Hace unos días se conoció la triste noticia del suicidio de una joven periodista. La joven había sufrido un vejamen seis meses antes, y había hecho una denuncia de violación contra un colega con el que había ido de copas. La policía y la fiscalía no desestimaron el caso, abrieron un proceso, pero este no progresó.
Tanto los parientes de la joven, como buena parte de la opinión pública y luego las autoridades, han construido el siguiente relato: La joven habría sido violada, la justicia, y por ende el Estado, no la tomaron en serio, o actuó de forma corrupta; ante la frustración al respecto, la joven habría decidido quitarse la vida.
Creo que esta es una lectura muy simplista de una tragedia y lo malo es que eventualmente debido a la misma, nos estemos alejando aún más de la justicia y de la búsqueda de la verdad.
Para empezar, aun tomando por cierta la versión de que hubiera tenido lugar una violación, este hecho gravísimo y repugnante por el que pasan muchas mujeres, y que sin lugar a dudas es traumatizante, no es por sí solo determinante para un suicidio; de serlo, tendríamos muchas más mujeres que se habrían quitado la vida luego de sufrir ese vejamen, pero las estadísticas no confirman ese extremo. Tampoco la gente se suicida por una retardación de justicia, o un mal manejo de esta, aun en casos en que se le quita a las personas la libertad en forma arbitraria. No señores, las razones por la que una persona se suicida son mucho más complejas, más profundas; no niego que tanto la supuesta violación como la supuesta negligencia judicial hubieran sido aportantes o detonantes para que la joven decidiera acabar con su vida.
Ahora bien, más allá de cuan canalla pudiera ser el individuo que eventualmente violó a la joven, nada puede hacerlo autor o responsable de un homicidio por suicidio, esa es una aberración jurídica que solo es comparable a la de acusar de complicidad de la violación a una joven que solo estuvo con su amiga antes de que se dieran las condiciones para la supuesta violación.
Pero hay más, Bolivia es un país que priva de libertad a sus ciudadanos ante la menor sospecha y se hace un círculo vicioso: los detienen porque tienen miedo de que escapen y la gente (la mala y la buena) se escapa precisamente porque relacionarse con la justicia boliviana puede ser un cuento kafkiano de nunca acabar. De hecho la única forma de librarse del laberinto jurídico es declarándose culpable en un juicio abreviado, y a veces ni siquiera eso ayuda.
En el caso que nos ocupa, es interesante que no hubiera tenido lugar la detención del acusado, tanto la policía como la fiscalía, aunque iniciaron el proceso, y exigieron al acusado que no se acercara a la denunciante, no lo encerraron, tal vez porque la acusación no era suficientemente sólida. El problema es que los hechos se dieron en medio de un extremado consumo de alcohol y eso contamina las circunstancias, y por ende también la acusación. Por supuesto que no tengo el conocimiento ni la información para poder determinar si tuvo lugar una violación o no, pero lo que creo es que una violación es algo tan grave, y tiene implicancias tan serias, que se tiene que estar seguro antes de enviar a una persona a la cárcel. Es posible que por una vez, la policía y la fiscalía hubieran actuado correctamente, vale decir sin abusar de ese recurso tan injusto, tan inconstitucional, que es la detención preventiva.
Este caso debe ser esclarecido, pero así como van las cosas, dudo que los involucrados accedan a verdadera justicia, todo hace pensar que estamos más bien contraruta.