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Vuelta | 09/12/2025

Se fue un mes, pero quedan 59

Hernán Terrazas E.
Hernán Terrazas E.
Al cabo de un mes de gestión del Presidente Rodrigo Paz, una cosa queda dramáticamente clara: la herencia de los gobiernos del MAS fue muy pesada. No solo dejaron un país quebrado y sin ánimo, sino también un reguero de múltiples hechos de corrupción que todavía tendrán una larga secuela.

El MAS gobernó mal. Ni siquiera benefició a quienes supuestamente eligió como sus clientes –los más pobres– sino que, en su última etapa, agravó la condición de millones de personas que habían transitado hacia mejores estándares de vida producto de la bonanza que vivió el país, más como resultado de condiciones externas que de aciertos internos.

Bolivia fue un país estafado. Alguien vino y le pintó un futuro de maravillas –“500 años de revancha”, dijeron– para luego sacarle el dinero del bolsillo y dejarlo a su suerte. En dos décadas, el tránsito fue de la ilusión al más rotundo desencanto. Al mendigo de la metáfora lo dejaron sentado y unos cuantos se llevaron el oro.

Pero un mes es más que suficiente para destapar lo que pasó durante 20 años y, aunque parezca poco equilibrado, también es tiempo para hacer un balance de lo que se hizo o se dejó de hacer en los primeros 30 días de una nueva gestión.

Debe destacarse que hubo señales de cambio importantes: gestos presidenciales distintos, alejados de la hostilidad y el encono permanente que contaminaron el lenguaje y la actitud de Evo Morales y Luis Arce; señales de mayor apertura y equilibrio para acercar a un país confrontado artificialmente.

La magnitud de la crisis limitó el margen de acción de los responsables de diseñar y administrar las medidas necesarias para resolverla. No es fácil llenar las arcas saqueadas de la noche a la mañana, pero algo hay que hacer para que las cosas no se compliquen aún más. 

La posibilidad de tocar las puertas de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) no debería descartarse por completo, mientras se resuelven los cuellos de botella estructurales que restringen la inversión y ralentizan la recuperación de sectores clave para el desarrollo, como la minería y los hidrocarburos.

Después de tantos problemas, no es sencillo resolver todo rápidamente, pero es urgente que el abastecimiento de combustibles tenga una solución sostenible y eficiente. Junto a la falta de dólares y el alza de precios, las colas para cargar gasolina y diésel se convirtieron en uno de los síntomas y símbolos más evidentes de la crisis durante gran parte del gobierno de Luis Arce.

La actual gestión, por ningún motivo, puede defraudar a la gente en este asunto, y preocupa que las filas de automóviles y vehículos de transporte hayan vuelto a formar parte del paisaje urbano y rural en los últimos días.

En cuanto al tipo de cambio, parece que las decisiones adoptadas por el Banco Central han comenzado a surtir efecto para que el mercado tienda a cierta estabilidad. Se nota, desde lejos, que hay mucha más claridad y seriedad en quienes hoy manejan la política monetaria del país, y eso es bueno para todos.

Que los dólares vuelvan o no es competencia del Gobierno. El compromiso es que el sistema financiero tendrá capacidad de atender la demanda de divisas en el primer trimestre del próximo año. El manejo de los tiempos y de las expectativas en este punto es clave, y no se deben cometer errores.

Son positivas las señales en el ámbito de la justicia. Que no exista un ministerio del área es un gran adelanto, sobre todo por el uso que se dio a esa cartera en el pasado reciente. También es alentador que los autoprorrogados ya no estén más y que haya comenzado en el país el proceso para un cambio definitivo en los órganos judicial y de control constitucional.

Poco a poco se advierte mayor coherencia en el trabajo del gabinete. La armonización de criterios, la coordinación de tareas y el establecimiento de cronogramas y plazos para la gestión son fundamentales, aunque ello suponga ciertos límites para la autonomía de algunas áreas y algún efecto –natural– sobre los egos.

Sobre la relación entre el Presidente y el Vicepresidente ya se ha dicho mucho. Tal vez sea relevante para la imagen, pero no lo es tanto para la gestión misma, sobre todo porque, como se observa, la Asamblea Legislativa Plurinacional está realizando su trabajo con bastante celeridad y coordinando tareas sin mayores tropiezos.

Que Lara luzca o no uniforme policial –cuando no debía hacerlo–, que tenga problemas familiares, médicos o conyugales es material para agitar las redes, pero no tiene mayores efectos prácticos. De hecho, ya se ve que el más perjudicado por todo esto es el propio Vicepresidente, cuyo respaldo, según encuestas, es mucho menor que el del Presidente.

Algunas corrientes de opinión consideran que hay lentitud en la toma de decisiones y que se debería actuar con mayor energía en ciertos campos, sin miramientos “sociales” para tomar al toro de la crisis por las astas. Otros, en cambio, ponderan la prudencia.

Parecería que, en circunstancias como las actuales, un mes es mucho tiempo si se lo mide desde la relatividad de las demandas. ¿Perdido o ganado? Seguramente ganado, por todo lo que se va dejando atrás, esperemos que para siempre. Hay pendientes y una que otra vacilación que puede traer complicaciones. En todo caso, se fue un mes, pero quedan 59.

Hernán Terrazas es periodista.






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