Hace algunos días el presidente Luis Arce
dijo que la oposición se estaba afilando. Y es que por ahora, existe la
creencia de que el filo del “cuchillo” opositor anda un poco oxidado que
necesita pasar por las manos del viejo afilador, un oficio en extinción, para
poder tener la remota esperanza de convertirse en verdadero competidor en el
“corte” electoral de 2025.
Lo que Arce no dijo es que en su casa los cuchillos también están motosos. Ya no tienen el filo ni la eficacia de antes y se diría que sus posibilidades de volver a cortar son bastante remotas por ahora. Además, el problema es que hay por lo menos dos que disputan la propiedad del cuchillo y ninguno tiene argumentos lo suficientemente afilados como para retener el instrumento.
Pero ya todos hablan de lo mismo: de economía y de elecciones. Los males de la economía, que se multiplican y acumulan a medida que pasa el tiempo, son el tema de fondo. Es más, parecería que, a estas alturas, el que no afile la terminología económica tendrá menos posibilidades de éxito en el debate electoral. Eso, claro, si lo que la gente espera son soluciones preferentemente técnicas, sin una mirada obligatoria a las secuelas sociales que éstas implican.
Algunos opositores creen que el filo depende de la unidad, aunque llegado el momento de las decisiones la competencia de egos hace casi imposible llegar a acuerdos: “yo soy más filoso que tú”.
La “unidad” no necesariamente abarca a todos, como lo demostraron los que hace poco se reunieron en “algún lugar” de Estados Unidos para comenzar conversaciones, dejando a otros de lado.
Los que intentaron unirse fuera provocaron reacciones negativas dentro. Los acusaron de hablar de pegas antes que de proyectos y hasta afirmaron que aquí lo que se necesita es al pueblo unido en torno a un objetivo de cambio más que a varios candidatos que, según se observa en las encuestas, prácticamente no representan a nadie.
Cada quien quiere mostrar un filo diferente. Unos promueven más su ubicación al filo del centro después de años de transitar por la desgastante disputa de extremos. Otros creen que su experiencia y éxito en andares locales podría pesar más a la hora de aspirar a los trajines y responsabilidades nacionales.
Hay quien asegura que la juventud lo es todo, aunque hace rato peine canas e incluso están los que presentan sus calificaciones “matemáticas” para afirmar que, en cuestión de números, nadie les gana. Están también los que desde hace rato caminan de la mano de los emprendedores y aquellos que intentan ser los “milei” locales, aunque les falte melena e ideas propias.
Y es que a estas alturas, solo queda buscar un “afilamiento” personalizado o, lo que es lo mismo, afilarse en las virtudes propias y no buscar una teoría que defina el filo en un sentido general. Es decir que no por ser motoso, digamos, en “juventud”, se deja de ser afilado en otras materias útiles para la administración del Estado, o no por ser “afilado” en economía se compensa lo motoso en sensibilidad social.
Como dijo el presidente, todos, incluso él, se están afilando y la que se viene seguramente será una elección entre afilados y motosos, una cuestión de filo que, como se vio, tal vez no sea tan definitiva ni cortante.
Hernán Terrazas es periodista.