte de la tristísima realidad del pueblo venezolano.