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Atando cabos | 29/02/2024

De la tolerancia al odio

Rodolfo Eróstegui
Rodolfo Eróstegui

Seguramente antes del año 2006 el país estaba dividido por la discriminación, pero era una división en la cual las personas conversaban y hacían negocios; en otras palabras, había tolerancia.

La discriminación es aberrante o si hay una palabra más exacta pido al lector que la cambie por la de su preferencia. Antes de 2006 era un tema que no se la discutía cotidianamente en los almuerzos familiares o en eventos entre amigos. Estaba ahí, flotando en el aire. Las señoras de pollera, sus esposos e hijos no entraban a un restaurant “pituco”, no porque había un cartel que les prohíba. En el estadio los discriminados no compraban boleto para ingresar a Preferencia, aunque hubieran tenido el dinero, iban a General o curvas. Así estábamos divididos y no nos dimos cuenta o nos tapábamos los ojos para no verlo.

En enero de 2006 tomó las riendas del país Evo Morales, quien introdujo la variable de racismo en la política; ahora no sólo éramos discriminadores, sino racistas. El acusaba de racistas a todos los que no eran del MAS y Bolivia pasó a ser un país racista casi a la Sudáfrica del apartheid.

A partir de entonces el problema se trasladó a los hogares. En los almuerzos familiares había opiniones encontradas sobre el tema. En muchos de ellos, las madres sabias prohibieron que en la hora de almuerzo se hablara de política. En los cafés, bares, etc. había el mismo comportamiento. Los amigos se alejaban entre sí para no seguir hablando del tema.

Para centrarnos mejor en el tema tomaremos las definiciones de la Defensoría que define bien estas dos categorías sociológicas: dice que discriminación es sinónimo de “distinguir” o “diferenciar”. La discriminación hacia otros se produce cuando hay una actitud adversa hacia una característica particular y diferente, mientras que el racismo es un tipo de discriminación que se produce cuando una persona o grupo siente odio hacia otros por tener características o cualidades distintas, como el color de piel, idioma o lugar de nacimiento. Me pregunto si nosotros nos odiábamos. Creo que no.

Los políticos que gobiernan desde 2006 se creen de un linaje superior, son algo así como miembros de una casta/partido que nacieron para gobernar. Muchos de ellos nunca fueron discriminados, eran de la comunidad de los “culitos blancos”, como los definía Jaime Paz. Dejaron la corbata y optaron por el poncho. Un grupo pequeño de los linajudos encaramados en el Gobierno decidió qué se debía hacer de acuerdo a sus objetivos políticos; si la Constitución se los impide, encuentran como eludirla. Le meten nomás.

Estos predestinados se forman en el seno de los sindicatos y organizaciones sociales, de ahí que se los considera “puros” y se los identifica como “de izquierda”. Esta forma de presentarse les permite utilizar a las organizaciones sociales, influyen para que sus principales dirigentes sean miembros ligados a ellos y con base a prebendas logran que la organización los respalde. Las “bases”, así los llaman a los miembros rasos de las organizaciones, muchas veces actúan militarmente como grupos de choque o combate, siempre a requerimiento de los iluminados. Estas acciones las denominan “protestas sociales”, las mismas que no dañan al Estado y/o a los linajudos, pero sí a la economía, la salud, la producción, etc.

Lo que no se dan cuenta las “bases” que ejecutan esas “protestas” es que son miembros del grupo de los nuevos discriminados, no acceden ni pueden hacerlo al poder y se contentan con las migajas que la casta destina para pagar los días de protesta, que pueden ser bloqueos de caminos, calles, huelgas de hambre, etc.

Cuando los linajudos se dividen, no solo es entre ellos, también dividen a las organizaciones sociales en las cuales influyen, por ello surgen las organizaciones “paralelas”.

¿Qué saldrá de esto?, no lo sé, pero la historia sigue su inexorable viaje; lo único cierto es que flota en el aire un fantasma que pregona el odio.



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