Leo que se han prolongado las vacaciones de invierno por una semana, como de costumbre. Buena noticia para profesores y alumnos, pero no tan buena para los papás trabajadores que deberán inventar actividades para evitar que sus hijos se aburran o se envicien con videojuegos.
En mi niñez las vacaciones de verano se vivían como un trueque: un mes yo vivía con mis tíos en la playa y otro mes mis primos nos visitaban en la montaña. Julio era el mes de la playa de los baños de sol y de mar; agosto el de las caminadas en el bosque, del fresco de la noche y de la sana comida. Sin embargo, no todos los niños eran así de afortunados. A otros los mandaban a pasar el verano con los abuelos, aunque no les gustaran los cementerios.
Vacación viene del latín “vacatio”, la misma raíz de vacío y se refiere a una pausa en la actividad rutinaria (trabajo o estudio); un tiempo libre para realizar otras actividades o simplemente dedicarse al “dolce far niente” (dulce hacer nada).
Es curioso que para los antiguos romanos pudientes (que vivían gracias al trabajo de los esclavos) la actividad rutinaria era el ocio, a tal punto que definían el contrario del ocio como “nec otium”, el negocio.
Todos los hebreos, incluso los extranjeros residentes en Israel, estaban obligados a tener un día de vacación cada semana: el descanso del sábado, en recuerdo de la Creación y para el culto del Dios de la Historia, que los sacó de la servidumbre de Egipto.
La revolución industrial “revolucionó” también el concepto y la práctica de las vacaciones, como un derecho del obrero a salirse de la rutina productiva. Al mismo tiempo, los ferrocarriles ofrecieron a todos los trabajadores, no solo a las familias privilegiadas de la nobleza, la posibilidad de aprovechar las vacaciones para viajar más lejos que a los alrededores de las ciudades de residencia. De ese modo nació el turismo, una de las actividades económicas más pujante del mundo moderno. Luego, los viajes aéreos ampliaron aún más el horizonte turístico y las vacaciones colectivas de las grandes fábricas y empresas dieron vida al turismo de masa, con todos sus beneficios y sus defectos.
Hoy en día las vacaciones son pagadas. Algunos se sorprenderán en saber que las vacaciones pagadas son una conquista reciente, de hace un siglo, al igual que la duración de las vacaciones que en algunos países superan los 30 días para todos los trabajadores, no solo para los profesores.
En muchos países las vacaciones siguen siendo un privilegio de pocos. Es el caso de Bolivia donde el trabajo informal, con ingresos diarios, hace remota la posibilidad de una “vacancia”. Adicionalmente, los que pueden viajar fuera de Bolivia deben lidiar hoy con la crisis del dólar y confiar en la buena suerte de que sus tarjetas de crédito o débito no sean rechazadas aleatoriamente. Una razón más para privilegiar el poco valorado turismo nacional.
Es curioso que, siendo las vacaciones una conquista socialista, en la China ni siquiera son obligatorias. En Japón la tasa de mortalidad se disparó hace décadas, debido al exceso de trabajo que se traduce en derrames cerebrales y ataques cardíacos. Es el ‘karoshi’ (literalmente, muerte por exceso de trabajo). Por eso ahora los japoneses gozan de cinco semanas de vacaciones (cámara fotográfica incluida) obligatoriamente.
La jubilación temprana y la expectativa más larga de vida han modificado la distribución etaria de los turistas. Las videoconferencias han reducidos los viajes por trabajo a tal punto que hoy en día la profesión de jubilado se ha vuelto sinónimo de la de turista.
Y, finalmente, ¿cómo no mencionar la originalísima –y cruel– forma de vacaciones propia de la justicia boliviana: la detención preventiva por seis meses?