Aunque el viernes pasado, la azotaina que el hombre naranja le propinó a su excelencia el señor presidente de Ucrania ha hecho noticia a nivel mundial y aquí las redes se están haciendo eco en nuestro propio mundo provinciano; nos había estado ocupando antes un detalle doméstico de muy poca monta, el aumento de las tarifas del transporte público de La Paz: el aumento en los tramos cortos fue de algo más de tres centavos de dólar. Esto ha hecho que muchos echen el grito al cielo, insultado como es de esperar al alcalde Iván Arias, que no goza de la mayor popularidad.
Mientras en el mundo la polémica entre Trump y Zelenski es por cientos de miles de millones de dólares, nosotros estamos enfrascados en una medida que le cuesta al usuario de transporte publico tres centavos de la divisa norteamericana.
No crea Ud., estimado lector, que estoy queriendo ridiculizar el disgusto del ciudadano: si alguien gana aproximadamente 200 dólares al mes (ese es hoy el sueldo mínimo) y con eso se tiene que mantener a la familia, entonces es obvio que unos centavos tienen una enorme importancia al multiplicarse por todos los viajes que se hacen al mes.
El asunto es que esta situación nos confronta una vez más con la realidad boliviana, la de ser una de las sociedades más paupérrimas del mundo, y consiguientemente el hecho de haber desaprovechado el momento más favorable de la economía mundial, el aumento del precio de las materias primas.
El aumento del precio de los pasajes es absolutamente comprensible desde el punto de vista de los dueños del autotransporte; esos emprendedores, tan despreciados hasta por quienes valoran el emprendedurismo, optan por ganar dinero de forma honrada en un trabajo que es extremadamente demandante.
Yo tengo simpatía por los minibuseros y los trufistas, pero tengo un buen amigo que posee un minibús y trabaja con él, y es una bella persona: trabaja largas horas para poder cumplir con las cuotas bancarias del crédito que ha tomado para comprar un minibús chino. Por suerte su crédito es en bolivianos, pero por el otro lado, otros insumos, como repuestos y su propia canasta familiar han subido de precio en forma considerable.
El problema del transporte, incluida la subvención de la gasolina y el diésel, es serio y deberá ser solucionado a la primera hora del próximo gobierno (el actual ya ha renunciado a solucionar cualquier problema). Llegará el momento en que se tendrá que acabar con la subvención.
Debería alentarse el precio de importación de carros usados en buen estado, que no solo abarataría el principal costo de la actividad, sino que además incidiría en una mejor servicio, con coches eventualmente más cómodos y con menor daño al medioambiente. Suena contradictorio, pero la prohibición de importación de carros usados en buen estado hace que autos muy viejos y maltratados sigan circulando.
El llamado proceso de cambio ha cometido una serie de errores que van a ser difíciles de enmendar, algunos requerirán una reforma constitucional, pero hay otros que pueden ser modificados con voluntad política y un mínimo entendimiento de reglas elementales de mercado.
Es difícil imaginarse una Bolivia rica, pero por lo menos deberíamos tener un país que no se dispara a los pies, y tampoco un país que perjudica en primera instancia a los vulnerables, eso pasa con la prohibición de importación a autos usados sobre todo para el auto transporte.